“¿Destruye un crimen la majestad real? En el lugar que ella ocupaba se abre un abismo, y todo cuanto le rodea se precipita en él. Cada gota de sangre de Luis XVI costará torrentes a Francia”. Joseph de Maistre
La Asamblea Nacional en Francia aplaudió de pie durante dos minutos tras consignar el “derecho al aborto” en su Constitución. Los mismos dos minutos que se usarían para aplaudir ante un gran orador, por un triunfo deportivo o ante un acto heroico se usaron para festejar que la nación gala puede matar a sus hijos como derecho constitucional. Se convierten así, en el primer país en consagrar el “derecho al aborto” en su Carta Magna. La decisión fue anunciada por Yael Braun-Pivet, primera mujer en ejercer el cargo de presidenta de la Asamblea Nacional. La votación a favor fue muy superior a los tres quintos requeridos para su aprobación y ninguno de los principales partidos cuestionó nada, incluyendo el partido de extrema derecha de Marine Le Pen. Existe ahora en Francia una “libertad garantizada para abortar”.
El primer ministro francés Gabriel Attay no tuvo reparo en afirmar que los legisladores tenían una “deuda moral” con las mujeres que en el pasado se vieron obligadas a soportar “abortos ilegales”. Francia, nación que llevó a cabo la rebelión del hombre contra Dios, el «non serviam» que antepuso los derechos del hombre a los derechos de Dios con la Revolución de 1789, es ahora la primera en garantizar explícitamente el asesinato en el vientre materno en su Carta Magna en una votación histórica donde la extrema derecha, la Agrupación Nacional de Marine Le Pen se mostró a favor. Francia otorga así el más duro blindaje puesto que no es lo mismo derogar una ley que derogar un derecho constitucional.
Pero esta espiral descendente no termina aquí. Días después, el presidente Emmanuel Macron ha anunciado una propuesta de ley para legalizar la eutanasia en su país afirmando: «Es una ley de fraternidad, ya que permite optar por la menos mala de las opciones cuando la muerte es inminente». Hace tres años el Parlamento francés aprobó la ley de bioética que autoriza la reproducción asistida para parejas de lesbianas y mujeres sin pareja, es decir manipulación genética. Y toda esta manipulación de la vida humana en el país galo es degradante dado que, pueden matar a sus hijos en cualquier etapa de la gestación y a la vez, destinar recursos para que otros puedan procrear, mientras los embriones sobrantes de la fecundación in vitro son congelados o desechados.
Pero ¿dónde empezó todo esto? ¿cómo es posible que una nación haya proclamado el asesinato en el vientre materno como un derecho constitucional? Bien, ciertamente no empezó hoy, ni hace cinco años, Francia legalizó el aborto en 1975, durante el gobierno del presidente Valery Giscard d’ Estaing, de centro derecha que encargó a su entonces ministra de Sanidad Simone Veil de ascendencia judía, la elaboración y defensa de la ley que despenalizaría el aborto, llevando su nombre. Pero Valery Giscard no se detendría ahí, se le alaba por ser el presidente que “modernizó a Francia”: instauró el divorcio por consentimiento mutuo, rebajo la mayoría de edad de 21 a 18 años, flexibilizó el uso de anticonceptivos.
Y en toda esta vorágine debemos tener presente lo que Maurice Callet, reveló en su libro “Yo fui masón” respecto a que la “Ley Veil” del aborto en Francia fue redactada en las logias masónicas. Con Valery Giscard en la presidencia, se eligió a Jacques Chirac como Primer Ministro quien a su vez, tuvo como consejero a Jean Pierre Prouteau, Gran Maestre del Gran Oriente de Francia. Por otro lado Simone Veil tenía como consejero a Pierre Simon, Gran Maestre de la Gran Logia de Francia. Es decir, los políticos estaban rodeados de masones que se aseguraron de que se aprobara la despenalización del aborto en Francia: “¡Los diputados y senadores masones de derechas y de izquierdas votaron como un solo hombre!”
Pero de todo aquello que rodeo la despenalización del aborto en Francia en 1975, lo más vergonzoso son las palabras que el entonces presidente –católico- Valery Giscard d’ Estaing dirigió al Papa Juan Pablo II durante una entrevista en el Vaticano: “Yo soy católico, le dije (al Papa), pero soy presidente de la República de un Estado laico. No puedo imponer mis convicciones personales a mis ciudadanos (…) sino (más bien lo) que tengo que (hacer es) velar porque la ley se corresponda con el estado real de la sociedad francesa, para que pueda ser respetada y aplicada. Comprendo, desde luego, el punto de vista de la Iglesia católica y, como cristiano, lo comparto. Juzgo legítimo que la Iglesia católica pida a aquéllos que practican su fe que respeten ciertas prohibiciones. Pero no es la ley civil la que puede imponerlas con sanciones penales, al conjunto del cuerpo social». ‘Como católico estoy en contra del aborto; como presidente de los franceses considero necesaria su despenalización»
¿Le parece conocido el argumento? ¿Cuántos políticos en nuestro país afirman ser “creyentes” y al mismo tiempo decir que el “aborto es un derecho”? Católicos liberales sin más, para quienes la vida en el vientre materno es una cuestión de “libertades que hay que respetar” o bien una moneda de cambio. Francia, que empezó guillotinando a su rey Luis XVI en un juicio injusto, volviéndose contra Dios, hoy quema sus iglesias a plena luz del día y mata a sus propios hijos como un derecho constitucional.
Joseph de Maistre tenía razón: cada gota de sangre de Luis XVI costará torrentes a Francia…
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