Es fácil amar en los buenos tiempos y cuando todo está en relativa calma; resulta más difícil amar en los días problemáticos; pero es todavía más raro que el amor se mantenga en las tempestades. Dada nuestra imperfección nos equivocamos con frecuencia al tratar de amar.
Lo que nunca hubieran imaginado las generaciones precedentes es que llegarían los días en que matar fuese sinónimo de amar y no conforme con ello, nuestra generación se sentiría orgullosa de tal “amor”, matando en su nombre a los hijos, a los hermanos y a los padres.
En el ya conocido caso de Vincent Lambert, encontramos un ejemplo de a qué grado nuestro “amor” llega. Francois Lambert, sobrino de Vincent, se convirtió en el principal vocero de los que lucharon para que Vincent dejara de recibir alimentos e hidratación, lo que provocaría su muerte.
“Mi tío me confesó que le angustiaba acabar como un vegetal”
El argumento de Francois pareció suficiente para desatar la batalla legal entre matarle o mantenerle con vida. ¿Cuántos nos vemos o no reflejados en ello? Nos basamos en presuntos deseos de los enfermos a los que queremos “dejar ir”, en nuestro egoísmo y materialismo, nos regimos a nuestra conveniencia por sentimientos que nada tienen que ver con el amor. No soportamos que alguien ya no tenga la vida que nosotros queremos, verle tendido en una cama sin poder moverse es el mayor insulto y, querer mantenerle con vida es para esta generación, “una obstinación irrazonable, un ensañamiento terapéutico”. Realmente nos merecemos
Haga una prueba, pregunte usted a un niño si mataría a su madre o a su padre. La respuesta es un contundente e indignante: “¡No!”. Y ante el ¿por qué no lo harías?, la respuesta es igual de firme: “¡Porque no!, ¡Porque es mi madre! ¡Porque la amo!”. Entonces algo sucede entre la etapa de la niñez y la edad adulta; la sociedad, la escuela, los amigos, los futuros cónyuges, el Estado, deforman esa nobleza y ese verdadero amor que un niño tiene a sus padres y por ende un respeto a la vida de los demás; esa indignación ante un acto evidentemente malo… desaparece.
Al igual que Francois, cada doctor, cada abogado, cada ministro de justicia que intervino a favor de que se detuviera la alimentación e hidratación a Vincent, provocando su muerte, fue educado y formado en una familia. Llegada la edad adulta y contraer nupcias, no pocos cambian para mal en cuanto al aspecto moral y la educación de los futuros hijos. La mujer y el hombre tienen tal peso que pueden ser capaces de formar buenos cristianos o activistas que defiendan los peores desordenes de nuestros días.
Usted nunca hubiera imaginado que uno de sus sobrinos, uno de esos niños de su familia, educado por alguno de sus hermanos, se convertiría el principal portavoz de aquellos que lucharon porque se le matara “dignamente”. No imaginaría que ese niño se uniría a varios de sus propios hermanos y a su esposa para entrar en franca batalla legal contra sus padres para lograr matarle… y les ganaría.
Nunca hubiera imaginado que ese niño criticaría el lento proceso en el que usted es asesinado de hambre y sed, sugiriendo además, que el Estado debería aprobar una ley para acelerar su muerte, porque, vamos ¿quién quiere ver cómo muere usted “dignamente”?.
Usted no sabe que esto no queda aquí, el caso abrirá el paso a una ley de eutanasia en su país. Y por supuesto, a la eutanasia solicitada por el enfermo o por los familiares, le seguirá la eutanasia a enfermos que no lo piden y a quien nadie quiera defender; después le será aplicada a aquellos que no tienen enfermedad alguna, pero han cumplido con la edad límite a los ojos del Estado, étc.
Así que llegados a este punto, debería avergonzarnos el tan recurrido “¿A ti en qué te afecta?” palabras que nada tienen que ver con el amor al prójimo, antes bien, son la declaración de aquel a quien nada le importa, porque su “amor” es tan deforme y egoísta que es muy capaz de defender todo aquello que va contra la dignidad y el bienestar del ser humano: el adulterio, la agenda y practica homosexual, la mutilación de genitales, la sexualización de los niños, los métodos anticonceptivos, las relaciones sexuales antes del matrimonio, la fecundación in vitro, los vientres de alquiler, recomendar el aborto de su nieto, la eutanasia de sus padres, étc.
Tenga claro que esto no se trata solo de usted o de mí, de su familia o la mía. Esto se trata del bienestar de la sociedad en su conjunto, porque, lo que se aprueba en detrimento de uno solo, se aprueba en detrimento de todos.
Nada sucede de pronto. Todo alejamiento de la propia familia y desinterés por el prójimo disfrazado de “amor” fue precedido por un alejamiento de Dios, Uno y Trino; una vez que éste se da, tan sólo es cuestión de tiempo para que lo demás caiga en un lamentable efecto domino…
“Los sociólogos, al estudiar el futuro del mundo y los males que lo amenazan, se preguntan si los hombres saben amar a sus hermanos. En efecto, parece que el problema esencial se plantea en estos términos: en el mundo, ¿el peso del amor que da la vida, será más fuerte que el peso del egoísmo que engendra la muerte? Para salvar a la humanidad se necesitan hombres que amen sin cesar durante toda su vida” Páter Michel Quoist
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