Guerra justa en la Conquista de América

«Para una guerra justa hace falta una causa justa» Santo Tomás de Aquino

Hace varios años fue realizado un vídeo titulado “La expansión del Cristianismo”. Un mapa mundial en el que se ilustra la difusión del Evangelio a través de la historia; vemos cómo nace durante el Imperio Romano, después hace su aparición el Imperio Bizantino, más tarde el Islam que permanecería hasta el final donde aparece el Comunismo. La parte emotiva se da cuando el Cristianismo llega a América a través de la Conquista, cómo es iluminado casi la totalidad del continente. Gran parte del rechazo a la Evangelización de América alude a la “violencia y crímenes” cometidos por los españoles; otros críticos por la total oposición a la erradicación de las costumbres execrables aludiendo a “cultura”.

A este respecto hay que señalar que, en efecto hubo razones legítimas para llevar a cabo la Conquista del modo en que se realizó, naturalmente haciendo a un lado las mentiras y exageraciones que tantos son proclives a lanzar. Y para ello no hace falta más que observar la transgresión de la ley natural que los indios hacían. La ley natural es el designio de Dios que está presente en todas las cosas de la creación, grabada en nuestro corazón desde el primer instante de nuestra existencia. Así pues, dicha transgresión se hacía mediante sacrificios humanos y ritos idólatras, desordenes sexuales y antropofagia, acciones presentes como un modo de gobierno en toda su sociedad.

Ahora bien, se condena que, al llevar el Evangelio se hiciera una Conquista, una guerra a los indios en lugar de haberlo hecho por medios pacíficos. Los españoles, llámese militares o misioneros, encontraron hostilidad y no paz a su llegada. Difundir la mentira de que los indios eran seres pacíficos y civilizados responde al rechazo de la propagación del Evangelio. El uso de las armas fue necesario para pacificarlos, suprimiendo así las costumbres execrables puesto que el derecho natural obliga, en conciencia, a intervenir para restaurar el orden deseado por Dios, no para exterminar como haría el protestantismo ingles sino como hizo el catolicismo español con la fundación de Virreinatos, catedrales y universidades; llevando a cabo el mestizaje y la instauración de la Ley de Indias; pero principalmente para la Salvación de las almas.

Si buscamos que un drogadicto escuche la palabra de Dios, es evidente que le será imposible hacerlo en estado de intoxicación, -por más insistente y buena que sea nuestra intención-; será necesario primeramente desintoxicarlo, rehabilitarlo y alejarlo de aquel ambiente dañino para que esté en condiciones de escuchar el Evangelio. Del mismo modo, los indígenas habituados a crímenes nefandos requerían estar bajo un gobierno que los dominara y humanizara, para entonces escuchar el Evangelio. Y ¿quién que vea a alguien sumido en las drogas, alcoholismo o en la práctica de sacrificios humanos no querría que dejara de hacerlo y además buscar su conversión y salvación? Esta acción, desde luego, no cualquiera podría llevarla a cabo.

La Conquista de América y la difusión del Evangelio cumplió con lo solicitado para ser llamada guerra justa: bajo autoridad legítima, que hubiese culpables de injuria o agresión a la ley natural y la recta intención de los combatientes. Sin embargo en nuestros días suele oírse diversidad de opiniones al respecto, como el hecho de que es mejor una mala paz que la guerra; instaurar una “paz” no importa sobre qué y acosta de qué haya que hacerlo, propiciando abusos. Otros más opinan que habría sido mejor dejar a los indígenas vivir sumidos en sus costumbres nefandas como lo habían hecho hasta antes de la Conquista, lo cual equivale a estar en contra de la ley natural.

Tales opiniones no son más que una verdadera deformación del Evangelio, pero es comprensible dado que, el discernimiento sobre las cosas de Dios se ha visto nublado con el paso del tiempo:

Hay una distancia abismal entre la España católica de hace cinco siglos, evangelizadora de la mitad del orbe y la España anticatólica y liberal de nuestros días que se avergüenza de sus raíces cristianas.

Hay una diferencia abismal entre los Reyes Católicos de entonces y los actuales reyes adheridos al Nuevo Orden Mundial, cuyo rey recibió la más alta distinción de la masonería española.

Hay una diferencia abismal entre el concepto de Evangelización de entonces y el que se entiende y practica frecuentemente ahora, que es capaz de dejar al pecador en su estado de ofensor de Dios so pretexto de respetar su libertad hundiéndolo en un sincretismo galopante.

Se afirma que toda guerra es injusta. Solo espero que se detenga unos instantes para hacerse esta pregunta:

¿Acaso no hay guerra más justa cuya causa es la Salvación de las almas?

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