¿Hacia el populismo? – El caso de Chile

Chile se encuentra hoy en uno de los momentos más delicados de su historia, y si no se tiene una visión generosa y con altura de miras, el daño podría ser considerable.

Ello, porque el prestigio de nuestra clase política está casi exangüe, lo cual para varios, pone en tela de juicio su continuidad para los próximos años, al menos de buena parte de ella. Todo esto puede hacer que nuestro futuro llegue a ser bastante más complejo de lo que muchos creen o incluso podrían prever solo semanas atrás.

En efecto, los diferentes escándalos que han sacudido primero a la oposición y después al gobierno, así como las continuas reyertas y descalificaciones emanadas de este último, están llevando a buena parte de la población a un peligroso hastío, o en el mejor de los casos, indiferencia respecto a quienes tienen la responsabilidad de dirigir los destinos del país.

A lo anterior han contribuido también el reiterado azuzamiento del descontento –pese a tener la mejor situación económica e institucional de Sud y Centro América–, y de la odiosidad que se ha levantado por todo lo que se ha construido en estos últimos cuarenta años, fruto de un verdadero afán refundacional. Ello, porque cuando las rencillas superan un cierto límite, no solo terminan afectando al adversario, sino que también ponen en peligro la estructura misma que permite existir a quien hace la crítica.

Todo lo dicho ocasiona un flaco favor a la política y a la democracia chilenas, pues es el caldo de cultivo ideal para los populismos, de los cuales ya está plagada América Latina. No solo porque estos verdaderos caudillos terminan apropiándose del Estado, convirtiendo en un espejismo la separación de poderes y la primacía y la igualdad ante la ley, sino porque a fuer de sepultar más abierta o disimuladamente cualquier oposición o resistencia a su ideario, se mantienen en el poder tanto mediante la corrupción, como dando migajas a los más desposeídos a fin de secuestrar su voto.

De ahí al afán de perpetuarse en el poder no hay más que un paso, de lo cual también ya tenemos claros ejemplos, como la pretensión de Rafael Correa, en Ecuador, de lograr para sí la reelección indefinida. ¿Puede haber una práctica más antidemocrática que ésta? Más que república democrática, se asemeja a una monarquía supuestamente popular.

Es por eso que hoy nos encontramos ante una situación tan delicada: porque se están dando las bases para un futuro gobierno populista. Estamos cerca que un vivaracho capitalice el descontento y el hastío existentes, y a punta de demagogia, obtenga un poder total, personalista y que por ello pretenderá hacer irreversible.

*Max Silva Abbott

Doctor en Derecho

Profesor de Filosofía del Derecho

Universidad San Sebastián

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