“La edad adulta no puede controlar el desorden, el resentimiento o el vicio por largo tiempo practicado. El adolescente y joven que no se preocupe por ser dueño de sí mismo, difícilmente lo será en le vejez”.
Fue el 8 de marzo cuando un grupo de estudiantes de la escuela Hazelwood East High School en Missouri se dio cita para una pelea justo a unas cuadras de dicho centro educativo. En el vídeo dos adolescentes de 15 años aparecen, comienza su pelea y pronto una de ellas jalonea a la otra y la tira al suelo dejando caer una lluvia de golpes para luego azotar violentamente su cabeza contra el concreto al menos cuatro veces, provocando convulsiones. La estudiante herida responde al nombre de Kaylee Gain y durante poco más de dos semanas se debatió entre la vida y la muerte.
El vídeo que se hizo viral, muestra una pelea en la que Kaylee está en desventaja tomando en cuenta su complexión y respuesta, lo contrario a su agresora cuya complexión robusta y reacción violenta tuvo un trágico desenlace con una fractura de cráneo y daños en el lóbulo frontal. Después de que la agresora la suelta, Kaylee convulsiona sin que nadie se extrañe o pida ayuda inmediatamente. Es de notar la negligencia de los demás estudiantes que sin empatía alguna siguen en la pelea, incluso quien graba el vídeo, no reacciona. Por otro lado, el Fiscal General de Missouri, Andrew Bailey pidió que la agresora a quien otros estudiantes identificaron como Maurnice DeClue, sea juzgada como adulto, sin embargo su familia y simpatizantes han afirmado que la víctima es Maurnice y la han sometido a un juicio mediático injusto.
A este respecto surgen interrogantes porque, si la agresora era una víctima de acoso ¿Cómo es que no advirtió que los golpes que estaba propinando a Kaylee eran mortales? ¿Cómo es posible pasar del papel de “víctima” a victimaria? ¿Cómo es posible juzgar como menor de edad a alguien que comete un acto delictivo propio de un adulto? El vídeo muestra el desigual peso y fuerza entre Kaylee y la agresora; muestra quien sabe golpear y quien suelta un golpe sin tener destreza alguna. La familia de la agresora arguye que es injusto que una joven “tan consumada” sea juzgada como adulto y la razón estriba en que tiene logros académicos y atléticos, incluyendo el hecho de que habla cuatro idiomas, toca el violín en la orquesta de la escuela y está en el cuadro de honor.
No obstante, argumentar que un agresor es talentoso, lejos de ser un atenuante en el delito, lo agrava enormemente pues deja claro que siendo inteligente y capaz en áreas tan distintas entre sí como el atletismo, la música, los idiomas y las materias en general, se halla sobre la media de los adolescentes y tiene por tanto, una mayor comprensión del daño que una golpiza de esa índole causaría en alguien. Todos estos logros descritos y que muchos considerarían como la máxima realización en una estudiante tan joven, no son garantía de producir una persona de bien en tanto lo primordial se haya descuidado, a saber, el discernimiento sobre lo bueno y malo, la ausencia de límites claros en la vida diaria y el conocimiento de Dios que puede permear en la inteligencia.
La última noticia que se reportó es que Kaylee había salido de la Unidad de Cuidados Intensivos, se encuentra estable y respira por su propia cuenta. En un momento las vidas de Kaylee y su agresora cambiaron para siempre; ese trágico acto que fue grabado y que evidencia la violencia vivida en muchas escuelas alrededor del mundo, no es más que la consecuencia de haber erradicado a Dios de la vida cotidiana, de la vida estudiantil, laboral y social. La labor de los padres en casa es de capital importancia ya que formar no se limita a enseñar a los hijos a defenderse, sino a discernir hasta donde es lícito golpear en defensa propia y dónde el acto se puede convertir en agresión que acabe con la vida de alguien.
Lo sucedido a Kaylee recuerda el doloroso caso de la estudiante mexicana Norma Elizabeth cuando a raíz de una golpiza propinada por su compañera Azahara Aylin en febrero de 2023, tuvo varios episodios de desmayos y náuseas, hasta que en uno de esos trances no despertó, muriendo por traumatismo craneoencefálico. Su agresora fue declarada culpable de homicidio calificado. Si observamos todo el panorama nos daremos cuenta de que las agresiones son cometidas por adolescentes con la saña propia de un delincuente, adolescentes que graban sin el mínimo sentido de culpabilidad, sin empatía alguna, la consciencia esta adormecida. Es entonces que debemos preguntarnos ¿Dónde están los padres de familia? ¿Dónde están los maestros y las autoridades estudiantiles?
Quizá en mayor o menor medida todos hemos abonado a la violencia que hoy vemos en los colegios, sea por negligencia u omisión. Pero aún no es demasiado tarde si cada uno toma las riendas desde el lugar en el que se encuentra…
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