La Alianza de Dios con Moisés.

Manuel Ocampo Ponce
Universidad Panamericana, Guadalajara.

Después de la llamada de Dios a Abraham, vino una nueva intervención divina con el fin de consolidar su descendencia como pueblo elegido. Esto fue por medio de una alianza que, en esa ocasión, se constituyó con todo el pueblo. Recordemos que los descendientes de Abraham tuvieron que emigrar a Egipto empujados por el hambre y la sequía. Emigraron a la tierra fértil del Nilo en donde se establecieron. El problema fue que su vocación les impidió asimilar las costumbres egipcias y acabaron sometidos a la realización de trabajos forzados que les produjeron grandes dolores físicos y espirituales. De hecho, fueron los esclavos que construyeron las ciudades de Pitón y Ramsés (Ex 1,1). La situación de injusticia y de dolor llegó a tal grado que, durante el reinado de Ramsés II (1290-1223 a.C.), lo que vivían clamaba al cielo. Es en ese contexto que Dios llamó a Moisés para salvar a su pueblo.

Recordemos que Moisés había sido recogido del río Nilo y para ese entonces gozaba de una situación privilegiada en la corte de Egipto. Pero esto no duró mucho porque, no tuvo otra salida que matar a un capataz que estaba tratando muy mal a los israelitas, y no le quedó más remedio que huir al desierto en donde sucedió un hecho insólito: Dios se le presentó como el Dios de sus padres (Ex 2, 4-6) y le reveló su nombre: El que es. “Dirás: Yo Soy me envía a vosotros” (Ex 3, 14-15). De modo que el nombre que Dios reveló a Moisés significa: Él es.

Respecto a ese nombre, en la tradición de los setenta intérpretes, se ha subrayado la trascendencia del Ser absoluto de Dios. Se trata de alguien que no se puede definir porque no puede ser delimitado por la mente humana. Sin embargo, algo que nos puede ayudar a comprenderlo mejor su nombre, es el hecho de que en otros pasajes bíblicos Dios se había presentado como “yo digo lo que digo” (Ez 12, 25); yo hago gracia a quién hago gracia (Ex 33, 19), que también exaltan la soberanía y la independencia de Dios. Si leemos detenidamente los pasajes bíblicos, Dios también nos hace ver la necesidad de considerar la eficacia de su existencia en sus obras (Ex 7, 5; 9, 14; 14, 4). Dios revela su nombre que significa que es el Ser Absoluto, es decir, el único Dios; pero también el único Salvador que siempre estará presente porque ha elegido a Israel como su aliado.

Es hermoso reflexionar en el texto donde Yahvé dice a Moisés: “El clamor de los israelitas ha llegado hasta mí y he visto además la opresión con que los egipcios los oprimen. Ahora, pues, ve; yo te envío al faraón para que saque a mi pueblo (los israelitas) de Egipto” (Ex 3, 9-10). “Yo estaré contigo” (Ex 3, 12). La belleza de la reflexión radica en la promesa que Dios hace de ayudar a sus enviados para que superen todas sus adversidades sin abandonarlos jamás.

Durante el éxodo del pueblo de Israel, después del enfrentamiento de Moisés al faraón, las diez plagas acreditaron a Moisés como el enviado de Dios. Esa acreditación consistió en la forma, duración e intensidad en que se presentaron las plagas y los acontecimientos. Los milagros fueron tan portentosos que tanto el faraón como los egipcios y, aun los mismos israelitas, quedaron convencidos de la obra que Yahvé estaba realizando a través de Moisés (Ex 14, 31). El acto culminante fue el paso por el Mar Rojo que, aunque al igual que las plagas coincidió con fenómenos naturales de la región, la forma milagrosa como se presentó provocó la consolidación de la religión yavhista. A nadie quedó duda de que hubo una intervención sobrenatural de Yahvé.

Lo importante que nosotros hemos de recoger de esta reflexión, es que la revelación divina se realiza como una acción a partir de palabras y obras, que se realizan en la historia. Es por eso que los acontecimientos son recordados siempre en el culto que expresa, reitera el hecho y lo exalta, otorgando fundamento y soporte a la fe del pueblo de Israel. Se trata de una garantía de la ayuda salvífica de Yahvé que se va renovando en el presente y hacia el futuro. Dios obró por medio de pruebas, señales, prodigios y guerra, con mano fuerte y tenso brazo, por grandes terrores (Dt 4,34). En el pueblo de Israel, el milagro es invocado durante toda la historia del profetismo, para distinguir los verdaderos de los falsos profetas. Como ejemplo podemos ver el relato de Elías que resucita al hijo de la viuda Sarepta (1 Re 18, 37-39).

En suma, Dios, Señor de la naturaleza y de la historia habla a su pueblo por medio de los profetas y confirma sus palabras por medio de signos, de modo que el primer credo de Israel es una confesión de las grandes maravillas que Dios ha realizado en su historia (Dt 26, 5-9). Como podemos ver, este mensaje es de suma importancia para la vida interior de todo cristiano, porque nos muestra quién es Dios y su modo de obrar en la historia.

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