La ballena: zirconita del cine actual

“El moderno cree que el desorden de su alma es vuelo de semillas, cuando es sólo remolino de detritos”. Nicolás Gómez Dávila

Charlie es un hombre solitario que imparte clases de literatura en línea a estudiantes de universidad. Padece obesidad mórbida, razón por la cual se mantiene la mayor parte del tiempo sentado en un sillón, le avergüenza que lo vean, por ello al impartir clases apaga su cámara so pretexto de que no sirve. Su amiga Liz, enfermera, lo visita con regularidad cuidando de él lo mejor posible; advierte a Charlie de su condición delicada y el peligro que implica rehusarse a ir al hospital; hermana de Alan, quien fuera pareja de Charlie. Thomas es un chico que pertenece a la secta milenarista “Nueva Vida” y va de casa en casa llevando la palabra de Dios. Ellie es hija de Charlie, odia a todo el mundo, es hiriente, tiene rencor a su padre, a su madre y al mundo, su herida tiene origen en la niñez.

La trama gira en torno a Charlie y su deseo de reconciliarse con su hija a quien abandonó para iniciar una vida con Alan, quien había sido integrante de Nueva Vida desde su niñez y que al iniciar la relación con Charlie, le sobrevino depresión y un conflicto personal entre su fe y su relación homosexual, suicidándose. Por su parte, Charlie hizo justo lo contrario, comió hasta el punto de padecer obesidad mórbida que ahora lo tienen al borde de la muerte. Por su parte, Liz culpa a Nueva Vida y sus enseñanzas por la muerte de Alan, por tanto Thomas no es bienvenido; él siendo misionero cree firmemente que puede ayudar a Charlie. Ellie lleva malas notas en la escuela y nadie la quiere, visita a su padre por el interés de obtener dinero. Al final, lee su ensayo de Moby-Dick a su padre, quien logra levantarse y caminar hacia ella, muriendo.

La película está dirigida por Darren Aronofski y escrita por Samuel D. Hunter. Adaptación de la obra de teatro homónima (estrenada en 2011), protagonizada por Brendan Fraser, Sadie Sink, Hong Chau y Ty Simpkins. El personaje de Charlie se basa en parte de la vida de su autor Samuel D Hunter quien se declaró homosexual, padeció trastornos alimenticios y depresión; proveniente de una familia episcopal, más tarde ingresaría en una escuela secundaria cristiana fundamentalista. Sin embargo, a diferencia del personaje de Charlie, Samuel indicó haber encontrado terapia, siendo el mayor apoyo su pareja. La película tira de conocidos recursos del cine actual: masturbación, homosexualidad, pornografía, diatribas contra la religión, obesidad y depresión.

Sin embargo, a diferencia de otras producciones, esta película aborda cada uno de esos puntos de forma agresiva: casi al inicio aparece Charlie en su departamento (donde se desarrolla toda la trama) masturbándose al ver pornografía homosexual. Para describir las relaciones sentimentales y sexuales entre homosexuales se aseguran de usar adjetivos propios de una relación ordenada, por ejemplo: llamar “novio” a su pareja, llamar “amor” y “estar enamorado”; sin embargo, el amor per se es unitivo y complementario, toda relación homosexual adolece de esas características. Lo anterior tiene desde luego, un fin que es ganar la “simpatía o comprensión” del grueso de cinéfilos y hacer que los más reticentes sobre el tema, pasen de largo dado que el personaje padece obesidad mórbida, está enclaustrado y encima tiene depresión severa por haber perdido a su amante.

Las diatribas contra la religión no podían faltar, porque en el cine actual, donde hay un personaje homosexual, hay una crítica siempre ácida a la religión en general, como es el presente caso en el que se le culpa de los males del mundo: “por la muerte de un ser querido, por causar dolor en la vida de alguien, por la idea de que el mundo se va a acabar, porque la gente de pronto se crea mejor persona por aceptar a Jesucristo” o porque simplemente no llovió cuando debía. Liz y Ellie representan esa agresividad hacia la religión, haciendo que ésta -representada por Thomas- se arrincone avergonzada y tímida por llevar la palabra de Dios al mundo. Más tarde vemos a Charlie describiéndole los detalles sexuales de su relación homosexual, agregando “¿te da asco que lo diga?” y grita los padecimientos de su obesidad, espetando la pregunta “¿tanto asco te doy?” obteniendo el tan ansiado “¡Sí!” que “exhibiría” a la religión como “inútil, incapaz de comprender y salvar a nadie, claudicando y marchándose, llevándose su Biblia”. Pero no está de más puntualizar que no se puede salvar a alguien sin su consentimiento, sea que esté de pie y atlético o en silla de ruedas y obeso.

La película es deprimente por cuanto contiene sólo destrucción física, emocional, espiritual y moral sin redención verdadera. Brendan Fraser ha recibido críticas ácidas y absurdas, por ejemplo, que no debió interpretar a un hombre gordo natural y homosexual, cuando él mismo no lo es, ya que “le roba trabajo a los que sí lo son”. En contraparte, recibe elogios por la misma interpretación, sin embargo debemos tener en cuenta que el actor es muy capaz de hacer algo más que sólo fingir atracones de comida, vomitarla, ponerse un traje de obeso, masturbarse viendo pornografía y vomitar diálogos; guste o no, esto lo hace un actor de medio pelo. La producción se da un balazo en el pie (porque no se le puede llamar acierto, cuando no lo buscaba) al exhibir sin miramientos la degradación total a que puede llegar una persona que no ordena su vida en uno o más sentidos, comenzando por el orden moral que, en este caso fue el detonante para todo lo demás.

El vulgo la elogiará, algo que no es posible si en justicia se observa por separado cada componente de la película. La razón es simple: no se puede elogiar una película que hace apología de la práctica homosexual llamando amor a algo que no lo es; no se puede valorar una película que lanza diatribas contra la religión –léase bien- para defender dicha conducta desordenada, cuando bien sabemos que la religión (al menos la religión católica) no rechaza a los homosexuales, sino su modo de vida per se destructivo; no se puede alabar una película que exhibe pornografía y masturbación como cosa normal. Por tanto, no se debe recomendar una película que vomita todo esto al espectador apelando al recurso del padecimiento de obesidad del personaje y su anhelo de restaurar la relación con su hija; el precio que se paga por elogiarla es muy alto a cambio de prácticamente nada.

Que la situación expuesta existe, es innegable, que el dolor padecido por dicha situación es real, también. Cada sí que damos a un vicio o conducta desordenada, nos lleva al punto donde no hay retorno. Cada sí, -aún si es débil- y que damos para adquirir una virtud, fortalece nuestra voluntad para actuar en bien propio. Sea la elección que hagamos, impactará a los que están a nuestro alrededor. La película es el epítome de la destrucción del ser humano sin esperanza alguna y de lo que significa tener un cine plagado de zirconitas vendidas como oro. Usted elije en qué invierte o desperdicia su tiempo…

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