La cerveza en la vida cotidiana

«Del sudor del hombre y del amor de Dios vino la cerveza al mundo» San Arnulfo de Metz

San Arnulfo de Metz nació en Austria hacia el año 580 d.C., ingresó en un monasterio benedictino siendo joven. Llegó a ser obispo de Metz, lugar que fue asolado por una peste que contaminaría sus aguas debido a las condiciones insalubres, el agua al ser consumida provocaba la muerte de los pobladores. San Arnulfo recomendó el consumo de cerveza pues en su proceso de elaboración el agua se hervía quedando libre de gérmenes contaminantes y con ello salvaría muchas vidas. Es considerado el santo patrono de la cerveza y los cerveceros. Moriría en el año 640 d.C., los ciudadanos de Metz pidieron que su cuerpo fuera exhumado y enterrado en su iglesia local. Durante el viaje, los fieles compraron cerveza pero quedaba tan solo un tarro que debieron compartir; aseguran que la cerveza alcanzó para satisfacer la sed de todos, hecho conocido como el milagro de la cerveza.

En el año 1614 el Papa Paulo V incluyó en el capítulo VIII del Rituale Romanum, la bendición de cosas designadas para el uso ordinario como la mantequilla, el aceite, las medicinas y la cerveza. Respecto a esta última, dicha bendición recita lo siguiente:

“Bendice, Señor, esta cerveza, que te has dignado a producir con el mejor grano: que sea un remedio saludable para la raza humana y concede por la invocación de tu Santo Nombre que quien beba de ella pueda obtener la salud del cuerpo y la paz del alma. Por Cristo, nuestro Señor.”

Es claro que el consumo de cerveza ha sido parte de la vida cotidiana desde hace siglos, sea en el arte culinario, como parte de la convivencia social o incluso, como una medida sanitaria. Sin embargo suele hallarse católicos afirmando que la cerveza es de lo más antimasculino que existe, produciendo viciosos con discernimiento nublado, obesos y estrogénicos, es decir lo contrario a lo que un hombre debería ser. Quien así lo afirme parece tener la razón de no ser porque debemos diferenciar el uso razonable del vicio. El abuso en su consumo, es decir el vicio de la embriaguez es desde luego, una falta de respeto a sí mismo y al prójimo, derivando en una ofensa a Dios. El consumo desmedido puede convertirse en pecado si no se controla, intervine aquí además, el pecado de escándalo infligido a los demás. Y el vicio produce en efecto, esa clase de hombres.

Ahora bien, su consumo en sí mismo no es malo, ni tampoco es pecado, es preciso comprender esto, so pena de caer en puritanismo o bien de predicar lo que los sectarios cristianos. Es entendible que alguien no guste de la cerveza, pero hemos de ser objetivos al referirnos a ella y afirmar que su consumo es parte de una convivencia sana; no se bebe por afán de la bebida, no se busca el pretexto solo para beberla, sino porque se está feliz con los suyos, celebrando en familia o con amigos. Y si bien, el consumo no es exclusivo del hombre, pocas cosas tan viriles como la cerveza infaltable en gran parte de las reuniones masculinas. Ha estado presente en el ambiente católico desde hace siglos: Santos, Papas, frailes, sacerdotes, laicos e intelectuales católicos han gustado de esta sencilla bebida.

Parece una futilidad hablar del tema, puesto que podemos decir “cada quien su opinión” ¿no es así? Pero se torna necesario hacerlo al encontrar varones católicos que afirman sin más que la cerveza es de las cosas más antimasculinas que existen; quiere decir que desconocen verdaderamente el contexto de una convivencia sana entre varones, que solo conozcan su consumo en un contexto de vicio y degeneración, o bien, que ha permeado en ellos la propaganda de la “industria fitness” que promueve llevar una vida sana a través de “hábitos de consumo saludables y ejercicio”, cuyo efecto colateral (si no es cauto) es producir hombres (y mujeres) con pensamiento no sano, sino deformado o estéril, tal como aquel católico que considera primero innecesario el ayuno y la abstinencia, luego le horroriza el consumo de carne por aquello “del maltrato animal” y más tarde, se vuelve vegano. ¿Se da cuenta de que la línea que nos separa de la insensatez es a veces muy delgada si no permanecemos vigilantes?

Es respetable que usted no guste, por ejemplo de tal o cual comida, de la tauromaquia o la cerveza, pero en honor a la verdad, debemos ser lo más objetivo posibles cuando hablemos de ello. Y como tantas veces lo ha demostrado nuestra religión católica, Ella es la cura contra las modas y los errores que asolan el pensamiento humano, saliendo al paso siempre. Habría que ver cuántos intelectuales católicos hemos tenido a lo largo de la historia, a los que el beber cerveza o vino jamás afecto su discernimiento, antes bien, formaba parte de su convivencia. Ahí tenemos a un par de mentes brillantes del siglo XX: Gilbert Keith Chesterton e Hilaire Belloc, cada uno con su respectiva cita:

“En el catolicismo, no hay contradicción entre la pipa, la cerveza y la cruz”. G.K. Chesterton

«Dondequiera que brille el sol católico siempre hay risas y buen vino tinto. Al menos yo siempre lo he encontrado así”. Hilaire Belloc

Así que eleve su tarro de cerveza y brinde sanamente…

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