Se cumple un lustro del fallecimiento del escritor, historiador y Premio Nobel de Literatura en 1970, Alexandr Solzhnitsyn (1918-2008). A sus funerales acudieron miles de ciudadanos en Moscú y le rindieron un homenaje de héroe nacional.
Su actividad literaria saltó a la fama internacional, cuando el entonces Presidente de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (U.R.S.S.), Nikita Kruschev, en 1962 y en una actitud política por distanciarse de su antecesor, José Stalin, permitió la publicación de su obra “Un día en la vida de Iván Denísovich”.
Esta obra relata la vida de un prisionero en las estepas siberianas desde antes del amanecer hasta el anochecer. Basta un solo día para que el lector se percate de la existencia tremendamente dolorosa de un personaje, y demás compañeros en desgracia, que vivían en condiciones infrahumanas, malnutridos, con muchos enfermos, padeciendo fríos por debajo de los cero grados, varios son torturados y maltratados. Allí radica la maestría de este escritor, que unas cuantas páginas, narra una historia escalofriante de lo que fueron los destierros del dictador José Stalin.
De inmediato recibió la aclamación tanto en su país como en las naciones occidentales porque era el primer autor que tenía la valentía de narrar esos hechos que hasta entonces permanecían ocultos, o cuando más, eran un “secreto a voces”.
Su siguiente obra, “Primer Círculo” fue muy criticada por considerar que hacía un duro análisis del sistema marxista-leninista. Se le amenazó con expulsarlo de la Unión de Escritores Soviéticos. Y su obra no fue publicada.
¿Por qué se le temía tanto a Solzhenitsyn? Porque desde 1945 había sido condenado a ocho años de prisión y destierro en diversas cárceles por mostrarse en contra del gobierno de Stalin. Tuvo el cuidado de ir guardando -en clave- testimonios de cientos de prisioneros. Tan perseguido era que sus siguientes obras las iba entregando a familiares y amistades para que las enterraran o escondieran.
Así pasaron muchos años. El continuó escribiendo. Posteriormente le sobrevino un cáncer de garganta que superó años después. Pero se percató del estado precario e insalubre de los hospitales y escribió su impactante novela “Pabellón de Cáncer” en la que además filosofa sobre el sentido de la vida, de la enfermedad y de la muerte.
En 1956 se le permitió salir en libertad, pero fue confinado al centro de la U.R.S.S. a una ciudad llamada Riazán. Ya había escrito otras obras como “La casa de Matriona”. Tambén comenzó a redactar “Agosto de 1914”, otras obras de carácter histórico, cuentos, poemas en prosa, y lo que se considera su gran obra de denuncia contra este sistema político opresor “Archipiélago Gulag”, que no era sino una metáfora que usó Solzhenitsyn para relatar los cientos de lugares de reclutamiento repartidos por el extenso territorio de la Unión Soviética donde no se respetaban los más elementales derechos humanos. Se cometían atrocidades de todo tipo, torturas, injusticias… En una frase se podría resumir: “un verdadero infierno” que este escritor quiso plasmar a lo largo de su obra literaria. Por ejemplo, alrededor de 80 millones fueron enviados a estas deportaciones y menos de la mitad regresaron con vida.
Solzhenitsyn tuvo la suerte de encontrarse con una editora que le ofreció –de forma clandestina- enviar todas sus obras y lograr que se publicaran en Inglaterra, Francia, Italia… El mundo occidental sufrió una especie de “terremoto” o fuerte sacudida al leer sus novelas y cuentos. Nunca se imaginaron hasta dónde habían llegado las atrocidades de José Stalin.
En 1970 le fue concedido el Premio Nobel de Literatura, pero temió ir a Estocolmo para recibirlo porque sospechaba que ya no se le permitiría regresar a su Patria. A pesar de ello, el 13 de febrero de 1974, la Unión Soviética decidió enviarlo al exilio.
En Occidente fue aclamado por años como a un héroe por su vida y sus obras. Pero cuando fue invitado a diversos foros internacionales de varios países, por ejemplo, a la Universidad de Harvard, y declaró abiertamente que, en su opinión, el materialismo hedonista había destruido a toda una civilización; que se encontraba sin recursos morales; que no se interesaba más que el placer y el bienestar material; que había perdido sus auténticos valores; que con pena observaba a una juventud degradada y a millones de seres humanos que en Occidente arrastraban una existencia sin sentido porque carecían de Dios, de una religión, de una moral, de virtudes y valores sólidos…
Fue entonces cuando la “bomba estalló” y se le declaró la llamada “conspiración del silencio”. ¿Por qué? Porque ya nadie se interesó ni por sus obras ni por invitarlo a más conferencias.
Se refugió, entonces, con su familia, en Vermont (Estados Unidos) a continuar escribiendo. Continuar escribiendo. Hasta que en 1994, una vez que había caído el “Muro de Berlín (1989), recuperó su ciudadanía rusa y el Presidente Vladimir Putin le invitó a radicar en Moscú. Continuó escribiendo ensayos y obras para buscar mejorar la condición socioeconómica y religiosa de su Patria.
No obstante este deliberado silencio –que todavía persiste- contra este brillante escritor ruso, su obra perdura como una muestra patente de cómo un hombre fue capaz de arriesgar su propia vida y la de su familia, para delatar hechos lamentables y graves injusticias que no podían quedar en el olvido. Por ello, aunado a su indiscutible calidad literaria, se le considera como uno de los grandes escritores de la Literatura Universal.
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