La dictadura del relativismo

Por Xochitl Fernández de Herrera

El relativismo es la postura intelectual que señala que no existe ninguna verdad absoluta, universal, objetiva o necesaria, ya que todo lo que pueda afirmarse respecto de cualquier asunto, se encuentra condicionado por las circunstancias históricas, culturales y personales, dando supuestamente lugar a una visión del mundo más pluralista, tolerante e incluyente, donde se considera que todo es igualmente verdadero y válido para todos los seres humanos, por lo que cada quién tiene derecho a nivel individual de pensar y actuar como mejor le parezca y le convenga.

Aunque en la mentalidad contemporánea y en la sociedad mexicana se encuentra firmemente  arraigada esta forma de pensamiento, ya que en el ámbito político, cultural y educativo se considera que no es democrático tratar de postular una verdad sobre todo en cuestiones morales y religiosas; el relativismo no es algo nuevo ya que tiene sus orígenes en el pensador griego Protágoras (s. V a. C.) quién dijo que “el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto son, de las que no son, en cuanto que no son para indicar que es el hombre quien le confiere la verdad a la realidad de las cosas.

Paradójicamente en el mundo actual se considera que oponerse al relativismo es ser intransigente o dogmático, aunque curiosamente esta postura al afirmar la tesis de que “toda verdad es relativa”, además de caer en una contradicción, ya está imponiendo un juicio universal y absoluto acerca de la verdad.

El Papa emérito Benedicto XVI denunció dicha forma de pensar a la que se refiere como la “dictadura del relativismo porque no reconoce nada como definitivo y deja como última medida al propio Yo y sus antojos”. Como era de esperarse el Pontífice fue tachado de intransigente, retrógrada y dogmático.

A pesar de las críticas, Benedicto XVI señaló en su entrevista con el periodista Peter Seewald que aunque en la modernidad el concepto de verdad ha caído bajo sospecha porque históricamente se han cometido muchos abusos en nombre de  “la verdad”, no podemos suponer que el hombre es incapaz de alcanzar la verdad porque en ese caso tampoco sería capaz de tener un comportamiento ético y moral.

Uno de los grandes peligros está en que se desvanece la línea entre el bien y el mal, ya que desde esta óptica todas las acciones humanas se consideran neutras y se justifican en base a las intenciones, consecuencias y/o resultados que se obtienen de ellas. Con esta forma de pensar impera la ley del más fuerte o de la mayoría, porque cada quién vive como quiere y desea, sin referencia a Dios ni a las demás personas, dificultando la convivencia pacífica en comunidad.

De acuerdo con Benedicto XVI, aunque pareciera que el relativismo completa el concepto de libertad, en realidad puede llegar a destruir ese “don” maravilloso que inmerecidamente se le ha concedido al ser humano.

Es evidente que el gran problema del relativismo es que considera que el hombre es el fundamento de la verdad de las cosas, olvidando que la verdad está en el ser de las cosas, antes que en el sujeto que las conoce, y a pesar de que como dijo poéticamente Campoamor “en este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”, tendremos que responderle como cristianos con las palabras de Machado: “¿Tú verdad? No, la Verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela”, porque por la fe estamos firmemente convencidos que “Cristo es la Verdad, el Camino y la Vida” (Jn 14, 6).

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