La escuela rusa, Mijail Ivanovich Glinka

Los músicos eran seres serviles

Esa opinión tan drástica y tremenda, era cómo se consideraba a los músicos. Eran casi esclavos al servicio de gente poderosa, para organizar bailes, y fiestas, pero nada más. No existían instituciones dedicadas a la enseñanza de la música.

Mijail Ivanovich Glinka nacido en una aldea rusa, proviene de una familia acomodada. Al terminar sus estudios, es un simple funcionario de transportes, pues aunque la música no dejaba dinero, era un complemento de la educación, o sea que muchos de los músicos de esa época eran autodidactas.

Qué momento más difícil para todos aquellos que tenían esta vocación, o sea qué si no tenías una fuerte pasión por ella, era imposible vivir de esto. Y a pesar de la vocación la vida no era fácil para ninguno de ellos.

Cuando apenas tenía diez años empieza a tocar el piano y estudia violín gracias a un tío suyo que había formado una orquesta privada. Los que sentían este fuerte llamado tenían una lucha interior, ya que cómo imaginarán, había momentos de desconsuelo, miedo y desorden. Pero la vocación es algo contra lo que no se puede luchar, a pesar de los duros y complejos momentos que sin duda atravesaron.

Su postura política y social se puede apreciar en una de sus grandes óperas. La Vida por el Zar. Aunque en esos momentos la ópera italiana invadía Europa, la Vida por el Zar, es la interpretación que da el músico al diálogo entre el pueblo campesino y el Zar.

Otra de sus grandes obras, Ruslan y Ludmila, es una clara muestra de lo que este compositor quiere mostrar; una cara íntima de la vida en su país y un rechazo a la música de occidente. Este singular compositor no obtiene el reconocimiento en su patria y emprende un viaje que le lleva a España. Aquí siente una gran inspiración con su música y escribe algunas composiciones, como la Jota Aragonesa y Noche de verano en Madrid. Esto tiene importante repercusión, ya que es una de las primeras imágenes musicales de una España soñada, pero no por artistas locales.

Que increíble resulta que un músico salga de su patria y logre identificarse con la música de otro país. Un ser que quería a toda costa rescatar sus tradiciones y llevar la música al grado que le correspondía y que por el momento histórico que le tocó vivir emigre y encuentre que también se puede realizar oyendo música de otros lejanos lares.

He nombrado a este compositor porque gracias a él, cómo ya vimos se organiza el famoso grupo de los cinco, que dieron un total cambio a la música de su Rusia.

No he mostrado detalles de su vida, pues creo lo más importante, es ver que, cuando hay una verdadera vocación, no importa ni el momento, ni el país, sino el ser fiel a los sentimientos y aspiraciones y renunciar a casi todo por ser honesto con uno y sus ideales. Eso hoy lo tenemos un poco descuidado y solamente damos importancia, al beneficio material que pueda dar. Por supuesto no todos los que se consideran artistas, son así. Hay un llamado, una llama y una entrega que, a pesar de las épocas, nos ha despertado y mostrado que nada es imposible, cuando existe verdadero entusiasmo y decisión.

Glinka apreciado por su sencillez, había transferido con un entusiasmo intuitivo, el contenido de las raíces populares rusas a las estructuras operísticas occidentales cerradas, adaptándolo más o menos sin llevar a cabo radicales transformaciones. Sin embargo, había dejado en el aire un interrogante con La Vida por el Zar. Asuri La Gran Música, Artes Gráficas Toledo, S.A.

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