La Fertilización In Vitro: ¿En realidad un beneficio para toda la humanidad?

Los incentivos y las expectativas positivas entre los seres humanos siempre han sido alicientes a que la gente innove, mejore y prospere en cuanto a la persona humana se refiere.

En este caso, de manera específica me centraré en el Premio Nobel. Premio que año con año se entrega desde que Alfred Bernhard Nobel (Estocolmo, 21 de octubre de 1833 – San Remo 10 de diciembre de 1896) a quien se le hace honor con el nombre, se sentía culpable por su responsabilidad como empresario enriquecido a través de una industria productora de dinamita, cuyo principal mercado era la minería, pero también la guerra. Hecho que pudo haber sido la motivación principal de su afamado testamento, quizás unida a la costumbre de la época de realizar acciones para hacer trascender su nombre al morir.

Culpabilidad que al saberse proveedor de material necesario para aniquilarse entre personas durante la guerra, lo hacía sentirse cómplice de tantas muertes. Lo que lo llevó a dejar el testamento mencionado, que a continuación cito: “La totalidad de lo que queda de mi fortuna quedará dispuesta del modo siguiente: el capital, invertido en valores seguros por mis testamentarios, constituirá un fondo cuyos intereses serán distribuidos cada año en forma de premios entre aquéllos que durante el año precedente hayan realizado el mayor beneficio a la humanidad.

Dichos intereses se dividirán en cinco partes iguales, que serán repartidas de la siguiente manera: una parte a la persona que haya hecho el descubrimiento o el invento más importante dentro del campo de la física una parte a la persona que haya realizado el descubrimiento o mejora más importante dentro de la química, una parte a la persona que haya hecho el descubrimiento más importante dentro del campo de la fisiología y la medicina; una parte a la persona que haya producido la obra más sobresaliente de tendencia idealista dentro del campo de la literatura, y una parte a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz.

Los premios para la física y la química serán otorgados por la Academia Sueca de las Ciencias, el de fisiología y medicina será concedido por el Instituto Karolinska de Estocolmo; el de literatura, por la Academia de Estocolmo, y el de los defensores de la paz, por un comité formado por cinco personas elegidas por el Storting (Parlamento) noruego.

Es mi expreso deseo que, al otorgar estos premios, no se tenga en consideración la nacionalidad de los candidatos, sino que sean los más merecedores los que reciban el premio, sean escandinavos o no”.

En el testamento he subrayado lo más importante que ahí se estipula; que se otorgue dicho reconocimiento a quien “haya realizado el mayor beneficio a la humanidad” con su descubrimiento. Frase que me lleva a pensar en los premios entregados este año, y de manera particular al Premio Noble de Medicina, Robert Geoffrey Edwards (27 de septiembre de 1925, Manchester), quien es un fisiólogo pionero en la investigación en medicina reproductiva y fecundación In Vitro.

A mediados de los años 50 comenzó a investigar sobre la posibilidad de extraer un óvulo de una mujer, e implantárselo de nuevo tras fecundarlo en el laboratorio con espermatozoides de un donante.

Junto al ginecólogo Patrick Steptoe llevó a cabo con éxito la primera concepción efectuada a través de una fecundación realizada fuera del cuerpo de la madre, lo que llevó al nacimiento del primer bebé probeta, Louise Brown, el 25 de julio de 1978. Sin embargo y a pesar de lo increíble que esto pueda sonar y de lo maravilloso que parece, se omiten muchos conceptos que son de suma importancia para poder cuestionar al Instituto Karolinska, quien decide a quién se le entrega el Nobel de medicina, su coherencia en cuanto al objetivo principal de la entrega del reconocimiento y su decisión de haberlo dado a dicho científico.

Un hecho irrebatible es que la fecundación In Vitro comporta muy frecuentemente la eliminación voluntaria de embriones, es decir, de seres humanos. Como si el embrión humano fuera un simple cúmulo de células que se usan, se seleccionan y se descartan.

Cabe destacar que un tercio de las mujeres que recurren a la procreación artificial, llegan a tener un niño, sin embargo considerando la relación entre el número total de embriones producidos y el de los efectivamente nacidos, el número de embriones sacrificados es altísimo. Suceso que los especialistas aceptan como un precio que hay que pagar para conseguir resultados positivos.

En pocas palabras queridos lectores, el fin justifica los medios. Dichas técnicas de fecundación, como todo acto humano enjuiciable por la ética, han ocasionado que no solamente parejas con problemas de esterilidad recurran a ellas, sino que personas con el único objetivo de poder hacer una selección genética de sus hijos.

Burdamente es como “ir al supermercado y elegir lo que más me convenga”. La triste realidad, que a menudo es silenciada, como en muchos temas de la medicina y otros asuntos que producen intereses económicos, dichas técnicas de fertilización In Vitro, son deplorables puesto que con todas sus derivaciones que en este espacio ya no nos ocupan (recomiendo se investigue más al respecto) parecerían estar puestas al servicio de la vida, y que son practicadas no pocas veces con esta intención, pero en realidad dan pie a nuevos atentados contra la vida misma.

Es legítimo el deseo de un hijo, son una bendición, y es comprensible el sufrimiento de los cónyuges afligidos por el problema de la infertilidad. Sin embargo, ese deseo no puede ser antepuesto a la dignidad que posee cada vida humana hasta el punto de someterla a un dominio absoluto. El deseo de un hijo no puede justificar la “producción” del mismo, así como el deseo de no tener un hijo ya concebido no puede justificar su abandono o destrucción.

Entonces para concluir con el escrito que como todos, trata de abrir los ojos a cuanto lector se tope con este blog, mi pregunta ahora sería si en realidad el Sr. Nobel estaría de acuerdo con la entrega del premio de este 2010 al Dr. Edwards.

Puesto que repitiendo el propó
sito principal del reconocimiento es con la idea de dárselo a quien haya hecho “el mayor beneficio a la humanidad”, a TODA la humanidad y no solo a una parte de ella. Hecho que me hace pensar en algunos investigadores, carentes de referencias éticas y conscientes de las potencialidades del progreso tecnológico, y que ceden la lógica de satisfacer lo que cada cual desea subjetivamente, así como a la fuerte presión económica propia del campo. Finalmente, es preciso mencionar que frente a la instrumentalización del ser humano en el estado embrionario, hay que repetir que no hay diferencia en cuanto a la dignidad humana se refiere, entre el recién concebido, aún en el seno de la madre, y el niño o el joven o el hombre maduro o el anciano. No hace diferencia, porque en cada uno de ellos está un código genético único, irrepetible, ininterrumpido que hace pensar y cuestionar el criterio tomado para la elección del “ganador” al Nobel de medicina de este 2010.

Nos leemos pronto para no quedarnos atrás y ver hacia delante.

 

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