La importancia del estudio de Santo Tomás de Aquino hoy

Manuel Ocampo Ponce
Universidad Panamericana, Guadalajara.

El 28 de enero se celebra la fiesta de Santo Tomás de Aquino. Y por eso conviene recordar que Santo Tomás es un santo muy importante porque además de santo es doctor de la Iglesia. Su obra es tan importante que ha servido para aclarar prácticamente todas las cuestiones doctrinales acerca de la fe con una precisión sobrenatural, resolviendo problemas de todas las épocas de la Iglesia. Por eso además de Doctor Eucarístico ha sido llamado “el sol del mundo”.

Para inicios del siglo XIX, ante los movimientos anti-teológicos racionalistas, liberales, socialistas y críticos de la religión, la autoridad de la Iglesia resaltó el invaluable valor de Santo Tomás de Aquino para la formación católica. Como prueba de esto tenemos que, para la segunda mitad del siglo XIX, bajo el impulso de los Papas, se lograron varias ediciones de las obras de Santo Tomás entre las que se encuentra la edición leonina dispuesta por el Papa Leon XIII.

Para darnos un poco de idea de la importancia de Santo Tomás, es necesario saber que el Papa Leon XIII publicó la Encíclica Aeternis Patris el 4 de agosto de 1879, presentando a Santo Tomás como maestro de la Iglesia, instando a todos los teólogos a seguir su método (DS 3135-3140). Pero además de esto, el Código de Derecho Canónico de 1917 incluye la amonestación del mismo Papa Leon XIII de seguir el método de Santo Tomás como una ley obligatoria en la Iglesia (Canon 1366 parágrafo 2). Es preciso aclarar que tanto la Aeternis Patris como la prescripción canónica se refieren a la Filosofía y a la Teología de Santo Tomás.

La grandeza de la obra de Santo Tomás radica en su profundidad, en su precisión y en su perenne vigencia, por lo que, en esta segunda mitad del siglo XIX, florecieron numerosos pensadores católicos estudiosos de su pensamiento con gran profundidad y envergadura que dejaron un importante legado de artículos, libros científicos y manuales de Dogmática en distintos lugares y universidades de todo el mundo.

Entre estos frutos tenemos las 24 tesis tomistas que publicó la Congregación Romana de Estudios el 27 de julio de 1914 a raíz del Motu Proprio Doctoris Angelicus del Papa Pío X del 29 de junio del mismo año. Es así como a partir de los años de las guerras mundiales del siglo XX, la Filosofía de Santo Tomás ha sido un elemento seguro contra las desviaciones del pensamiento filosófico y teológico contemporáneo que se ha caracterizado por ser eminentemente relativista y nihilista. Esto se debe a que la Teología de Santo Tomás tiene una sólida fundamentación metafísica enfocada hacia la realidad y fundada en la capacidad cognoscitiva del hombre. De modo que la Teología de Santo Tomás no es una propuesta más en la historia de la Iglesia, y Santo Tomás no es un filósofo y teólogo más entre muchos. Otra prueba de ello radica en que, durante el Concilio de Trento, la Suma Teológica de Santo Tomás se colocó junto a la Biblia manifestando así, la importancia que tuvo durante el concilio. Además de esto terminando el Concilio en 1567, el Papa Pío V declaró a Santo Tomás Doctor de la Iglesia poniendo de relieve la importancia de la doctrina tomista para defender la verdad católica.

Como vemos, la obra de Santo Tomás no es cualquier obra, ni Santo Tomás es un pensador cristiano más en la historia. Porque hasta el día de hoy, su obra está muy por encima de cualquier otra obra cristiana que se haya ofrecido en la historia. Por eso el Papa Leon XIII con la Aeternis Patris y muchos Papas más lo han colocado como heredero genuino de la inteligencia cristiana, como guía por excelencia de la Teología y de la Filosofía y como patrono de las Universidades, Academias y Colegios.

Lo anterior no implica que el pensador tomista piense que la doctrina católica se reduce a la obra de Santo Tomás. Tampoco implica que no haya consciencia de que con Santo Tomás no ha terminado la explicitación de los contenidos de la revelación. Porque por naturaleza la Teología apunta al desarrollo de una Verdad que apunta a lo Infinito. Pero lo que sí tiene la doctrina de Santo Tomás es su aplicabilidad a la solución de toda clase de contextos y cuestionamientos y su total apertura en las conclusiones para el desarrollo de la ciencia. El verdadero tomista sabe que Santo Tomás nos ofrece un sistema totalmente cerrado en sus principios perennemente vigentes, en cuanto son los principios que rigen la realidad creada por Dios, pero abierto al infinito en sus conclusiones, en sus aplicaciones y en sus respuestas a toda clase de contextos y situaciones. Por eso, el verdadero discípulo de Santo Tomás jamás deja de investigar y de aportar.

Me atrevo a decir que los innumerables fracasos en la teología moderna y contemporánea, se deben al desprecio que los pensadores modernos han tenido de los grandes teólogos y pensadores de los tiempos pasados entre los que destaca Santo Tomás. Pero los que hoy se dicen formadores, no son conscientes del que el mismo Concilio Vaticano II amonestó a los estudiantes “a aprender e ilustrar los misterios de salvación y a penetrarlos profundamente mediante la especulación, conducidos por el magisterio de Santo Tomás.” Tampoco son conscientes o no quieren aceptar que, como lo mencionamos antes, el Código de Derecho Canónico reitera contundentemente que los estudiantes de Teología deben adentrarse en el estudio de la verdad revelada, teniendo especialmente como maestro a Santo Tomás. Pero además hoy se desconoce o no se acepta la declaración Gravissimum educationis de 1965 que trata sobre la educación cristiana en general y que destaca la importancia de Santo Tomás.

Lastimosamente, Santo Tomás es cada vez más desconocido, despreciado y hasta atacado en muchos ámbitos académicos y católicos. Y en los estudios de ciencias sagradas hay cada vez menos profesores que sepan enseñar a leer y a estudiar a Santo Tomás, al punto que su obra es para muchos prácticamente inalcanzable y desconocida. Las consecuencias de esto están a la vista: un modo irracional de proceder, que manifiesta un mundo volcado sobre sí mismo, que desprecia a Dios porque lo desconoce, o que se crea un Dios a la medida de cada conciencia y de cada pastor. Todo esto constituye un fracaso en la pastoral y más aún en la Evangelización de la Cultura.

Cfr. Y. Congar. Le moment “économique” et le moment “ontologique” dans la sacra doctrina (Revelation, Theólogie, Somme Théologique): M.D. Chenu (Paris 1967) 145-149 y 177.

Decreto Optatam totius 16.

3 CDE c.252, parágrafo 3.

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