Recientemente, el Parlamento Europeo ha condenado –igual como hicieran algunos movimientos feministas hace algún tiempo– el aborto y la selección prenatal en función del sexo, esto es, que se termine con la vida de niñas por el sólo hecho de ser tales. Sin duda una resolución notable, si se toma en cuenta la avalancha abortista que hoy nos invade, como muestran algunos sucesos recientes.
Así por ejemplo, en su último informe sobre el estado de la población mundial, la FNUAP está abogando por un nuevo “derecho humano”: la “planificación familiar”. De este modo, pretende lograr un completo control sobre la procreación, lo cual evidentemente, incluye el aborto ante un embarazo ‘no deseado’ o incluso ante un ‘hijo no deseado’, si éste no corresponde al sexo querido o presenta patologías que no se está dispuesto a aceptar.
Por su parte, ONU Mujer está llamando a erradicar la violencia contra la mujer en todo el mundo, puesto que según el organismo, ellas viven en un ‘estado de miedo’. Y si bien existen muchos aspectos positivos, no hay que ser muy suspicaz para darse cuenta que el embarazo está siendo considerado cada vez más como un acto de ‘violencia’ contra la mujer si no es querido por ésta.
En Irlanda, una mujer embarazada ha muerto recientemente de manera trágica, y aun cuando todavía no está claro si ello podría haberse evitado con un aborto, dicha situación ha sido astutamente aprovechada por el lobby abortista para exigir la liberalización de esta práctica en ese país.
Y por supuesto, ya se ha hecho costumbre que diferentes documentos e informes internacionales sigan alertando sobre la supuesta “sobrepoblación” del planeta, llamando a tomar –y financiando– drásticas políticas de control de la natalidad, que incluyen el aborto quirúrgico o químico, sobre todo en los países pobres.
Ahora bien, si para sus partidarios/as el aborto es considerado: 1) un ‘derecho humano’; 2) un método más de control de la natalidad; 3) una parte ‘esencial’ de la salud de la mujer –al punto que para algunos el embarazo es una ‘enfermedad de transmisión sexual’–; 4) una instancia de liberación de la ‘violencia’ que ellas sufren; 5) la manera de sacudir de sus hombros el verdadero “castigo” de la maternidad; 6) una herramienta fundamental para el desarrollo profesional y personal de la mujer a fin de colocarla en una situación similar a la del hombre; y si unido a todo esto, 7) el no nacido es cualquier cosa menos una persona, ¿de qué se escandalizan algunos/as cuando se tiene noticia del aborto selectivo de niñas?
Con estas premisas es imposible impedir la mayor discriminación arbitraria contra las mujeres: matarlas antes de nacer por el sólo hecho de ser mujeres. Todo lo cual ha sido el fruto, paradójicamente, de una serie de pseudoderechos que en teoría, pretenden exactamente lo contrario.
*Max Silva Abbott
Doctor en Derecho
Profesor de Filosofía del Derecho
Universidad San Sebastián
Chile
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