La muerte: un cambio de casa

Meditar sobre la muerte, cuya conmemoración es el próximo 2 de noviembre, me viene a la memoria un recuerdo muy vivo de cómo se prepara y celebra el Día de los Fieles Difuntos en mi natal Sonora.

Eran mis abuelos maternos los que conservaban esta tradición. Se preparaban con tiempo las cosas: ir al mercado y comprar suficientes flores, llevar leña, escobas, trapeadores, litros de agua, etc.

Y se animaba a todos los hijos, en este caso once, a que cooperaran activamente. En la cocina se preparaba un menudo sonorense y un ponche muy caliente.

Ya en el panteón, se cenaba y al ponche -los que quisieran se le ponía un poco de aguardiente- en su vaso, según el gusto.

A continuación, comenzaba la operación de limpieza: regar, barrer, trapear las tumbas de los familiares difuntos hasta que quedaran muy limpias. Al terminar, se colocaban las flores. “Para que se note que realmente los queremos”, decía mi Tía la menor.

Entonces se encendía una buena fogata que alumbraba y calentaba lo suficiente. Era una costumbre generalizada en todas las poblaciones del sur del Estado.

Después venía el rezo de las tres partes del Santo Rosario. Estaba prohibido “echar relajo”, según recuerda una de mis tías menores que hasta la fecha es risueña y platicadora. La reprimenda cariñosa podía venir por parte de mi abuela Rosita, quien decía: “Recuerden a lo que venimos, a trabajar y a rezar”.

Terminado el trabajo y los Rosarios, comenzaba una tertulia para recordar a algunos de los familiares fallecidos, siempre en tono de respeto porque se estaba en Campo Santo. Pero llamaba la atención que a la muerte se le veía y se le sigue viendo como algo normal.

Hay que tomar en cuenta que mi abuelo nació a finales del siglo antepasado y mi abuela nació en 1900. O sea que el espacio de años era considerable como para preguntar asuntos de la familia.

Por ejemplo, ¿Y cuándo decidieron abandonar el pueblo minero de Álamos?

-Cuando se agotaron las minas de plata.

-Fue entonces cuando bajamos al Valle de Mayo -señalaba mi abuelo- a fundar diversas poblaciones como Navojoa (antes Pueblo Viejo), Huatabampo, Etchojoa, Cajeme, etc. De esta manera se inició la agricultura, la ganadería, se pusieron varias granjas…

Al pasar un tiempo prudente en la velada, mis abuelos y mis tíos se retiraban a dormir para asistir a la Santa Misa, el 2 de noviembre, y pedir por todos los fieles difuntos.

Jesucristo en los Evangelios nos anuncia que para los que amamos y cumplimos sus enseñanzas, en el Cielo nos preparará una morada o lugar que con mucho cariño Él nos ha preparado, y seremos eternamente felices, ante la Presencia de Dios-Padre, de Dios Hijo y Dios Espíritu Santo podremos admirar a la Santísima Trinidad donde se contiene toda la Belleza, la Bondad y la Verdad.

¿Cómo será Aquello? Y responde San Pablo: “Ni ojo vio, ni oreja oyó, ni pasaron a hombre por pensamiento las cosas que Dios nos tiene preparadas para aquellos que le aman”. Sin duda, estas palabras del Apóstol nos empujan a luchar por ser mejores cada día.

San Josemaría Escrivá de Balaguer escribe que “la muerte será para ti una buena amiga que te facilita el camino” (Camino, No. 735).

También insiste este santo “alégrate (…) porque cada día que pasa te aproxima a la Vida” (No. 737).

Hay otro punto (No. 744) en el que nos dice este “santo de lo ordinario”, como lo llamó San Juan Pablo II, con motivo de su Canonización en 2002: “Tú (…) no has de morir. -Cambiarás de casa, y nada más”.

Muchas personas, de todas las edades, se preguntan: – “¿Dios en su Infinita Bondad, en el Paraíso nos permitirá ver y estar con nuestros seres queridos?

He conversado largamente de este tema con Doctores en Teología y, en forma unánime me han contestado que: ¡Por supuesto! Es parte de la llamada Gloria Accidental en la que podremos estar con nuestros padres, hermanos, abuelos, amigos, etc.

Y terminamos diciendo, ¡Qué bueno es Dios con nosotros! Un Padre amoroso que conoce a la perfección nuestros deseos más íntimos.

Acompañados de la mano siempre bienhechora de Nuestra Madre del Cielo, Ella conducirá nuestra vida a Buen término y nos colocará ante la Presencia de la Trinidad Beatísima. Lógicamente, por ser Nuestra Madre quiere lo mejor para nosotros, sus hijos.

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