La pornografía: El vicio que puede afectar a padres e hijos

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El vicio de la pornografía es una epidemia, que se está convirtiendo en pandemia, la cual enferma gravemente a la sociedad, por lo que hay que luchar contra ella y sanar a las víctimas. Está lleno de obscenidad, impudicia, indecencia, deshonestidad, impureza, inmundicia, inmoralidad, lujuria, lascivia, etc. En la pornografía están incluidos, tanto los que se presta a exhibirse, como los que la producen, los que la venden, los que la compran y los que la visualizan.

15 Efectos de la pornografía en los hombres:

1. Aceptar la violación con más eximentes y atenuantes, alegando la imposibilidad de frenar los instintos sexuales exacerbados.
2. Acometer actitudes de promoción y aceptación de la promiscuidad.
3. Adormecer la conciencia para auto creerse, un estado de bienestar falso.
4. Anular o debilitar la propia voluntad.
5. Aumentar las posibilidades y probabilidades del divorcio.
6. Convertirse en adictos, teniendo que recurrir a profesionales, para salir de la adicción.
7. Desarrollar la infidelidad dentro del noviazgo o del matrimonio, practicándola y aceptándola.
8. Desconectar de la realidad de la vida y sustituirla, por una falsa realidad virtual.
9. Desinteresarse por querer llegar al matrimonio y formar una familia.
10. Deteriorar la capacidad de relación entre familiares y amigos.
11. Dificultar las relaciones personales, al fracturar el amor y la capacidad de entrega.
12. Eludir la realidad para huir hacia una ficción peligrosa.
13. Empezar una escalada sin fin, de actividades sexuales pervertidas.
14. Perder la sensibilidad y responsabilidad ante las mujeres, más débiles emocionalmente, más desprotegidas o más indefensas.
15. Producir la retroalimentación de la ansiedad y de la depresión.

La creciente demanda del consumo de pornografía, está rompiendo matrimonios y las sanas relaciones entre los novios y amigos. Los usuarios la encuentran muy fácilmente a través de los avances tecnológicos, los medios de comunicación y las redes sociales, que aunque ellas sean en sí mismas, una magnifica herramienta para el desarrollo de la sociedad, también lo es, por su extensión, velocidad y capacidad de almacenamiento, una herramienta para fomentar la pornografía.

Hay varios niveles de adicción, en cada una de las segmentaciones de la pornografía. Las principales son: La lujuria solitaria, la masturbación, la fantasía erótica en pensamientos y deseos, el romance sexual imaginario, el voyerismo, el ser objeto fotográfico, la fornicación, las conversaciones eróticas, (personales, telefónicas o de chateo), el sexo gratis o pagando, la adicción a la prostitución, la iniciación a los comportamientos homosexuales, el exhibicionismo, el fetichismo, el froteurismo, la pedofilia, el masoquismo sexual, el sadismo sexual, el travestismo, etc.

El consumo de la pornografía está asociado, con muchos resultados negativos a la salud, tanto emocionales, como psicológicos y físicos, como depresión, ansiedad, comportamiento erróneo y violento, debut sexual a menor edad, promiscuidad sexual, riesgo creciente de embarazos adolescentes y una manera distorsionada de concebir las relaciones entre hombres y mujeres.

Los padres tienen que tener en cuenta, los retos que la pornografía plantea para su propia familia, tanto en los padres, como en los hijos. Contra sus efectos negativos, no pueden luchar solos, sin utilizar los caminos y las herramientas ya probadas, que cuenta la Iglesia y la sociedad sana.

La lucha con ella no debe terminar solamente, condenándola, este es el principio. Los padres tienen que avivar su concienciación y tener un compromiso formal y coherente, para hacerle frente, principalmente con su propio ejemplo de rechazo, fomentando la educación religiosa, explicando los problemas y daños irreversibles que produce, en el matrimonio y en la familia en su conjunto, pero especialmente en los hijos.

Algunos padres cargan con una gran culpa, al no haber sabido convencer a sus hijos de los graves peligros que supone, la producción y el consumo de la pornografía. Dado el fácil acceso a los medios de comunicación, la pornografía se va introduciendo, sibilinamente, en la sociedad. Empieza con un desprecio total, hacia las virtudes de la honestidad, la moralidad, la pureza, la castidad, la decencia, etc. y termina aceptando las condiciones que impone la pornografía, en la sociedad. Los padres tienen que estar muy vigilantes, sobre las redes sociales que sus hijos utilizan.

Los hombres consumen mucha más pornografía que las mujeres, pero ellas producen mucha más, para atraer a los hombres. A nadie le deberían sorprender, las nefastas consecuencias que algunas originan, con su indecencia sexual, ya que algunas provocan situaciones pornográficas agresivas, que podrían haberlas evitado, si hubieran sido más decentes en sus vestidos, posturas, gestos y conversaciones, evitando así, el fomento del consumo de pornografía en los hombres.

Por eso los padres, tienen que hablar muy claro con los hijos e hijas, para que sepan que, queriendo o sin querer, están produciendo pornografía, al enviarse fotografías muy personales, que nadie sabe dónde terminan.

La pandemia de la pornografía y sus devastadores efectos en los niños, en los jóvenes, en las familias y en la sociedad, cada vez es examinada con más inquietud por los médicos y los religiosos. Se basan en las pruebas científicas de destrucción, que originan las evidencias de este gran daño, que continúa acumulándose. Primero se toma como costumbre, después como habito y posteriormente como vicio, y entonces es muy difícil la salida.

Los padres deben poner presión a los maestros, visitando las escuelas de sus hijos, para comprobar los libros y programas de estudios, con los que están enseñando a sus hijos. Si no lo hacen, no valen lamentaciones, ni escusas, por no haberse involucrado con los profesores, en la educación moral y académica de sus hijos.

Los niños son las primeras víctimas de la pornografía, pues la van viendo inconscientemente, como una cosa normal y luego cuando crecen, ya es tarde para darse cuenta, que se han quedado enganchados a ese vicio, que en su día vieron como normal. Una vez que las imágenes y los comentarios entran en sus cerebros, es muy difícil, si no es, casi imposible, borrarlos de su cerebro.

Los padres tienen que estar muy vigilantes con sus hijos, pues la pornografía la tienen a su disposición inmediata, gratuita e interminable en las redes sociales. Hay muchas opciones y medios, tanto para proteger a la niñez de ver pornografía, como para el tratamiento de individuos y familias, que sufren de sus efectos negativos.

El adicto a la pornografía busca cada vez mayor placer, al punto de ir aumentando sus actividades sexuales, la frecuencia e intensidad de éstas, y el ir agregando otro tipo de actividades y niveles con mayores riesgos. Piensa que un placer tiene que ser mayor que el anterior, lo que es insostenible, ya que todo tiene un límite. La conducta sexual aditiva y compulsiva, es muy peligrosa también, por el riesgo de aceptar las graves posibilidades de contraer y difundir enfermedades de transmisión sexual.

Hay muchas formas de encontrar la curación de ese vicio y de sus efectos derivados. Así podrá obtener la libertad de la conciencia, que ha sido atrapada por su consumo. Consúltelo con un sacerdote, pastor, rabino o imán, según la religión que cada uno practique. Ellos le recomendarán algunos de los muchos recursos prácticos, que la Iglesia tiene disponibles, para las personas que quieren luchar contra la adicción a la pornografía: Planes concretos de acciones, las terapias de consejo, los grupos de apoyo, para los individuos o las familias, las oraciones, las lecturas especializadas, etc.

francisco@micumbre.com

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