La verdad y la lealtad

«La lealtad exige hambre de formación, porque -movido por un amor sincero- no deseas correr el riesgo de difundir o defender, por ignorancia, criterios y posturas que están lejos de concordar con la verdad». San José María Escrivá de Balaguer

Hace tiempo circuló en redes sociales una imagen con el siguiente texto: “El problema no esta en que Juan se disfrace de mujer y se sienta una mariposa. El problema está en que imponga su fantasía a la sociedad, exija en que se enseñe en los programas escolares como realidad, pida privilegios por ello, mediante la ley y con el dinero de los demás” frase atribuida a Macarena Bercovich en 2019. La publicación que fue posteada este año por un fraile de la Orden de Predicadores, fue replicada centenares de veces y posteada por separado por cuentas de católicos y grupos que luchan por la familia y los valores.

Como aquella imagen lo mostraba, permea en las redes sociales el pensamiento de que una acción nuestra es disculpable si se hace en lo privado, sin escandalizar a los demás, sin imponer a los demás nuestro modo de vida. Tal es el caso particular de la práctica homosexual, que es de suyo una conducta desordenada. Este pensamiento es muy propio de liberales sin credo alguno y cada vez más del grueso de católicos cuando dicen algo similar a: «Cada quien puede hacer lo que quiera en su vida privada y el Estado no puede ni debe prohibirlo, y ellos (los homosexuales) no pueden imponer su modo de vida a los demás». ¿Parece sensato, no es así?

Pero la realidad es que sí está mal que un hombre se vista de mujer, no importa si nadie lo ve; está mal la práctica homosexual aunque se haga en privado; está mal la mutilación genital, el aborto y la eutanasia aunque no se use dinero de nuestros impuestos para financiarlo, etc. El liberal todo lo ve en términos de «la propiedad de uno mismo y de libertad ilimitada” mientras no toquen su dinero y se haga en lo privado, deleznable. El católico por el contrario, todo lo ha de ver en términos de salvación de las almas, ordenando las acciones en lo privado y público, en lo que dice y cómo lo dice, en lo que calla y en lo que piensa.

Nuestras acciones desordenadas, afectan a los demás del mismo modo en que las virtudes y buenas acciones pueden beneficiarles. Debemos poner las situaciones a la luz de la fe católica, la razón es simple y San Pío X exclamaría aquellas poderosas palabras que serían el lema de su pontificado: “Instaurare omnia in Christo” (Restaurar todo en Cristo). Al final, no podremos excusarnos de la responsabilidad que tenemos de promover el bien común. No obstante, antes de aprobar un mensaje, debemos leerlo al menos dos o tres veces ya que puede resultar difícil diferenciar entre lo bueno y lo que parece bueno.

No es circunstancial que el liberalismo sea enemigo acérrimo del orden social cristiano. Y la lealtad a éste último exige de nosotros –como lo dijera San José María Escrivá-cierta formación para no difundir opiniones que están lejos de la verdad. Restaurar el orden –aún en las redes sociales- puede hacerse con simples publicaciones, somos responsables de lo que en ellas decimos, textos que puede ser replicado miles de veces en un tiempo muy corto, particularmente si provienen de un sacerdote católico. Luego entonces, el texto correcto a la imagen debe ser: “El problema sí está en que Juan se disfrace de mujer y se sienta una mariposa. El problema también está en que imponga su fantasía a la sociedad…”.

Una vez advertido el error, salgamos al paso por lealtad a la verdad…

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