Alonso nació bien, o eso pensaba yo. Mi embarazo fue totalmente normal y el APGAR que le dieron al nacer fue bastante alto, pero a lo largo de los primeros meses yo notaba que Alonso no se comportaba como los demás bebés de su edad. Por supuesto que todas estas dudas yo las consultaba con el pediatra, y mes tras mes me dio largas, diciéndome que a veces las mamás queríamos que nuestros hijos fueran los primeros en todo, y que tal vez Alonso no iba a ser uno de los primeros. Todo yo me lo creía feliz, porque lo último que yo quería que me dijera era que estaba enfermo (yo creo que él tampoco nunca se imaginó que tuviera una enfermedad así). El pensaba que yo no lo sabía estimular y por eso me mandó a un típico baby gym. Esta fue la peor época de toda mi vida, porque el comparar a otros niños con el tuyo, sabiendo que el tuyo tiene algo (porque esa vocecita que tenemos las mamás nunca se esfumó), y que por más que yo le cantaba y hacía los ejercicios con él, mi pobre chiquito no avanzaba. La misma guía de este baby gym fue la que además de mí, se dio cuenta que Alonso tenía algo y de ahí empecé con este peregrinar tan doloroso. Fui con un neurólogo y nos aconsejó que le hiciéramos más estudios porque podría tener desde una debilidad muscular hasta una distrofia muscular, pero que ese panorama era el peor. Tuvimos la oportunidad de irnos a Boston y ahí nos dieron el diagnóstico nefasto. En efecto Alonso padecía una enfermedad progresiva e incurable. Para entonces yo ya estaba embarazada de mi segundo hijo, Gonzalo.
¡Por supuesto que me quise morir! ¡Yo ya había sufrido muchísimo con lo de Guillermo y ahora venía esto! La verdad yo siempre he tratado de estar cerca de Dios y en ese entonces me sentía más que nunca, pero también más traicionada que nunca. Yo le preguntaba que porqué me había escogido para estar viviendo eso y le decía que porqué no había escogido a alguien más que estuviera más lejos de El, que yo no me lo merecía. ¡¡¡¡¡Desde luego que no me lo merecía!!!!! ¡¡¡¡¡Y hoy por hoy le sigo haciendo esa misma pregunta de porqué se fijó en mí para darme la bendición de tener un hijo como Alonso pues siento que no me lo merezco!!!!!
Nació al poco tiempo Gonzalo y a los 3 años Maite.
Es cierto que Alonso ha sido una bendición, igual que mis otros dos hijos, pero Alonso es muy especial. Ha sido muy desgastante ir viendo cómo su cuerpo ya no lo funciona nada, ha perdido toda la movilidad motriz y poco a poco la irá perdiendo de sus órganos internos, porque finalmente todo nuestro cuerpo es músculo y al no tener un gen que produce una encima que es la encargada de darle fuerza a todos los músculos del cuerpo, éstos se van deteriorando poco a poco.
Por supuesto que he vivido siempre con miedos. Al principio eran muy tontos pero al fin y al cabo miedos de lo que le pasara a Alonso casi inmediatamente. Esas situaciones a las que yo les tenía miedo, por supuesto que se presentaron tal cual, pero siempre (o por lo menos hasta hoy) he sentido la presencia de Dios que nos ayuda a seguir adelante. Ahí es donde te das cuenta de que Dios es fiel y que siempre estará con nosotros. A veces no está como a mí me gustaría, haciendo una entrada triunfal como en un show de Las Vegas, pero al pasar el tiempo me doy cuenta que indiscutiblemente estuvo y está siempre conmigo.
Hoy por hoy Alonso está estudiando 4º semestre de Administración en la Anáhuac y está muy feliz. No sé cuánto tiempo Dios permita tenerlo aquí conmigo y seguir disfrutando de su presencia, sí doloroso porque a nadie nos gusta ver sufrir a nuestros hijos, pero al final del día, llena de bendiciones.
Yo podría decir que el dolor es horrible, a nadie nos gusta sufrir, ni a mí tampoco, pero desde luego que me considero muy afortunada que Dios se haya fijado en mí para darme a través de Alonso tantas bendiciones, para poder vivir a través de él, un pedacito de cielo, para poderle dar a la vida y a sus circunstancias el verdadero valor que tiene y el poder vivir una vida, dentro de mis posibilidades unida a la cruz de Nuestro Señor.
Yo veo a Alonso y me doy cuenta que es un ser especial, que tal vez para nosotros los humanos esté “mal hecho, esté defectuoso”, pero que como en la creación, “vio Dios que era bueno” y me lo creó. Alonso me ha enseñado que a pesar de tantas lágrimas y dolores espantosos, todos, güeros o morenos, flacos o gordos, chaparros o altos, listos o tontos, todos somos imagen de Dios y como en Master Card, eso no tiene precio.»
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