El compromiso voluntario, verbal o escrito, hecho de buena fe a través de la palabra dada o de un documento, es lo que alguien se compromete moral o jurídicamente a realizar. Debe ser cumplido totalmente y respetado rigurosamente, en la medida en que sea moralmente justo. Ese compromiso ante terceros, se convierte en obligación y puede generar responsabilidades, en caso de no cumplirse e incluso, poner en juego la credibilidad del que no lo cumple.
Compromiso también se denomina a la promesa matrimonial religiosa (esponsales), que los futuros cónyuges se hacen recíprocamente, de contraer nupcias en el futuro. No tiene que dar miedo a nadie, el asumir el compromiso y la responsabilidad de querer, cuidar y proteger al cónyuge, para toda la vida.
Hay dos formas de entender el compromiso matrimonial: Los que lo contraen eclesiástica y voluntariamente ante Dios y ante los hombres, con el firme compromiso para ambas partes de ser indisoluble a perpetuidad, y la unión civil, inscribiéndose solamente en un registro, para vivir simplemente junto a otro, donde la ruptura del compromiso adquirido, ya está establecida incluso antes del comienzo.
Este último grupo no quiere asumir el compromiso del matrimonio para siempre y se casan civilmente, solamente por un tiempo, mientras les convenga. Por lo tanto las razones o excusas para el divorcio son muy diferentes, ya que si no tienen creencias religiosas, solamente lo consideran como un contrato civil, sin compromiso perpetuo, que cuando quieran lo pueden disolver con el divorcio.
El compromiso hecho a otra persona en nombre de Dios, comprometen el honor, la fidelidad, la veracidad y la autoridad debida a Dios, por lo que en justicia deben ser respetados fielmente y el no cumplirlos supone una falta grave. Pero los compromisos hechos para hacer una obra mala, no obligan a nadie.
Asumir un compromiso adquirido voluntariamente, va más allá de las obligaciones impuestas y se convierte en una obligación, hacia uno mismo y hacia los demás, cuando se hace público y tiene consecuencias sobre otros. Por eso hay que pensarlo muy bien antes de hacerlo, para no conformarse solamente con lo afectivo de las “relaciones líquidas”, que son las que se adaptan a cualquier “recipiente” situación.
Los padres tienen la obligación de insistir en la enseñanza a los hijos, de la virtud del compromiso. Hay muchas personas que gracias a su acertado concepto del compromiso, su ayuda a la sociedad civil es inmensa, a través de las ONG (Organizaciones No Gubernamentales). Nadie les obliga a comprometerse, pero esas personas lo hacen de forma continua, sincera y altruista. Mayoritariamente son las personas han recibido una educación, en la que los valores del compromiso y de la fidelidad, son el motor que les permite amar al prójimo como a ellos mismos.
6 Situaciones analizables sobre los compromisos futuros:
Cuando el compromiso conlleva cansancio físico, intelectual y económico, hasta el límite de las posibilidades y no hay forma de pararse para reparar las fuerzas una vez empezado.
Cuando el compromiso produce grandes interrogantes y dudas que afectan a la mente, sugiriendo abandonarlo.
Cuando hay diferencias entre los que se comprometen y los que tienen que sufrir el desacuerdo o los silencios largos y reflexivos.
Cuando hay un compromiso cuyo incumplimiento o diferencias, se tiene que someter a árbitros o amigables componedores.
Cuando son sobre asuntos graves o importantes, sobre el que se compromete y los que no reciben la obligación contraída.
Cuando todo se va desarrollando normalmente y no hay discrepancia, entre el compromiso adquirido, ni con lo que influye en los demás.
Aceptar o imponerse compromisos, puede producir miedos e inseguridad, pero las personas tienen que mostrar y transmitir confianza, en saber que van a cumplir lo comprometido, con la seguridad que ello les hará bien y evitarán el rechazo de los demás, la soledad personal y el aislamiento si no lo cumplen.
El compromiso consiste en saber en qué y cómo comprometerse y cómo mantener lo comprometido, en proyectar la mejor comunicación posible y en abrir de par en par los brazos, especialmente a los más necesitados, para acoger, escuchar, dialogar, comprender y enriquecer.
Hay que comprometerse, darse y dar, sobre todo cuando alguien pide con necesidad nuestra ayuda, nuestro quehacer y nuestra obligación. No hacerlo, supone perder la sensibilidad, que es igual a los que oyen, pero no escuchan.
El verdadero compromiso es un estilo de vida, que define a determinados tipos de personas. No se improvisa, hay que irlo desarrollando poco a poco, según las capacidades y deseos de cada uno. Con el ejemplo hay que intentar que haya personas que lo crean, lo sigan y lo extiendan.
El compromiso basado en el conocimiento y la práctica de las virtudes y valores humanos, produce felicidad, plenitud de vida, alegría y desarrollo emocional. Tiene que servir para ponerse a pensar en el presente y en el futuro, en la vida del prójimo, en la existencia de cada uno, en las necesidades de la familia y de la sociedad, en la promoción humana.
El compromiso no debe producir un temor que justifique el refugiarse en la superficialidad, ni puede ser algo efímero, del estilo de “si te he visto, ni me acuerdo”. Supone una obligación, pero no debe tener el sentido de sumisión, o que solamente se puede asumir en ocasiones excepcionales.
Rechazar o eludir el compromiso, abre paso a una espontaneidad aleatoria, gracias a la cual cada uno hace lo que le da la gana, es decir, lo que se le ocurre imprevisiblemente. Hay que comprometerse porque la vida está llena de compromisos, en el plano familiar, en el profesional, en el social, en el afectivo, en el jurídico, en el religioso y en muchos más. La vida es una suma de compromisos y vínculos. Los que pretenden no utilizar su capacidad de compromiso, no son libres, son prisioneros de su egoísmo.
La valía de una persona puede medirse por el número y calidad de sus compromisos, y que esté dispuesta a cumplir. Por eso, aunque todo compromiso en algún momento de la vida, resulta costoso y difícil de llevar, perder el miedo al compromiso, es el único modo de evitar que sea el azar o la indecisión, quien acabe por comprometernos. Quien jamás haya sentido el tirón que supone la libertad del compromiso, no puede disfrutar de la profunda naturaleza de la libertad. No se es más libre, cuantos menos compromisos haya que asumir.
La sociedad se mejora a través de los compromisos fuertes, personales o colectivos, sacando a relucir o actualizando sus potencialidades de responsabilidad, equilibrio y generosidad, lo que no puede hacer nadie ajeno a los compromisos. Es necesario que todos participemos, cada uno según el lugar que ocupemos y el papel que desempeñemos en la sociedad, en asumir voluntariamente el compromiso generoso de hacer el bien al prójimo en las tareas sociales, pues ésto es un deber inherente a la dignidad de la persona humana.
8 Graves situaciones que destruyen los compromisos:
Cuando da un miedo incontrolable, las consecuencias del compromiso adquirido.
Cuando desaparece el encanto físico de los comienzos, y empiezan a romperse u olvidarse los compromisos y proyectos asumidos, incluso el de construir juntos el futuro familiar.
Cuando falta el respeto interior y exterior, la comprensión y el entendimiento entre los cónyuges, estando solos o acompañados.
Cuando la ruptura del vínculo matrimonial quebranta o lesiona el derecho del otro cónyuge, y el bien de los hijos, los cuales necesitan la unión estable de los padres, para su desarrollo.
Cuando no hubo desde el principio, la suficiente preparación para estudiar y entender el compromiso que se iba a adquirir, y las responsabilidades que conllevaba.
Cuando por la infidelidad conyugal, de adulterio o económica, se rompe el compromiso del amor mutuo, exclusivo y para siempre, produciendo la desconfianza, la traición y el fracaso.
Cuando se alega que son preferibles las malas consecuencias, que cumplir el compromiso, sin tener en cuenta el daño que se hace al prójimo, por no cumplirlo.
Cuando surge la indiferencia, la falta de comunicación, la frialdad amorosa, la crítica constante, la mutua responsabilidad y el entendimiento hacia el otro cónyuge.
Los padres si quieren demostrar una verdadera autoridad y credibilidad, tienen que ser los primeros, en saber hacer compromisos y cumplir con firmeza y consistencia la palabra dada, principalmente en los conceptos de educación, desarrollo y relaciones familiares y sociales. Cumplir los compromisos conlleva inteligencia, disciplina, obligación y responsabilidad con uno mismo y con los demás.
Los hijos siempre esperan que se cumplan los compromisos que sus padres, les han dado bajo su palabra. Si esto no ocurre, la desilusión y desconfianza, pueden llegar a ser muy difícil de recuperar.
francisco@micumbre.com
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