Nunca agradeceremos bastante el hecho de que nuestros padres, y luego los profesores, nos animaran a cultivar la afición por las buenas lecturas.
En un principio nos presentaron las obras de Julio Verne y Emilio Salgari, autores que nos hacían transportarnos a fascinantes e imaginarios mundos. Ahora viene a mi memoria “La Isla Misteriosa” de Julio Verne, que es una novela de innumerables aventuras, pero también de profundas reflexiones. Aquel puñado de náufragos que han llegado a una isla –aparentemente solitaria- en medio del Océano Pacífico, nunca pierden la esperanza y el optimismo de ser rescatados algún día.
Después nos introdujeron en los libros clásicos de la Literatura para adolescentes, y, además, en libros de Historia, Geografía, Ciencia y otras disciplinas. Nos compraron diversas y enriquecedoras enciclopedias. Recuerdo a los grandes inventores, a los más reconocidos científicos, a las biografías de personajes admirables, a esas atrayentes descripciones de las batallas de Napoleón, o bien, de la Primera o la Segunda Guerra Mundial.
Todo ese bagaje cultural me ha servido para tener como una plataforma de conocimientos y despertar mi curiosidad por acudir a otras lecturas.
Mi hermano Arturo y yo solíamos tener competencias sobre los generales más destacados en la II Guerra Mundial, sus combates y sus numerosas hazañas. Él admiraba mucho al general y estratega militar, Erwin Rommel, el llamado “Zorro del Desierto” por su valentía y audacia
¿Por qué relato esto? Porque los libros, con sus profundos conceptos, son el alimento del conocimiento. Además, las buenas lecturas nos ayudan a acudir a libros de consulta o al Diccionario de la Real Academia Española.
Las lecturas nos despiertan el interés por abordar otras áreas del saber humano. Nos desarrolla la imaginación. Nos aumenta la capacidad de concentrarnos y deducir conclusiones lógicas. Ellas nos permiten conocer, descubrir y explorar nuevos mundos.
Se mejora la sintaxis, el vocabulario, la ortografía y nos podemos expresar con propiedad. Facilita la comunicación con nuestros familiares y amistades al relatar y recomendar aquellos libros que más nos gustaron.
Nos ayuda a aprovechar el tiempo y a permanecer activos durante el día. Nos hay tiempo para la ociosidad y para los buenos lectores no existe el aburrimiento.
Activa a las neuronas cerebrales y se incrementa la inteligencia. Es un eficaz modo de sano entretenimiento, incluso para salir del estrés, según afirman los psicólogos.
Sin duda, nos ayuda a mantener una buena conversación, a socializar y a cultivar nuevas amistades.
Así se explica que cuando los profesores nos dejaban de tarea en el fin de semana de escribir un relato con un tema libre para que nosotros eligiéramos. Ese encargo nos fue ayudando a mejorar nuestra capacidad narrativa. También, en los concursos de Oratoria nos permitía abordar temas de actualidad para exponer en esos eventos.
El poeta chileno Pablo Neruda, Premio Nobel de Literatura en 1971, escribió al respecto: “Los libros que más te ayudan son aquellos que te hacen pensar. Un gran libro de un gran pensador es un buque de pensamiento, cargado de belleza y verdad”. El célebre escritor, Fulton J. Sheen, también afirmó: “Cualquier libro que nos inspire a llevar una vida mejor, es un buen libro”.
Ahora bien, es verdad que actualmente existen videojuegos increíbles que divierten mucho, pero son sólo eso: entretenimientos. Es decir, no contribuyen a desarrollar todas las maravillosas facultades del cerebro que he mencionado antes. Por ello, hay que animar a los niños y a los adolescentes a que se planteen acudir a las buenas lecturas.
En mi caso, es probable que al estar en contacto con esas lecturas se fue desarrollando en mí el interés por las Humanidades. Ya que además de la carrera de Comunicación, estudié Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM en la que profundicé sobre el desarrollo histórico de la lengua española, así como en la literatura mexicana, española y latinoamericana. En esta carrera se nos enseñó el análisis teórico, lingüístico y crítico de la creación literaria. Fue una experiencia enriquecedora que me abrió amplios horizontes acerca de nuestra rica Lengua Española.
Por ejemplo, ahí descubrí el valor literario de la obra del poeta Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura en 1990. Me deslumbró su poema “Piedra de Sol” similar, por su universalidad, al poema “La Tierra Baldía” del poeta inglés Thomas S. Eliot, considerado uno de los poemas más importantes de la Literatura Inglesa del siglo XX, también Premio Nobel de Literatura en 1948 por sus novedosas aportaciones ya que revolucionó el arte del verso.
A los niños y a los jóvenes se les puede alentar a leer un sencillo artículo de una cuartilla y, poco a poco, que se les anime a leer un folleto y, a continuación, un pequeño libro. Y preguntarles por las áreas del saber que más les agradan. De tal modo que gradualmente vayan adquiriendo ese interés por las buenas lecturas.
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