Las leyes que permiten el aborto, ¡sí pueden revocarse!

El pasado 22 de enero, a pesar del intenso frío en Washington, D. C., se llevó a cabo una gigantesca manifestación a favor de la vida de los no nacidos y, simultáneamente, se realizaron marchas en Los Ángeles, Baltimore, New York, entre otras ciudades.

Personalmente me dio mucho gusto que, en su mayoría, eran jóvenes universitarios y de bachillerato, quienes encabezaban con mantas y pancartas esta manifestación. En 1973, se aprobó en Estados Unidos la sentencia del “Caso Roe contra Wade” y paulatinamente se fueron permitiendo más causales para “abrir la manga” sobre el supuesto “aborto legal” hasta llegar a alcanzar, en 2015, a la escalofriante cifra de ¡55 millones de niños inocentes a los que se les privó de su derecho a vivir!

¿Cuántas películas no hemos visto sobre el holocausto judío en los campos de exterminio nazis? Sin duda, muchas. Pero, ¿sobre este holocausto silencioso? Pocas. Recuerdo un documental titulado “Dinero Sangriento” (ver www.youtube.com/videos), donde se muestra claramente que el aborto es una industria que deja bastante dinero a los médicos, enfermeras y clínicas que han proliferado en la Unión Americana. Pero la esperanza es que con estas manifestaciones por la vida, año con año han ido cobrando más fuerza y los ciudadanos han llegado al convencimiento de que sí se pueden revocar esas leyes injustas. Pero hay que rezar y trabajar, continuando con la labor de cabildeo con los legisladores, entregándoles dossiers con material científico objetivo, promover más marchas, impartir conferencias por todos los puntos geográficos del país, difundir estos conceptos a través de las redes sociales…

El Arzobispo de Los Ángeles, Mons. José Gómez comentaba que se trataba de poner por obra lo que el Papa Francisco estaba pidiendo: “celebrar la belleza y dignidad de cada ser humano” y en un Twit que envió el Santo Padre decía: “Rezo por esa Marcha por la Vida en Washington. ¡Qué Dios ayude a respetar siempre la vida, especialmente de los más débiles”. En un interesante reportaje escrito por Michelle Boorstein del Washington Post y reproducido por El Economista (edición semanal del 30 de enero al 5 de febrero de 2015, págs. 8 y 9) recoge unas palabras de Mons. Gómez de Los Ángeles quien señala que no se trata únicamente de presentar un frente contra el aborto sino plantear esta cuestión en positivo, es decir, ayudar a que los ciudadanos tomen conciencia del inmenso valor de la vida humana, pero comprendida en todas sus dimensiones: desde que están los niños en el vientre materno, cuando son infantes, adolescentes o personas mayores para oponerse a la eutanasia y a la pena de muerte, entre otros muchos puntos más.

“El aborto -comentaba- es el mayor problema de los derechos civiles y lo fundamental es dejar en claro que toda vida humana importa y mucho”. En suma, se trata de promover la cultura de la vida -a la que tanto nos animó a trabajar San Juan Pablo II contra esa perversa cultura de la muerte que desde algunos organismos internacionales, como la O.N.U., diversas ONG’s y otros países del Primer Mundo quienes destinan millones de dólares y euros para tratar de imponer el aborto, las esterilizaciones masivas, la Píldora del Día Siguiente y demás artefactos contraceptivos en todas las legislaciones, particularmente en las naciones en vías de desarrollo.

En Madrid (España) y en París (Francia), en los últimos años, los ciudadanos también han salido a manifestarse en las principales avenidas con una cifra récord de más de un millón y medio de personas. La pregunta es, ¿Y en México cuándo podremos llevar a cabo manifestaciones de esta magnitud y repercusión en la opinión pública? Porque está claro que la ley de despenalización del aborto en el Distrito Federal, aprobada por la Asamblea Legislativa en el año 2007, se debió a la presión de un reducido grupo de políticos, legisladores e intelectuales y, sabemos de sobra, que esa decisión es tremendamente impopular en el resto de los ciudadanos mexicanos.

En abril de 2014 sumaban ya en la Ciudad de México 119,522 mexicanos vilmente asesinados mediante diversas técnicas abortivas (revista Proceso, 24 de abril de 2014). Me pregunto, ¿Cuánto tiempo más vamos a esperar pasivamente, permaneciendo “agachados” y sumisos, con miedo de protestar, de dar la cara por defender a tantos bebés inocentes que son llevados día a día al matadero? Porque al igual que en Norteamérica, también en México hay médicos sin ética que practican frecuentes abortos al amparo de leyes injustas y es dinero sucio que va a parar a sus bolsillos.

Y esto no es cuestión de la práctica de una determinada religión o de una moral específica sino que se trata de pensar con sentido común, de elemental lógica humana y un mínimo conocimientos de Perinatología, Embriología y de Bioética para percatarse que se está atentando -no contra una lagartija o un ratón- sino contra la vida de un ser humano, quien es merecedor de todos los cuidados, cariño y atenciones médicas, comenzando por el mismo Estado. Todos conocemos a muchos ciudadanos mexicanos que son ateos, agnósticos, que se declaran no ser practicantes o que pertenecen a otras religiones y que igualmente están en desacuerdo con este holocausto silencioso.

Pienso que lo que debemos de hacer es conjuntar fuerzas, sumar sinergias -dejando de lado absurdas divisiones- y unirnos en esta gran labor por promover la cultura de la vida. Hay que convencernos de esta realidad y trabajar -con continuidad y sin desánimos- para lograr este objetivo común que la inmensa mayoría de los mexicanos anhelamos, ¡que sí se puede revocar esta ley contra la vida de los no nacidos y lograr que se introduzca en el Primer Artículo de la Constitución Mexicana el deber prioritario de preservar la vida de los no nacidos, desde que el óvulo es fecundado!

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