Tener autoestima es importante, tener amor propio es bueno y deseable para la vida diaria, ya que nos lleva a aceptarnos e impulsa a mejorarnos cada día. Sin embargo, casos como el de la actriz y comediante mexicana Michelle Rodríguez que recientemente apareció en la portada de la famosa revista Marie Claire, ha causado su impacto. No solo se trata de romantizar y normalizar la obesidad aludiendo a una mal entendida autoaceptación, sino imponer además, un estereotipo que busca erradicar lo que la conocemos como belleza y estado saludable de las personas, so pretexto de la “inclusión”. Pero habría que remarcar que no se muestra a la actriz en una portada, se exhibe a la actriz.
¿Entonces, una persona obesa o falta de peso, no puede ser portada de una revista? Claro que sí, empero tiene qué ver la forma en que se presenta el trabajo fotográfico. Podría haberse tratado de una actriz atlética y bella y sin embargo, ser presentada de forma vulgar. La actriz en cuestión, expresó su indignación por las críticas recibidas a su apariencia pidiendo que se le reconociera su valía, su talento, su trabajo profesional, su dignidad como ser humano, etc. Sí bien en las páginas centrales se habla de su carrera, la sesión fotográfica exhibe su cuerpo, no su talento, era obvio que recibiría críticas sobre el primero que es donde se provocó el mayor impacto mediático; a quien debe censurar la actriz es al equipo de fotografía. Otro habría sido el resultado si hubiesen mostrado su rostro en portada, invitando con ello a enfocarse en su trabajo como actriz, como había hecho la revista durante décadas con infinidad de actrices a lo largo del mundo.
Las revistas mostraban en portada rostros, vimos así a una Sofía Loren, Jane Fonda o Catherine Denueve, esta última portando un bello sombrero de paja, sosteniendo un abanico con dibujos de toreros, el rostro medianamente visible, ¿se le quería nulificar? No, el trabajo fotográfico fue fino, dirigiendo las miradas al trabajo de la actriz. Ello sucedía hace más de medio siglo. Con el paso del tiempo las portadas de las revistas fueron mostrando mujeres de manera vulgar, quedaba atrás el encanto natural y elegancia que llamaba la atención, para mostrar ahora, mujeres poco femeninas, excesivamente delgadas u obesas, en otras ocasiones desaliñadas, en poses vulgares, así como editar artículos sobre hombres que mutilaron sus genitales para presentarlos como si fueran mujeres. La industria del espectáculo no busca la “inclusión” de nadie, tiene una agenda que cumplir la cual se trata de cambiar paradigmas, de deconstruir la sociedad.
Por otro lado hay que decir que la belleza física no es subjetiva. Todos sabemos reconocer cuando un varón o una mujer son guapos, del mismo modo en que sabemos que la obesidad y la anorexia son enfermedades que deben tratarse en bien de la persona que la padece, independiente de si tienen un gran carisma o no, si son talentosas o no. La belleza del alma es otro tema, puede resplandecer de tal manera que ilumine el rostro de alguien poco agraciado, así como transformar para las facciones de un hombre bien parecido, si el alma está ennegrecida. Lo mismo sucede con la salud, es objetiva; las personas obesas por ejemplo, tienden a padecer –más que la media de la población- de enfermedades como diabetes, hipertensión, colesterol y triglicéridos, con costes altos para sí mismos y para la salud pública.
Ahora bien, la gordofobia no existe, no se le teme a los obesos, nadie dice (ni jamás debería decir) que deban esconderse sintiéndose avergonzados de su estado, no. Lo que aquí expongo es que su estado físico no debe venderse como algo saludable so pretexto de “inclusión”, porque sería mentir con todas sus letras. Todos hemos sabido lo difícil que es para una persona obesa salir de este estado para mejorar su salud, y si seguimos el tono del discurso actual, entonces ¿esa persona se odia por querer bajar de peso y mejorar su condición física? Desde luego que no. Del mismo modo, es irreal presentar a un fumador u alcohólico empedernido como una forma aceptable de llevar la vida e instándole a sentirse orgulloso, evitando que se sienta “excluido” de la sociedad, ¿nota el absurdo? El alcoholismo, el cigarro, la obesidad, la anorexia son problemas de salud pública.
No se duda en absoluto de la valía de cada persona y toda burla a alguien que padece obesidad o anorexia, debe ser desechada. La crítica no debe ser acoso en modo alguno, pero debemos discernir todo aquello que se nos presenta en la actualidad como «belleza, autoaceptación y amor propio» que no es sino una distorsión, pretendiendo imponerse como una verdadera dictadura, buscando amordazar toda opinión que disienta, tachándoles de odio o de tener miedo a alguien. Si a la industria del espectáculo le interesara que apreciáramos la belleza genuina, entonces no exhibiría personas semidesnudas, sea de la complexión que sea. No debería ser problema tampoco para nadie reconocer la belleza física de una Katherine Hepburn o de un Cary Grant y de su respectivo porte y elegancia. Pero parece que todo ello resulta una amenaza para la imposición de estándares irreales ¿Y quién podría incitar a su repudio sino una industria que odie la genuina belleza física e interior?
Quien se ha empeñado en exhibir por años cuerpos excesivamente delgados como sinónimo de belleza, no somos nosotros sino la industria del espectáculo en la cual trabajan los actores que son solo una pieza dentro de esta guerra mediática y siendo los primeros que deberían exigir respeto cuando su trabajo es presentado en la portada de una revista. Amarse a sí mismo no es abandonarse, conformarse con un estado poco saludable. Amarse a sí mismo es aceptarse con todo lo bueno que se posee, reconociendo aquello en lo que se ha de mejorar en cuestión de salud física, emocional y espiritual. Y nadie empieza a amarse realmente hasta que toma medidas para mejorarse en uno o más de estos aspectos…
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