“Los hábiles aceptan envilecerse para triunfar y terminan fracasando porque se envilecieron” Nicolás Gómez Dávila
Solemos decir que hemos hecho sacrificios cuando nos esforzamos por conseguir algo que deseábamos: una licenciatura, un doctorado, aprender otro idioma, recuperarnos de una enfermedad, estar en forma, viajar a algún lugar, obtener una medalla, étc. Y los sacrificios pueden ser de diversa índole: privarnos de ciertas comodidades, levantarnos muy temprano y dormir hasta tarde, ahorrar, estudiar en días de descanso, dejar de asistir a fiestas, étc.
En la reciente entrega de los Globos de Oro, la actriz Michelle Williams dirigió un “poderoso” discurso al recibir su premio, algo digno de observar:
“Como mujeres sabemos que le pueden ocurrir cosas a nuestros cuerpos que no son nuestra elección”. Cada mujer sabe que teniendo relaciones sexuales puede quedar embarazada, por tanto la elección de tener un hijo o no es antes de mantener dichas relaciones sexuales. Hay que enfatizar que el uso de anticonceptivos no es la solución al aborto como muchos incautos piensan, muy por el contrario, ambos son parte del círculo vicioso que conviene a la industria del aborto
“Y no hubiese podido hacerlo sin usar mi derecho como mujer a decidir. De poder decidir cuándo y con quién tener mis hijos cuando me sintiera preparada, apoyada y capaz de balancear mi vida, que como madres sabemos la balanza siempre se debe apuntar a favor de nuestros propios hijos”. El embarazo no convierte a la mujer y al hombre en inútiles, (favor de leer más de una vez), antes bien, impele a redoblar los esfuerzos para salir adelante. ¿Cómo es que la balanza se inclina a favor de los hijos si se les mata?
“Sé que mis opciones pueden parecer diferentes a las de otras personas, pero gracias a Dios o a quien quiera que le recéis, vivimos en un país fundado en el principio de vivir acorde a lo que pensamos”. Matar al bebé en el vientre materno no es una opción como lo es el ser fanático de cierto equipo de fútbol soccer, de pertenecer a un club, de viajar, de comprar tal o cual modelo de auto, de vivir en la montaña o en la ciudad. Michelle Williams al igual que infinidad de personas, viven en un país donde es legal matar al bebé en el vientre materno en una o más circunstancias, desde las primeras semanas o hasta el noveno mes de gestación. Y agradecer a Dios por abortar es la burla en pleno; a Él se le agradece las bendiciones recibidas, la salud de nuestra familia, la conversión de otros, las difíciles pruebas que a la larga nos fortalecen; pero uno simplemente no agradece poder matar a los propios hijos. ¿Se da cuenta ahora de la degradación a la que hemos llegado?
Es evidente que la industria del aborto y la industria cinematográfica van con todo en el negociado del aborto y contra su restricción: el mensaje de Michelle Williams esta dirigido a todos aquellos que no habían sido totalmente absorbidos por la ideología de género, que todavía presentaban oposición, que mostraban aversión a las feministas desnudas o semidesnudas profiriendo blasfemias, actuando violentamente y defecando en la calle o frente a iglesias católicas. Ahora les han presentado a una actriz embarazada y sonriente; recibiendo un premio, defendiendo el asesinato en el vientre materno con palabras emotivas (o engaña bobos); agradeciendo a Dios por ello, agradeciendo vivir en un país donde sus leyes permiten matar al no nato, nauseabundo.
Es cierto que los padres hacen sacrificios por los hijos, trabajan a tiempo completo para proveer mejor a su familia; lograr un aumento de sueldo que les permita enviarlos a la universidad; abstenerse incluso de probar alimento para dárselo a sus pequeños. Se sacrificaba el tiempo, se sacrificaban cosas, se sacrificaban a sí mismos. ¿Quién diría que llegaría el día en que los padres sacrificarían a sus propios hijos en el vientre materno para lograr sus sueños? Y no solo eso, que también lo dirían a los cuatro vientos y les aplaudirían efusivamente por ello.
Esto, desde luego no tiene fin, pregúntese ¿A quién sacrificaría por un título universitario? ¿Mataría a su hermano por obtenerlo? ¿Mataría a sus padres por un empleo en Wall Street? ¿Mataría a su cónyuge por vivir eternamente en Los Alpes Suizos o en Nueva York? Las personas no son moneda de cambio para materializar nuestros sueños. Ni centenares de diplomas o trofeos obtenidos pueden compararse jamás con la vida de una persona.
El estiércol y el vómito contenido en un mensaje le fascina a mucha gente con solo verlo; otros necesitan que vaya envuelto en papel brillante y moño para digerirlo, a éstos últimos va dirigido el “poderoso” discurso de Michelle Williams. De usted depende tragárselo o no.
Solo hay una cosa en que la actriz tiene razón: acuda a las urnas y vote a favor de la vida, vote por políticos que defiendan la vida, el matrimonio y la familia; alce la voz en el lugar en el que está justo ahora; tome el micrófono, su pluma, su trabajo y actúe. Si la vida humana no fuera tan importante no habría infinidad de gente, empresas y organismos internacionales atacándola.
Haga que el mundo sea más humano y no una tragedia humana…
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