Lutero y la “soberbia” del católico

Siempre es saludable tener una afición por tal o cual equipo de fútbol (o bien del deporte que a usted le guste), mejor aún, saber mantener amistad con los fanáticos del equipo contrario, porque se entiende que es entretenimiento, gustos personales que no están por encima de una fraternidad.

Esto, desde luego no puede suceder con nuestra fe católica que es el tesoro más grande que tenemos. Hace poco un sacerdote decía en su homilía que “los católicos nos creemos superiores a los que profesan otra religión, que somos soberbios”. No es la primera vez que escucho esto en boca de sacerdotes, teólogos y laicos. Si bien concedo que la forma en que se afirman las verdades de fe pueden no ser amables en ciertas ocasiones, ello no implica que el contenido de lo que se afirma sea inválido.

Pero ¿qué significa para ellos la soberbia o el “síndrome de superioridad” del católico? Afirmar que la Iglesia Católica es la verdadera Iglesia no es soberbia, ni presunción, ni menosprecio a los que practican otra religión o se encuentran en sectas cristianas, antes bien ¿cuánto debes despreciar a tu prójimo para no anunciarle la Verdad?. La pregunta que viene es ¿cómo sabes que la Iglesia Católica es la verdadera? Simple, debe tener cuatro notas fundamentales: Debe ser Una, debe ser Santa, debe ser Católica y debe ser Apostólica.

Al tiempo de que se ha desarrollado vergüenza por anunciar a la verdadera Iglesia, se ensalza por ejemplo, a Martín Lutero, celebrando con beneplácito los 500 años de la Reforma. Pero por más doloroso que nos parezca, no debemos tener mala memoria: Lutero empezó negando las indulgencias, después la autoridad del Santo Padre, luego teniendo los siguientes errores desastrosos:

*El libre examen o el derecho de cada quien a interpretar a su arbitrio la Escritura, la negación de dogmas claramente consignados en ella como la Eucaristía, el infierno, étc.

*La inutilidad de las buenas obras afirmando que solo la fe salva, diciendo “peca cuanto quieras, con tal de que creas”, favoreciendo así las pasiones humanas, destruyendo la raíz de la santidad.

*Graves contradicciones ya que todas las sectas protestantes tienen doctrinas opuestas y sin embargo todas son protestantes.

Fíjese bien, basta que un católico deje de creer una sola verdad de fe para que deje de ser católico y se convierta en hereje. Mientras tanto un protestante puede negar los dogmas que quiera y sigue siendo un buen protestante. El protestantismo rechaza los más poderosos medios de santidad que tiene la iglesia Católica, como la confesión, la Sagrada Eucaristía, la devoción a la Santísima Virgen María y a los santos, el celibato eclesiástico y el estado religioso.

La Iglesia Católica reuniendo las cuatro notas es la verdadera Iglesia, ergo, las demás son falsas. Y la unión de los cristianos no puede darse más que en la Verdad de la cual es depositaria la Iglesia Católica. La unión jamás podrá darse en el error, no importa cuánto nos quejemos. Nunca podrá existir una religión cristiana que reúna a todos los cristianos del mundo que estén muy dispuestos a aceptar, por ejemplo, las buenas obras y al mismo tiempo negar la presencia real de Cristo en la Sagrada Eucaristía, ¿se da cuenta ahora de lo grave que es promover la unión de los cristianos en el error?

Antes de hablar de soberbia en el católico que anuncia a la verdadera Iglesia, deberíamos preguntarnos: ¿qué estamos dispuestos a dar a cambio de la aceptación del mundo? ¿cuál es el límite? ¿su alma y la de su prójimo? Lo que provoco Lutero no fue “purificación” de la Iglesia, sino la división de la cristiandad, que llevo a la condenación de millones de almas.

No se puede claudicar entregando la Verdad a cambio de una falsa unión, no da lo mismo pertenecer al budismo, al judaísmo, al ateísmo, al protestantismo, que pertenecer a la verdadera religión, porque de por medio esta la salvación de las almas, ni más ni menos.

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