Todos los mexicanos somos habitantes de este territorio extenso llamado el Cuerno de la Abundancia. Todos somos por el simple hecho de poblar una extensión de tierra llamada México. Por el contrario, no todos los habitantes, son ciudadanos. ¿Por qué razón? Porque los ciudadanos cuando éstos son excluidos de los derechos que la Constitución les otorga, dejan de ser ciudadanos. Un ciudadano es miembro de una comunidad política, lo que conlleva a esa persona a una serie de deberes y una serie de derechos. Entre los más importantes deberes es la participación política, mediante el derecho al voto que es la seña de identidad de las democracias representativas, predominantes en el mundo.
Asimismo, un ciudadano tiene el deber de hacer algo por su entidad, de ver por su bienestar, de ser honesto, de ser solidario. Es decir, un ciudadano debe de ser cívico y brindarle algo positivo a su comunidad. Un ciudadano tiene la obligación moral de lograr que su entorno se desempeñe de forma pacífica. No es posible concebir que un ciudadano no vea por su ciudad. Esa ciudad se hace gracias a los ciudadanos, y si éstos no hacen nada por su metrópoli, la urbe donde nació, donde vive será una cuna fallida que sólo dará como resultado contrariedades que trascenderán a las generaciones siguientes.
Estamos viviendo una época difícil en México, una era en que parece que el fondo aún no ha llegado. Algunos pesimistas dicen que esta situación de violencia, pobreza, de civismo carente, que este ambiente de hostilidad, de inseguridad, de incertidumbre política, lleva tantos años gestándose que para que se revierta faltan lustros ¡Qué digo! ¡Décadas! Y eso a mí, Alejandra Diener no me cuadra. Yo soy de la idea que se revertirá el momento en que nosotros, los ciudadanos mexicanos lo precisemos. Si queremos, lo lograremos. ¿Sueno utópico? ¿Imposible o romántico? ¡Puede ser! Pero créanme que los sueños son ilimitados y no tienen fin como una meta. Soy de la idea que si nos proponemos cambiar de actitud personal, este ambiente mejorará.
A su vez, también me atrevería a decir que así como estamos viviendo un contexto desafortunado y triste, igualmente veo que comienza a encenderse una chispa dentro de la esperanza que muchos no hemos perdido. Una centella que si continúa así, estoy segura encenderá un fuego de positivismo y de acción. Así es, de acción positiva. Porque veo muchos movimientos que comienzan a sacudir conciencias, que están despertando a ese gigante dormido que se llama “Mexicanos al grito de guerra” ese gigante que está formado por millones de manos trabajadoras que han tomado un camino equivocado, pero que no está perdido, porque siempre han sabido retomar el sendero correcto.
Esos mexicanos son todos ustedes que leen en este preciso momento, son todos los ciudadanos que se saben importantes para su patria, pero que por tal o cual situación han perdido la fe, la esperanza, han olvidado que tienen una obligación para con esta tierra que los vio nacer. Un deber con los más desprotegidos, un compromiso con la sociedad, con el civismo, la justicia y la legalidad.
Porque un ciudadano no es solamente el que participa en la política y le exige a sus políticos, un ciudadano es aquél que a su alrededor hace la diferencia. Un ciudadano va más allá de ejercer el voto en las elecciones y después olvidarse de su elección. Un ciudadano se preocupa por respetar las reglas, de imponer normas éticas y de ser honesto en su desempeño diario. Un ciudadano es quien recoge la basura aunque no la haya tirado él, es quien planta un árbol aunque sepa que le toca a su delegación, un ciudadano paga sus impuestos, educa a sus hijos a Ser y al deber ser. Un verdadero ciudadano habla de su país siempre buscando lo bueno y tratando de mejorar lo malo. Un ciudadano es quien ve primero en él lo que ha hecho o dejado de hacer para que su país esté como esté.
Ahora te pregunto: ¿tú qué eres? O ¿qué quieres ser? Solo en la medida en que asumamos nuestra responsabilidad como ciudadanos, haremos que nuestra comunidad, nuestra ciudad, nuestro Estado, nuestro País mejore y sea una Nación a la altura de sus ciudadanos.
Hagamos que esa chispa se prenda y forje un gran incendio de positivismo, de activismo y sobre todo de cambio para bien. Ese destello está en cada uno de nosotros, sólo falta que lo asumamos y nos sepamos capaces de cambiar, de mejorar. Que el soldado que en cada hijo hay de esta nación se levante y luche por su país, porque si no lo hacemos, los primeros perjudicados seremos los habitantes y ciudadanos de esta maravillosa tierra llamada México.
Nos leemos pronto para no quedarnos atrás y ver hacia delante.
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