México y Alemania: una semifinal apoteósica

Era la tarde del 7 de julio de 2011 en el Estadio Corona de Torreón, Coahuila. México y Alemania se enfrentaban en las semifinales del Mundial Sub 17. Al tercer minuto de iniciado el partido México anotaba el primer gol a través de un centro por izquierda que Julio Gómez recibía y anotaba de cabeza. Alemania habría de responder al minuto 9 mediante un pase largo a Samed Yesil que, burlando a la defensa, anotaba el gol del empate. Más tarde al minuto 59 el capitán teutón Emre Can en una extraordinaria jugada individual conduce el balón casi desde media cancha, enfilándose y punteando el balón para poner al frente a Alemania. A partir de ese momento vendrían los minutos más agónicos para los nuestros: los alemanes no dejaban de asediar la portería mexicana y el gol del empate se veía cada vez más lejano.

Finalmente al minuto 75 en jugada de tiro de esquina, Jonathan Espericueta anotaba un soberbio gol olímpico. Una jugada en la que Julio Gómez saldría herido al tratar de buscar la pelota; con los cambios agotados por parte del técnico, Julio entraba nuevamente con un gran vendaje en la cabeza. México buscaría a toda costa el gol del triunfo y al minuto 89 en tiro de esquina, nuevamente ejecutado por Jonathan Espericueta, mandaba servicio a poste, y el balón fue peinado, siendo Julio Gómez quien lo recibiera de chilena, anotando magistral gol en el área chica que contaba con cinco defensas y el portero rivales. Era el gol de la victoria para México; pero sin duda Alemania había vendido cara la derrota y solo había sido posible vencerle con jugadas brillantes. Cuando se muere de pie, dándolo todo, la derrota nunca es amarga. La escuadra alemana que yacía en el césped, obtendría más tarde el 3er lugar frente a Brasil, en un partido plagado de goles por parte de ambas escuadras.

Si bien es cierto que la final ante Uruguay fue un gran partido en el que México se coronaría Campeón Sub-17 en el emblemático Estadio Azteca, hay que decir que aquella semifinal entre México y Alemania, fue ni más ni menos, una final adelantada: se enfrentaban las únicas dos escuadras que habían ganado todos sus partidos en la fase de grupos; las que más goles habían anotado y las que más puntos habían acumulado, siendo Alemania el indiscutible líder general de la primera fase. Se enfrentaban regalándonos el mejor partido de aquel mundial y sin duda uno de los mejores de los que se tenga memoria en cualquier categoría. Pero una semifinal brillante no había sido casualidad, los mejores se enfrentaron y no defraudaron, estaba claro que el ganador de este partido se enfilaría a ser el campeón mundial. Y con esa victoria, México le ganaba al campeón y subcampeón europeos: Holanda y Alemania respectivamente.

Espero que podamos disfrutar de verdaderos partidos de fútbol en ligas profesionales y desde luego, que aquellos que no gustan de este deporte tampoco lo satanicen. Los fanáticos del fútbol no nos volvemos estultos por enfocar parte de nuestra atención en un Mundial que se da cada cuatro años, no olvidamos de repente los temas prioritarios del ámbito nacional e internacional. Simplemente disfrutamos de un deporte que nos da victorias y derrotas, admiramos las brillantes jugadas y goles de las estrellas. Resulta absurdo hallar opiniones que afirman incluso que la aversión o fanatismo al fútbol “son signos sugerentes de homosexualidad”. Una pena que jamás hayan disfrutado de este deporte en un contexto de sana convivencia y lo relacionen a inclinaciones sexuales desordenadas. Es respetable gustar o no de un deporte, pero hasta en ello hemos de ser objetivos y sensatos al opinar.

Aquella semifinal fue un partido apoteósico que nos mostró que aun cuando el fútbol se ha visto ensombrecido por manipulación de partidos en la categoría profesional, todavía es posible presenciar partidos y victorias limpios, todavía es posible presenciar partidos sin selecciones contaminadas por la nefasta ideología de género. Podemos ver la zirconita que significó la participación de México y Alemania en el presente mundial de Qatar, siendo eliminadas en la fase de grupos y diferenciarla del diamante que significó aquella semifinal entre ambas escuadras en el Mundial Sub-17 en su edición 2011, que quedará grabada en la memoria para siempre…

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