Muerte a los hombres. Mata a tu papá, a tu novio y a tu hermano…

Hace unos días se llevó a cabo en la Ciudad de México una marcha feminista protestando por la presunta violación de una menor de edad a manos de policías en la Alcaldía de Azcapotzalco. Lo hicieron destrozando fachadas de comercios, cristales, hicieron pintas en muros y monumentos emblemáticos de esta ciudad como el Ángel de la Independencia.

Esta claro que la violencia en general y el homicidio de cualquier persona está mal y debe ser castigado. Un reclamo coherente ha de hacerse cuando el Estado falla en la administración de justicia. Por ello los actos vandálicos de la mencionada marcha deben analizarse.

Por ejemplo, una de las pintas más llamativas fue la de “Muerte a los hombres”, la cual no es más que una réplica de “Mata a tu papá, a tu novio y a tu hermano” hecha hace dos años en Argentina, país donde los actos violentos son la forma usual de “exigir justicia” en este tipo de marchas. Resulta evidente que el modelo ha sido exportado ya a México por los grupos feministas radicales.

¿Qué significa esto? Que la marcha por la supuesta exigencia de justicia no fue más que una pantalla. La marcha puso de relieve el verdadero motivo: el odio al hombre y la promoción del aborto, mediante el uso del trapo verde que es una conocida campaña a nivel internacional. Por ello el móvil es contradictorio porque, exigiendo seguridad para las mujeres y la no violencia contra ellas, promueven al mismo tiempo el aborto que es asesinato en el vientre materno y el odio visceral a los hombres, llamado misandria. No es de extrañarse, ya que a la lucha de clases promovida por el marxismo, le siguió la lucha de sexos, donde la “oprimida” es la mujer y el hombre es el “opresor”.

Muchos como Nadine Gasman Zylbermann, presidenta de Inmujeres, pidió no centrar la atención en los actos violentos, sino en el motivo, es decir la exigencia de justicia. Pero la violencia no se justifica jamás y en efecto, no solo debe ver los actos violentos, sino más allá; estamos ante el odio por el odio, la destrucción de la vida y de la familia desde sus cimientos, en la que no importa sobre qué y acosta de qué se tenga que pasar.

Antonio Attolini, analista político, justificando los actos vandálicos, dijo: -“La revolución francesa no se hizo pidiéndole a Luis XVI salirse por favor del trono del Palacio de Versalles”. Tiene razón, lo que omite es que durante la Revolución Francesa se llevó a cabo el primer genocidio de la era moderna bajo el lema “Libertad, Igualdad y Fraternidad”; el reinado del Terror en el que se asesinaron a millares de hombres, mujeres y niños en la guillotina o arrasando comarcas.

Cabe destacar el pensamiento que subyace en no pocos simpatizantes que defienden tales marchas: una aversión u odio a otros que disienten de su opinión, exigiendo que se callen solo porque no han vivido las mismas desgracias, porque tienen mayor poder adquisitivo, porque tienen auto, ahorros en el banco o porque viven en una mejor zona. El problema ya no es la justicia o la marcha; en el fondo les hiere las posibilidades económicas de otros, el querer y no tener y odiar que los demás tengan lo que a ellos les falta. Y la marcha feminista les da la ocasión de externar ese resentimiento.  ¿Quién lo diría? La ideología marxista que mato a millones de personas en el mundo, sigue hoy viviendo en la consciencia de muchos, provocándoles estulticia.

Pero ya sea en la Revolución Francesa, en la Revolución Rusa o en una marcha del feminismo radical, está visto que el odio solo engendra odio; el odio jamás busca justicia, sino venganza y destrucción, de lo material, de la vida humana, hasta la destrucción espiritual e intelectual.

Entonces ¿Cómo reconocer cuando una exigencia de justicia es verdadera? Cuando busca el bien común; cuando busca el respeto a la dignidad del ser humano, ya sea hombre o mujer, no nato o adulto, saludable o enfermo; cuando no fomenta el odio a otros solo por tener mayores recursos económicos, sino que promueve la cohesión para la construcción de una mejor sociedad; cuando busca la reconstrucción del tejido social, el reforzamiento del matrimonio y la familia. ¿Le parece utópico, fácil o absurdo? Inténtelo, aquel que se lo ha planteado a sí mismo, sabe que nada exige tanto esfuerzo, dedicación y voluntad como la construcción de una sociedad más justa.

Porque claro, ayer como hoy, destruir siempre ha resultado más fácil que construir…

«Pensar de modo distinto al de esos que se dicen tolerantes, he ahí lo que el partido de la tolerancia no puede tolerar» Louis Veuillot

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