«La buena educación de los jóvenes es, en verdad, el ministerio más digno, el más noble, el de mayor mérito, el más beneficioso, el más útil, el más necesario, el más natural, el más razonable, el más grato, el más atractivo y el más glorioso» San José de Calasanz
Wei Menzhi es una chiquilla de 13 años que es contratada por el alcalde del pueblo para sustituir durante un mes al maestro de la escuela local. La preocupación de éste es el hecho de que varios alumnos han abandonado las clases; así que la condición que lleva a Wei Menzhi a obtener su empleo y cobrar su sueldo es que no debe haber ni un alumno menos, es decir, ni una sola deserción durante ese mes.
Zhang Huike, uno de los alumnos abandona la escuela para ir a la ciudad en busca de trabajo. Wei Menzhi comienza una ardua labor de búsqueda. Lo que inicialmente le mueve a traerlo de regreso es la promesa de pago si nadie deserta, sin embargo termina siendo la mayor cruzada a su corta edad. Ella y los demás alumnos consiguen empleo de una fábrica de ladrillos, y comienzan a calcular cuántos ladrillos deberán cargar para obtener dinero suficiente y que la maestra pueda comprar el boleto de autobús a la ciudad en busca de Zhang Huike. Una vez en la ciudad, hace carteles e indagaciones sobre el paradero del chico; pasa penurias comiendo sobras e incluso durmiendo en la calle. Va a parar a un canal de televisión, esperando durante días poder hablar con el director y obtener su ayuda para encontrar al chico… hasta que logra ser escuchada, dando un emotivo mensaje.
Ganadora del León de Oro en el Festival de Cine de Venecia en 1999, la película muestra la pobreza extrema en la que viven los niños de un una escuela rural de China; muestra cuán preciadas son las tizas y sobretodo, cuán importante es todavía para ciertos maestros el conservar a los niños en la escuela.
Conmovedora película en la que no hubo actores profesionales, los protagonistas conservaron su nombre real en la producción. No encontrara sobreactuaciones, ni fuegos artificiales o absurdas situaciones inverosímiles muy propias de las producciones de Disney; usted solo hallará los gestos y emociones más naturales y espontáneas de los niños; hallará una impecable banda sonora y un mensaje tan profundo como entrañable.
¿Cuántos maestros han sido capaces de ver en la docencia algo más que un trabajo? ¿Cuántos irían en auxilio de ese alumno que vive una tormenta personal? ¿Cuántas veces hemos sido agradecidos con aquellos maestros que nos han ayudado? ¿Cuántos alumnos que teniendo posibilidades económicas, desaprovechan la escuela y malgastan los recursos de sus padres?
Solemos darle tan poca importancia a la docencia que nos fijamos únicamente en números, en el promedio que obtienen los alumnos, las estadísticas de aprovechamiento, el prestigio de tal o cual colegio. Pocos padres se toman el tiempo de ver a aquel que esta frente al pizarrón, lo que enseña a sus hijos, las ideas que transmite, el esmero o no, con el que desarrolla su clase. Menos todavía quienes le infunden a sus hijos el respeto debido a los maestros. Eso, definitivamente debe cambiar.
Por otro lado, son escasos los docentes que logran tocar profundamente (para bien) la vida de sus alumnos. El día que muchos vuelvan a entender la gran tarea que tienen enfrente, las aulas serán otra vez ese lugar donde se desarrolla el ministerio de mayor mérito como lo decía el padre fundador de los colegios escolapios. Confiemos en que así sea. Puede estar seguro de que el mejor antídoto contra las malas películas que nos invaden por doquier, es frecuentar las buenas producciones. Sírvase usted y disfrute de “Ni uno menos”, una verdadera joya de la cinematografía asiática…
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