Niños Objeto

Es realmente notable como las instituciones jurídicas pueden cambiar a la sombra de un relativismo ético galopante, que desvinculado de cualquier criterio objetivo sobre el bien y el mal, no sólo considera válidas todas las alternativas posibles en el ámbito privado, sino que inevitablemente, termina utilizando al derecho como instrumento para plasmarlas en la esfera pública.

Uno de los ejemplos más sorprendentes ha sido el estatuto de los niños, al punto que se puede hablar de una paulatina –y no menor– despersonificación del menor, quien a pasos agigantados se ha ido convirtiendo en un objeto, en un producto que es solicitado o desechado a voluntad por los adultos, como parte de su calidad o estándar de vida.

Esta despersonificación, o si se prefiere, cosificación, ya es total en muchos lugares respecto de la vida intrauterina: se ‘crean’ y ‘destruyen’ no natos como muestran la fecundación in vitro (donde cualquiera puede ‘encargar’ un niño, además de existir bancos de semen, de óvulos, vientres de alquiler, etc.), la experimentación con células madre embrionarias (actualmente en franca decadencia por sus magros resultados), los intentos de clonación (de los que ahora casi no se habla), y el aborto, considerado por muchos un derecho libérrimo, que ha llegado a carnicerías tan dantescas como el aborto por nacimiento parcial.

Sin embargo, esta despersonificación sigue avanzando inexorablemente: ya el infanticidio ha penetrado en algunas conciencias, y con razón se preguntaban unos investigadores en una prestigiosa revista científica británica, qué diferencia sustancial existe entre un feto de siete meses y un bebé de tres. Por otro lado, ya son conocidos los casos de eutanasia infantil, sobre todo en Holanda, en que otros deciden matar al niño, por su propio bien, evidentemente.

El asunto no termina aquí: la adopción, concebida inicialmente para el beneficio del menor, hoy es presa de los intereses más dispares, al punto que prácticamente cualquiera puede tener la custodia de un menor, sin querer muchos darse cuenta que literalmente, se está experimentando con él. Por otro lado, se manipula la educación infantil como si se estuviera tratando con ganado, al extremo que ya existen escuelas ‘asexuadas’, en que se los educa de una manera neutra, para que ellos elijan ‘libremente’ (así suele decirse) su orientación sexual.

Y la última noticia que tenemos: la copaternidad. Ésta consiste en el acuerdo de dos personas de cualquier sexo, que desean tener un hijo por el medio que estimen conveniente, pero que no quieren estar juntos o comprometerse, lo que hará que este niño sea criado por dos amigos/as, rebajándolo casi a la condición de mascota.

En todos estos casos, en mayor o menor medida, el gran olvidado es el niño, cuyo bienestar ha pasado a segundo plano o incluso se ha suprimido por completo. ¿Qué más veremos en los próximos años?

*Max Silva Abbott

Doctor en Derecho

Profesor de Filosofía del Derecho

Universidad San Sebastián

 

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