¡No hay tiempo que perder!

El tiempo como es bien sabido es un recurso no renovable. El tiempo es un tirano si así lo permitimos, pero también es nuestro amigo si sabemos aprovecharlo. Hoy hablaré del tiempo porque a diario hablamos todos de cómo se va cual si fuera agua entre las manos. La Madre Teresa de Calcuta lo dijo alguna vez “Hoy todo el mundo da la impresión de andar acelerado. Nadie parece tener tiempo para los demás: los hijos para sus padres, los padres para sus hijos, los esposos el uno para el otro…” y yo le agregaría los amigos para los amigos, los creyentes para Dios. ¿Y por qué razón sucede esto? ¿Qué antes no pasaba? ¡Claro que sí! Pero con menor rapidez, y lo irónico de esto es que el tiempo siempre es el mismo, somos nosotros los seres humanos que lo aceleramos o lo detenemos, dependiendo de lo que anhelemos.

Si queremos que algo termine pronto, nuestra psique automáticamente hace que el tiempo pase lento, pero si queremos que dure para siempre, cuando menos nos damos cuenta, ese momento suspirado ha terminado. El Tiempo no es como el dinero que lo podemos acumular, cuando está disponible es cuando lo podemos usar, pero cada quien sabe si lo aprovecha o lo deja pasar. El tiempo mis queridos amigos es un talento que se nos regala y somos los responsables de utilizarlo bien.

Hoy en día ciertamente ese talento lo desaprovechamos porque andamos a las carreras, ya lo decía yo al inicio del escrito, hay tantas distracciones que no hacemos lo que deberíamos de hacer por estarnos distrayendo con la tecnología en gran medida; el internet nos consume enteros y de ese tiempo que empleamos en la red, ¿cuánto tiempo aprovechamos? Muchas veces y me atrevería a decir que la gran parte del tiempo divagamos, no producimos sino solo nos divertimos sin nada que trascienda. Pudiendo utilizar esa herramienta maravillosa para crear, para compartir y decir lo que todo el mundo somos capaces de hacer, nada más que no nos atrevemos o nos da flojera y preferimos caer en el vicio del ocio y dejar pasar ese talento valioso.

Para aquellos que creemos que la vida se transforma después de nuestra desaparición física, lo que le da un verdadero sentido a nuestro existir, puesto que si no hay nada más allá, ¡qué pérdida de tiempo! El tiempo debe de ser muy valioso, debemos de aprovecharlo para poder entregar un talento con frutos, pero sobre todo saber que aquí solamente estamos de paso y que lo que sigue es para siempre. Hay que vivir bien nuestras vidas, hay que saber consumir de manera enaltecida nuestro estar, para que lleguemos con una maleta llena de virtudes habiendo dejado grandes legados a la humanidad. Porque qué fácil despilfarrar el talento que se nos dio, porque que sencillo es caer en excesos y hacerse de la vista gorda ante la iniquidad, ante la pobreza, ante la necesidad. Es “más divertido”, dirán, pasarla bien, pero si eso es lo que dicen es porque no conocen lo que es el tiempo bien aprovechado. Lo que dejamos de manera intrínseca, de forma espiritual es lo que nos dará una gran satisfacción al partir.

Y eso lo constaté hace unos seis años cuando le diagnosticaron a mi papá cáncer hepático, fulminante e irremediable. Él estaba tranquilo, cosa que yo no lo estaba, él decía que iba a hacer lo posible por no morirse, que buscaría un médico que le diera esperanzas. Sin embargo, en sus ojos se veía que estaba listo para partir. Porque él tenía 63 años, y mucho más de la mitad tal vez de esos años, desaprovechó su tiempo en la diversión, pero algo que nunca abandonó y supo hacer rendir magníficamente, fue el tiempo con sus hijos. Nunca nos abandonó y siempre estuvo presente en todo. Al final de su vida, también comprendió que había que aprovechar el tiempo con su mujer, mi madre que es una gran señora que lo supo tolerar y lograron juntos al final un muy buen matrimonio. Entonces, constaté lo consciente que estaba mi papá, mi “biblioteca con patas” (era muy culto y todo lo sabía) que fue unos días después del diagnóstico que entrando en un restaurante veníamos platicando de la enfermedad y de las posibles soluciones, cuando él se detiene frente a mí se voltea y me dice: “Gordita, ¿qué son diez años de vida comparados con toda la eternidad?” – Me quedé helada, y estoy segura que mis pupilas se dilataron y que mi corazón se aceleró. No podía creer que eso me decía el hombre más amado de mi vida, que estaba a punto de comenzar a vivir su calvario, era precisamente el tiempo que llega, nos rebasa y no se detiene, pero que como tal lo comprendió y por ello lo supo hacer valer redimiendo todo aquél que desaprovechó.

Es una historia linda, que recuerdo con mucho cariño pero que me hace pensar día a día lo importante que es aprovechar bien el tiempo, para que cuando llegue ese momento de comenzar a vivir la eternidad, podamos dar cuentas de que ese talento maravilloso lo supimos agradecer y sobre todo cultivar. La soberbia es la que hace a la persona humana olvidarse de que ese lapso de vida no es suyo, sino que es prestado generosamente, pero cuando somos egocéntricos nos cegamos y olvidamos la grandeza del tiempo.

Algunas recomendaciones para aprovechar el tiempo bien:

Hacernos un Plan de Vida; que describe claramente los objetivos que se pretenden lograr en la vida espiritual, personal, familiar.

Medios para lograrlo

n  Eficacia

n  Exigencia

n  Convicción

n  Plan de Vida.

n  Vida Espiritual.

n  Buscar la trascendentalidad en nuestras metas.

NO PERDER EL TIEMPO

“El tiempo pasa y el destino eterno de las almas se juega en él. La fugaz historia de cada vida humana es, para el verdadero apóstol, el escenario de una lucha constante entre el bien y el mal, entre la verdad y la mentira, entre el amor y el egoísmo. Por tanto no hay tiempo que perder cuando se trata de asegurar el destino eterno de toda persona en el bien, en la verdad y en el amor.” Anónimo

Nos leemos pronto para no quedarnos atrás y ver hacia delante.

 

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