En recientes días el obispo jesuita de Lomas de Zamora, en Argentina, Monseñor Jorge Rubén Lugones dirigió una carta a la logia masónica Giussepe Mazzini, en la que externo –léalo bien- felicitaciones por el 126 aniversario de su fundación. La logia masónica agradeció el gesto vía red social. Ante los cuestionamientos, la diócesis sostuvo que “fue una respuesta protocolaria a una invitación de la propia logia.”
Hoy en día está muy difundido entre los católicos un amor mal entendido al prójimo, todos están bien en lo que hacen, ergo no existe la Verdad. La masonería persigue fines políticos, apoderándose de puestos públicos, haciéndose de gobiernos, armando revoluciones, para lo cual necesita de las masas. Persigue la descristianización de la sociedad, promociona el relativismo moral, propaga la ideología de género que destruye al ser humano, busca la condenación de las almas, en suma, es dañina al Estado y a la Iglesia. A todo lo anterior, la masonería encuentra un obstáculo infranqueable a su objetivo de destrucción: la Iglesia Católica.
El Papa Clemente XII fue el primero en combatirla mediante su encíclica “In Eminente” de 1738
“…prohibimos muy expresamente y en virtud de la santa obediencia, a todos los fieles, sean laicos o clérigos, seculares o regulares, comprendidos aquellos que deben ser muy especialmente nombrados, de cualquier estado grado, condición. dignidad o preeminencia que disfruten, cualesquiera que fuesen, que entren por cualquier causa y bajo ningún pretexto en tales centros, reuniones, agrupaciones, agregaciones o conventículos antes mencionados, ni favorecer su progreso, recibirlos u ocultarlos en sus casas, ni tampoco asociarse a los mismos, ni asistir, ni facilitar sus asambleas, ni proporcionarles nada, ni ayudarles con consejos, ni prestarles ayuda o favores en público o en secreto, ni obrar directa o indirectamente por. sí mismo o por otra persona, ni exhortar, solicitar, inducir ni comprometerse con nadie para hacerse adoptar en estas sociedades, asistir a ellas ni prestarles ninguna clase de ayuda o fomentarlas; les ordenamos por el contrario, abstenerse completamente de estas asociaciones o asambleas, bajo la pena de excomunión, en la que incurrirán por el solo hecho y sin otra declaración los contraventores que hemos mencionado; de cuya excomunión no podrán ser absueltos más que por Nos o por el Soberano Pontífice entonces reinante, como no sea en “artículo mortis”.
¿Y cómo se supone que vamos a amar al prójimo, si cuando pertenece a la masonería, prohibida por la Iglesia Católica so pena de excomunión, le conminamos a “seguir desarrollando sus ideales de amor, servicio a la humanidad y fraternidad universal para forjar una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común” cuando claramente estamos contraviniendo al Magisterio de la Iglesia Católica?
Cabe mencionar que la logia masónica en cuestión dijo lo siguiente sobre la felicitación del obispo: “Hoy recibimos esta salutación del Obispado de Lomas de Zamora. Agradecemos públicamente la deferencia y ratificamos nuestro compromiso de trabajar, en conjunto, por más Libertad, Igualdad y Fraternidad, dejando de lado las diferencias anacrónicas.”
Las últimas palabras son dignas de ser releídas: “…dejando de lado las diferencias anacrónicas”. A quien piense que la Iglesia Católica “debería ponerse al día y ser incluyente” no hay más que responder lo que el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, dijo en la Declaración “Quasitum est” en 1983:
“No ha cambiado el juicio negativo de la Iglesia respecto de las asociaciones masónicas, porque sus principios siempre han sido considerados inconciliables con la doctrina de la Iglesia; en consecuencia, la afiliación a las mismas sigue prohibida por la Iglesia. Los fieles que pertenezcan a asociaciones masónicas se hallan en estado de pecado grave y no pueden acercarse a la santa comunión.
Los sacerdotes, que teniendo la grave responsabilidad de cuidar del rebaño, se dan hoy el lujo de enviar felicitaciones a una logia masónica, la vergüenza ya no existe ¿no le parece?. Los Papas antaño combatieron frontal y firmemente a la masonería, hoy a plena luz se fraterniza con el enemigo de Dios y de su Iglesia. Si usted se pregunta cómo es que la masonería ha ganado tanto terreno en la sociedad, he ahí una de las tantas causas, aunado a nuestro silencio.
San Agustín de Hipona dijo: «Dos amores construyeron dos ciudades: el amor propio hasta el desprecio a Dios hizo la ciudad terrena; el amor de Dios hasta el desprecio de si mismo, la ciudad del cielo.”
Cabría preguntarnos ¿para cuál de las dos ciudades estamos trabajando? O se está con Dios o se está contra Él, no hay más…
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