Nuevamente sobre los peligros del dinero digital

Particularmente en el último año, diversas noticias hablan del fin del efectivo y su sustitución por el dinero digital. Y, de hecho, ya existen ciertos eventos que van en esta dirección, como, por ejemplo, algunas limitaciones para retirar dinero del banco o la idea de eliminar los billetes de mayor valor, como se ha propuesto en algunos países europeos.

            Con todo, mucha gente parece no darse cuenta del riesgo e incluso peligros que lo anterior conlleva. No solo debido a que con una medida semejante todas nuestras operaciones financieras pueden ser rastreadas, sino también porque dada nuestra naturaleza humana, parece imposible que la propia autoridad no lo use como instrumento de dominación. Y para hacernos una idea de esto último, es cosa de ver lo que está pasando en China.

            En efecto, al menos en las grandes ciudades de ese país el dinero físico ha sido eliminado, al punto que todas las transacciones se hacen virtualmente mediante el celular. Incluso se dice que hasta los mendigos tienen un código QR para las limosnas, de tal modo que la voluntaria y caritativa transferencia de fondos hacia su persona se hace online.

            Pero, además, varios estudiosos comentan que, al instaurar el dinero digital, el gobierno chino está usando este mecanismo para controlar aún más a su ya oprimida población, para lo cual nuevamente la informática es la herramienta a utilizar. De esta manera, gracias en parte a la inteligencia artificial, es posible no sólo rastrear, sino también almacenar todos los datos que uno pueda imaginar: sus mensajes en redes sociales, el reconocimiento facial efectuado por millones de cámaras distribuidas en las ciudades, las supuestas escuchas de todas sus conversaciones efectuadas a través de sus celulares, etc.

            Todo esto es hoy técnicamente posible y ha permitido instaurar el “crédito social chino”: a cada ciudadano se le asignan “puntos” (al inicio los mismos para todos), que van variando, dependiendo de su comportamiento, vigilado hasta el extremo, según se ha dicho.

            De este modo, cada ciudadano puede perder puntos por comentarios contra el régimen o las personas con que se junte, si ya han caído en desgracia; o ganar más, si es “voluntario” para donar sangre o para realizar trabajos para la comunidad, por ejemplo.

Y aquí se ven los peligros del dinero digital: porque la forma de castigar a los rebeldes es limitar –o incluso prohibir– su acceso a diversos bienes o servicios, bloqueando o disminuyendo el valor de ese dinero digital a voluntad. La idea es así que todos se comporten como un buen y obediente rebaño, y que los rebeldes al final prácticamente mueran de inanición y soledad, al no poder adquirir nada y ser rechazados y temidos por los demás.

            El problema es que según se ha dicho, todo esto es hoy técnicamente posible; y, además, que esa misma tecnología es la que tenemos nosotros aquí en Occidente. Sin embargo, en general se la ve con buenos ojos, como herramientas que facilitan la vida y permiten comunicarse con el resto del mundo, sin darnos cuenta que al mismo tiempo recaban todos nuestros datos, al punto que la privacidad parece ser un concepto del pasado.

            Es esto precisamente lo que puede hacer que en el llamado “mundo libre” se llegue a una situación parecida. Si hoy existe toda una campaña contra las “fake news” y se insiste en el dinero digital, parece que no estamos tan lejos de llegar a este auténtico estado orwelliano.

Max Silva Abbott

Doctor en Derecho

Profesor de Filosofía del Derecho

Universidad San Sebastián

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