Nuevos Muros; Berlín 25 años

En estos días se cumplen 25 años de la caída del Muro de Berlín, una vergonzosa muestra de lo que pueden la ideología y el fanatismo humano, que cegados al considerarse poseedores de la verdad y arquitectos mesiánicos de un paraíso en la tierra, consideraban irracional que alguien quisiera escapar de ese tipo de constructo socio-político.

Pero el muro no era solo una camisa de fuerza para los descarriados que quisieran huir de ese orden de cosas; también constituía un poderoso escudo contra los enemigos exteriores (el vilipendiado y caricaturizado capitalismo), que amenazaban la pureza de este anticipo del fin de la historia.

Finalmente, este muro era también la venda que supuestamente impedía ver, a los simpatizantes foráneos del régimen, la verdadera situación de lo que consideraban su sociedad ideal.

Sin embargo, como la realidad es más fuerte, pese a las notables y crueles argucias que se realizaron para acallarla, ese sistema tan alejado de la antropología más elemental, terminó derrumbándose solo, precisamente por haber extenuado sus fuerzas en su despiadada lucha contra esa porfiada realidad. Y esta es una lección que no se debe olvidar: que las ideologías fracasan, tarde o temprano, precisamente por estar basadas en una ficción.

Con todo, hoy estamos asistiendo al levantamiento de nuevos muros, que no son de concreto, ni tienen campos minados, alambradas o francotiradores. Son mucho más sutiles y por lo mismo, peligrosos, porque no se ven a simple vista, e incluso dan la impresión de ser amigos y defensores de la libertad.

Los muros a los que nos referimos son de tipo mental, y se manifiestan en la manipulación de la verdad, en la formación de la opinión pública, en el descrédito o incluso el linchamiento de quienes osan ir contra la corriente, en la reelaboración de la historia y un largo etcétera, todo lo cual pretende encerrar nuestro pensamiento.

En efecto, en muchos países, incluido el nuestro, vuelven a campear una serie de ideas que en su momento se derrumbaron con el Muro de Berlín, que aunque maquilladas para parecer nuevas, apuntan al mismo fin: un control absoluto de todo por el Estado, a una homogeneización asfixiante que impide la diversidad, y a una “verdad oficial” en un cúmulo de materias, que busca anular toda posible disidencia.

Es por eso que una de las armas más eficaces para derribar estos muros mentales es la historia, la verdadera Historia (que muchas veces no concuerda con la “oficial”), fundamental para aprender de nuestras experiencias pasadas y estar advertidos sobre los nuevos y viejos mitos, que en un revoloteo permanente, siguen presentes en nuestro horizonte.

Max Silva Abbott

Doctor en Derecho

Profesor de Filosofía del Derecho

Universidad San Sebastián

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