Para que el amor conyugal sea pleno

El célebre autor de El Principito, el literato francés, Antoine de Saint Exupéry, escribió un pensamiento que ha trascendido a través del tiempo acerca del amor mutuo entre los esposos y que afirma: “Amar, es mirar juntos en la misma dirección”. Y también sostiene que: “El amor es lo único que crece cuando se reparte”.

En este mismo sentido, me viene a la memoria una canción del poeta y cantautor que más influyó en la generación de los sesenta, Bob Dylan. En el ocaso de su vida este artista compuso una bella canción, titulada: “Deja que Sientas mi Amor”. En su letra se trasluce una melodía en la que el compositor ha madurado como persona y ofrece a su amada un amor profundo. En ella dice: “Cuando la lluvia cae sobre tu cara/ y el mundo entero está en tu maleta,/ puedo ofrecerte un cálido abrazo/ para hacerte sentir mi amor. /Cuando las sombras del atardecer y las estrellas aparecen/ y no hay nadie que pueda secar tus lágrimas/ podría abrazarte durante un millón de años,/ para hacerte sentir mi amor. (…) / Podría hacerte feliz y convertir tus sueños en realidad. / No hay nada en este mundo que no haría por tu amor, / iría por ti hasta el confín de la tierra /para hacerte sentir mi amor”.

Pensaba en el joven que se compromete a amar de esta manera a su prometida, con la finalidad casare y formar una familia. A lo largo de toda su melodía, Dylan aporta las características esenciales de cómo debe de ser el amor conyugal: a) un amor sin limitantes y para toda la vida; b) en que estaría dispuesto a realizar el más grande de los sacrificios con tal de mantener la llama viva de su amor; c) en que cuando ella estuviera pasando una difícil temporada (una enfermedad, un problema económico, el dolor por la muerte de un ser querido…), él sería el primero en acudir en su auxilio; d) si ella tuviera graves adversidades y contradicciones, le asegura que no la abandonaría y le daría lo mejor de su afecto y cariño, permaneciendo siempre a su lado; e) añade que a lo largo de todo su matrimonio pondría los medios necesarios para serle fiel; f) que lucharía siempre por agradarla y hacerla feliz; g) se empeñaría por convertir los mutuos ideales y sueños en realidad; h) que nada lo haría solo, sino siempre en compañía de su esposa; i) y finalmente, le promete que nunca le faltará su tierno y cálido abrazo.

Sin duda son palabras que hacen reflexionar acerca del amor entre los esposos. Pero no hay que olvidar que ese cariño y afecto constituyen como una bella música de fondo donde la existencia de los hijos -frutos vivientes de su amor- se va desarrollando armónicamente, con alegría, fortaleza y buen humor. Si hay paz, esmerada formación y comprensión dentro del hogar, sin duda alguna se reflejará en la forja misma de los caracteres y personalidades de cada uno de los hijos.

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