No queremos o no podemos Por: Paul Krugman*

Si impactó el informe sobre el empleo del viernes, si se pensó que nos estaba yendo bien y sorprendieron las malas noticias, es que no se ha estado poniendo atención. El hecho es que la economía estadounidense ha estado atascada en un surco durante año y medio.

No obstante, una pasividad destructiva se ha apoderado de nuestro discurso. Si se enciende la televisión, se verá a algún experto satisfecho de sí mismo, declarando que no se puede hacer gran cosa sobre los problemas de corto plazo de la economía (recordatorio: este “corto plazo” ya está ahora en su cuarto año), que, más bien, deberíamos concentrarnos en el largo plazo.

Esto hace que las cosas estén precisamente mal. La verdad es que la generación de empleos en una economía deprimida es algo que el gobierno podría y debería estar haciendo.

Sí, hay enormes obstáculos políticos frente a la acción – notablemente, el hecho de que la Cámara de Representantes esté controlada por un partido que se beneficia con la debilidad de la economía.

Nuestro fracaso en la creación de empleos es una decisión, no una necesidad; una decisión racionalizada a partir de un conjunto de excusas siempre cambiantes.

Excusa número uno: justo al dar vuelta a la esquina, hay un arco iris en el cielo.

¿Recuerdan “los retoños verdes”? ¿recuerda “el verano de la recuperación”?  Quienes formulan las políticas siguen declarando que la economía está mejorando. No obstante, estas falsas ilusiones de recuperación han sido una excusa para no hacer nada mientras se encona la crisis del empleo.

Excusa número dos: hay que temerle al mercado de bonos. Hace dos años, The Wall Street Journal declaró que las tasas de interés sobre la deuda de Estados Unidos pronto aumentarían, a menos que Washington dejara de combatir a la depresión económica. Desde entonces, advertencias sobre un ataque inminente de los “vigilantes de bonos” se ha usado para atacar cualquier gasto para generar empleos.

¿Cómo han respondido los sospechosos de siempre? Inventando su propia realidad. La semana pasada, el representante Paul Ryan, el hombre detrás del plan del Partido Republicano para desmantelar a Medicare, declaró que debemos recortar el gasto gubernamental para “quitarle presión a las tasas de interés”; la misma presión, supongo, que ha empujado a esas tasas a niveles bajos casi récord.

Excusa número tres: es culpa de los trabajadores. El desempleo aumentó durante la crisis financiera y sus consecuencias. Así que parece extraño argumentar que el problema real es los trabajadores; que millones de estadounidenses que estaban trabajando hace cuatro años, pero ahora no están trabajando, de alguna forma carecen de la capacitación que necesita la economía.

Excusa número cuatro: tratamos de estimular a la economía, y no funcionó.

Todos saben que el presidente Barack Obama trató de estimular a la economía con un enorme incremento en el gasto gubernamental, y que no funcionó. Sin embargo, lo que todos saben está equivocado.

Sólo hay que pensarlo: ¿dónde están los grandes proyectos de obra pública? ¿Dónde están los ejércitos de trabajadores gubernamentales? En realidad, hay medio millón menos de empleados gubernamentales ahora de los que había cuando Obama asumió el cargo.

También vale la pena notar que en otra área en la que el gobierno pudo marcar una gran diferencia – la ayuda a los propietarios de vivienda que tenían problemas – casi no se ha hecho nada. No se ha logrado nada con el programa de ayuda hipotecaria del gobierno de Obama: de 46,000 millones de dólares asignados para ayudar a que las familias se quedaran con sus casas, se han gastado realmente menos de 2,000 millones de dólares.

Así que resumamos: la economía no se está arreglando sola. Ni tampoco hay obstáculos reales a la acción gubernamental: tanto los vigilantes de bonos como el desempleo estructural existen sólo en la imaginación de los expertos.

Y si parece que el estímulo económico falló, se debe a que nunca se intentó realmente. Al escuchar lo que personas supuestamente serias dicen sobre la economía, se pensaría que el problema fue el “no, no podemos”. Sin embargo, la realidad es “no, no queremos”. Y cada experto que refuerza esa pasividad destructiva es parte del problema.

© 2011 The New York Times News Service

(*) Paul Krugman es Premio Nobel de Economía

 

 

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