Población y Bien Común

El concepto de Bien Común es una de las piedras angulares de la visión clásica de la política, al concebirla como la actividad que busca organizar la convivencia humana de manera civilizada, a fin de otorgar las máximas oportunidades posibles para el desarrollo integral de sus miembros, todo lo cual supone entender la labor de la autoridad como un servicio a la comunidad y al poder, como un instrumento necesario para tal efecto.

Así, la razón de ser de la actividad e incluso de la existencia misma del gobernante es lograr el Bien Común, que puede ser definido como aquella situación o atmósfera que permite una vida digna para los miembros de una sociedad.

Sin embargo, esta visión ha sido olvidada desde hace tiempo por vastos sectores, y la sociedad tiende a verse hoy como un conjunto de seres aislados que coexisten sólo o casi sólo por razones de conveniencia, de manera independiente o incluso hostil a sus congéneres. Así, pareciera que la sociedad funcionara de manera automática, como por arte de magia, debiendo otorgar sin excusa las distintas condiciones que permiten llevar a cabo los proyectos individualistas de cada uno.

Con todo, se olvida que la sociedad no funciona sola, sino que requiere de la colaboración de todos sus integrantes, pues a fin de cuentas, ella –incluidas sus instituciones– está formada por personas, por nosotros mismos.

Por eso, una de las mayores –si es que no la mayor– contribuciones que podemos e incluso, llegado el caso, debemos hacer a la sociedad, es permitir que ella siga existiendo, para lo cual es indispensable que se generen nuevos seres humanos y se los críe y educe en un ambiente adecuado. Es por eso que la vida y la familia son aspectos esenciales para que perdure el Bien Común.

De ahí que la verdadera guerra a muerte que se ha instaurado contra la vida y la familia desde hace décadas, hoy ya comience a dar sus amargos frutos de manera evidente, al haber producido, entre otras muchas cosas, el descenso de la natalidad, el envejecimiento de la población e incluso la implosión demográfica en algunos países.

Lo anterior resulta lógico, pues en sociedades en que el aborto campea a sus anchas, donde se juega con el concepto de familia, pretendiendo que cualquier cosa pueda ser tal, y en que existe un grado de individualismo máximo, parece difícil que el Bien Común, esto es, esta situación que permite el desenvolvimiento de todos los miembros de una comunidad política (y no sólo de algunos) comience a debilitarse, al punto de existir actualmente sociedades en riesgo de desaparecer.

 

Por tanto, lo anterior quiere decir, entre otras cosas, que un correcto uso de la sexualidad, un incondicional respeto a la vida por nacer y la defensa a ultranza de la familia (que ahora es llamada, de forma redundante “tradicional”), son aspectos ineludibles del auténtico Bien Común.

*Max Silva Abbott

Doctor en Derecho

Profesor de Filosofía del Derecho

Universidad San Sebastián

Chile

 

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