*Dr. Carlos Leite Poletti.
Hoy la gente está obsesionada por conocer el mañana.
No podemos controlar nuestro futuro, no sabemos el futuro. Dios no ha permitido que el futuro sea una entidad conocida por nosotros. San Agustín, el gran padre del cristianismo, una vez lo explicó diciendo: “Dios no quiere que el hombre sufra sabiendo las cosas que vendrán porque si conociera su prosperidad sería insensible»
No se puede planear, sin contar con Dios. Hoy se planea el futuro sin tomar en cuenta a Dios, que necedad. Es más, a veces los planes son buenos, no hay nada de malo con planear el progreso, Dios no enseña a los cristianos que deban vivir tropezándose con lo primero que encuentran. No confundirse.
Dios espera que seamos hombres y mujeres que sabemos tomar asiento, y pensar con toda prolijidad y planear. Pero no se puede dejar afuera a Dios. Si dejamos a Dios fuera de nuestros planes, corremos riesgo que él nos deje fuera de los suyos. Si ponemos a Dios delante de nuestros planes él se encargará de que «obtengamos ganancia».
Si lo dejamos fuera aún aunque obtengamos ganancia, lo único que conseguiremos es una vida miserable. Dejar fuera a Dios en nuestros asuntos humanos, es arriesgarnos a conseguir los mismos resultados que se obtienen mediante el ateísmo descarado. Hay gente que asiste a la Iglesia, pero cuando se trata de planear su vida dejan a Dios afuera quieren un «dios práctico». A veces cometemos el error de hacer nuestros planes y luego presentárselos a Dios y decirle «Dios por favor bendícelos». Dios no quiere intervenir en esos procesos de planeamiento y pensamiento tardíos, Dios quiere intervenir en esos planes de elaboración nuestros.
A veces nuestras metas son loables, pero no lo suficientemente altas, porque se terminan pronto. Cualquier hombre de negocios cristiano, sabe que todas las metas de la vida no se extienden hacia la eternidad, esas metas son limitadas, no llegan a donde Dios quiere que lleguen, por lo tanto el primer error que cometemos es planear sin tener en cuenta a Dios.
No se puede actuar sobre lo cual no tenemos absolutamente ningún control, no tenemos manera de saber lo que va a ocurrir porque la vida es compleja. Una vez que logramos encarrilar las cosas en nuestra vida, casi no hay tiempo para nada más, y cuando creímos que logramos controlar todo, algo ocurre y nuevamente tenemos que empezar desde el principio. Qué necedad de alguien que se considera cristiano, creer que puede controlar el futuro, eso es presunción en cuanto a lo complejo de la vida. Es anticristiano.
Una vez un pensador inglés escribió: “cuando era joven no tenía riquezas, y cuando envejecí tuve riquezas pero en ambas condiciones hace desilusión”. Hoy la gente actúa con presunción sobre la incertidumbre de la vida.
El Evangelio de Santiago no habla sobre la esencia de la vida solamente, se pregunta la duración de la vida y la respuesta es: “nada más que neblina”. La Biblia está llena de ilustraciones que nos ayudan a comprender que la vida es breve, es un breve lapso. Es un periodo de tiempo entre sembrar y cosechar. Crecemos comprendiéndolo pero sin acabar de comprenderlo, conforme envejecemos la vida parece que se nos escapa.
Nunca tenemos nuestros planes preparados porque no comprendemos la brevedad de la vida. Cuando somos presuntuosos sobre cuál será el mañana, no nos damos cuenta de la brevedad de la vida. Hay una historia en el Nuevo testamento sobre un hombre al que normalmente llamamos “el rico insensato”. Su negocio estaba prosperando mucho, era muy rico y que necesitaba graneros más grandes, pero fue un necio, no porque planeó para el futuro, si no porque creía que controlaba el futuro. Esa anoche murió y su futuro se esfumó.
Nuestra ignorancia del mañana no debe llevarnos a no planear, sino a no dejar de lado a Dios en nuestros planes como el gran factor principal.
Al igual que en el derecho con los delitos de omisión y de comisión, lo mismo pasa en el pecado. Es posible pecar al no hacer lo que sabemos que debemos hacer, no sólo pecar es hacer lo que Dios prohíbe, sino también no hacer lo que Dios nos dijo que hagamos.
No podemos saber el mañana por lo que siempre podemos aprovechar las oportunidades que tenemos hoy, la espera es un enemigo de nuestras almas. Debemos descansar en la palabra del Señor. El hoy es el único efectivo que tenemos para gastar, el pasado es un cheque cancelado.
*Dr. en Derecho Uruguayo y católico Asesor en Bioética de la Universidad de Montevideo
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