¿POR QUÉ EL PAPA FRANCISCO CITÓ UN POEMA DE OCTAVIO PAZ?

Con la lectura de cuatro versos atribuidos al astrónomo Ptolomeo, vio el poeta Octavio Paz -al igual que el sabio- “el cielo estrellado como una asamblea de almas inmortales” que le sirvieron de inspiración para escribir uno de sus más bellos y profundos poemas, “Hermandad”, en el que confiesa con sinceridad su anhelo de trascendencia:
“Soy hombre: duro poco
y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
las estrellas me escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en ese mismo instante
alguien me deletrea”. (1)

Y en su reciente viaje pastoral a México, el Santo Padre cito este poema y comentó: “Tomando estas bellas palabras, me atrevo a sugerir que aquello que nos deletrea y nos marca el camino es la presencia misteriosa pero real de Dios en la carne concreta de todas las personas, especialmente de las más pobres y necesitadas de México. La noche nos puede parecer enorme y muy oscura, pero en estos días he podido constatar que en este pueblo existen muchas luces que anuncian esperanza; he podido ver en muchos de sus testimonios, en sus rostros, la presencia de Dios que sigue caminando en esta tierra guiándolos y sosteniendo la esperanza; muchos hombres y mujeres, con su esfuerzo de cada día, hacen posible que esta sociedad mexicana no se quede a oscuras” (Saludo del Romano Pontífice al final de la Santa Misa en Ciudad Juárez, 17-II-20l6).

En efecto, pocos años antes de morir, Paz captaba en toda su profundidad que pertenecía a un Dios Creador, más cercano a él de lo que imaginaba, y que además buscaba comunicarse íntimamente con el poeta, cuando describe una realidad que palpitaba en su interior:
“las estrellas me escriben. (…)
también soy escritura”.

Para este hombre de Letras, la obra de la Creación es como una asombrosa “escritura” y el Ser Supremo es “su Autor” o “Ese Gran Escritor” que escribe sobre el firmamento en la noche cuajada de estrellas y, con emoción, el poeta intuye que él también “formaba parte de esa escritura”.

Después de un largo itinerario de este mexicano universal que, en su juventud fue liberal, luego ateo, más adelante agnóstico, y el ocaso de sus días, se confesaba como “un hombre en camino de búsqueda [de la Verdad]”. El Nóbel externaba un hondo gozo, como quien encuentra un tesoro largamente buscado y anhelado, su finalidad última, con este cristalino y significativo verso:
“alguien me deletrea”.

Por ello, el conocido crítico inglés, Michael Cohen afirma que: “La búsqueda de Paz es en esencia religiosa”. (2)

En su poema “Más allá del amor”, que lo incluye en su libro Libertad bajo Palabra, escribe:
“Más allá de nosotros
en las fronteras del ser y el estar,
una vida más vida nos reclama”.

Después de muchos años de vivir en un angustioso claroscuro -como les ocurre a muchas personas de nuestro tiempo-, que le quitaba la serenidad y vivía en la incertidumbre, el poeta capta que ahí se encuentra la fuente de la Felicidad Última.

Un suceso histórico dio un importante giro en la biografía de Octavio Paz: sus años como embajador en la India. Incursionó en el Budismo como un camino para encontrar a Dios y acabó desencantado porque no encontró lo que tanto buscaba: “Descubrí que de Oriente me separa algo más hondo que el cristianismo: no creo en la reencarnación. Creo que aquí nos la jugamos del todo, no hay otras vidas”. Y confesaba que el Budismo no encontró a Dios sino “una especial vacuidad”. (3)

Pero la inteligencia de Octavio Paz era profundamente analítica y reflexiva. El poeta siguió perseverantemente con su “itinerario de búsquedas”. Como un infatigable escudriñador de la realidad, comenzó a realizar descubrimientos para acceder a la Verdad o a esa “Otredad”.

Por ejemplo, analizando las ventajas y desventajas de los sistemas democráticos, hace la siguiente consideración: “Pero este sistema no contesta a las preguntas fundamentales que se han hecho los hombres desde que aparecieron sobre la tierra. Todas ellas se cifran en la siguiente: ‘¿cuál es el sentido de mi vida y a dónde voy?’ ” (4)

Y él mismo parece responderse en su obra El Arco y la Lira cuando escribe: “Dios ha desaparecido de nuestras perspectivas vitales y las nociones de objeto, sustancia y causa han entrado en crisis.” (5) Por ello, considera en este mismo libro, que “Debe de haber otras formas de ser y quizá morir sólo sea un tránsito”. (6)

En La Llama Doble, da todavía un notable paso hacia adelante. Cuando profundiza en el amor del hombre hacia la mujer, concluye que por más intenso que sea en esta vida, siempre será efímero. En cambio, Dios posee “dos atributos divinos: la inmortalidad y la inmutabilidad.” Porque en ese amor de Dios hay permanencia y eternidad. (7)

Si bien es cierto que Paz nunca llegó a la concepción del Dios personal cristiano, si logra -en cambio- un camino que en el fondo coincide con la analogía filosófica del pensamiento de Aristóteles y Santo Tomás de Aquino para ir analizando las facetas de ese “Dios-Uno” y sus múltiples diferencias con sus obras creadas: con el hombre, con la mujer, con la naturaleza, con el cosmos, con el mundo, con la civilización…

En esa reveladora entrevista que le hizo Castillo Peraza, el Nóbel de Literatura le confesó al periodista que en Goa (provincia de la India) tuvo un reencuentro con la fe cristiana: “Un día (…) en el centro de una civilización que no era la mía, entre en la vieja catedral. Celebraba la misa un sacerdote portugués, en portugués. La escuché con fervor. Lloré. No sé todavía si redescubrí algo (…). Pero sentí la presencia de esa que han dado en llamar ‘La Otredad’. Mi ser ‘otro’ dentro de una cultura que no era la mía. Mi identidad histórica”.

Y también afirmaba en esa reveladora entrevista que experimentó una gran fascinación por ese “Otro Alguien”, y comentaba: “El problema esencial del hombre es que, siendo hombre, no es sólo eso” (…). Y concluía: “No soy creyente pero dialogo con esa parte de mí mismo que es más que el hombre que soy porque está abierta al infinito (…). Hay en los hombres una parte abierta hacia el infinito, hacia ‘La Otredad’ “.

“Paz no soslaya, pues –comenta el crítico Rafael Jiménez Cataño- la parte escatológica de la otra vida. Piensa que podemos decir con cierta confianza que el ansia de felicidad es también ansia de inmortalidad. Queremos ser felices para siempre” (8).

Cuando en 1990, le fue concedido el Premio Nóbel de Literatura, la crítica internacional recibió elogiosamente esta justa distinción, de manera unánime y con gran entusiasmo, reconociendo su calidad y profundidad literaria y ensayística. Después de 25 años de este hecho histórico, la figura de Octavio Paz se ha agigantado y se ha convertido en un mexicano universal.

En síntesis, considero que el Papa Francisco quiso citar uno de sus poemas más profundos de Paz porque refleja la realidad de muchas personas que viven en esos “claroscuros”, pero subyace la firme esperanza de que si se pide al Creador –con humildad- luces claras para captar su realidad y tener un encuentro personal con Él, Dios no negará “su misericordia” y concederá esa ayuda espiritual para visualizar el sentido trascendente de la existencia humana.

(1) Un sol más vivo. Antología poética, Fondo de Cultura Económica, México, 2014, p. 268.

(2) Cohen, J. M., Poesía de nuestro tiempo, Fondo de Cultura Económica, México, 1977, p. 391.

(3) Entrevista que Octavio Paz concedió a Carlos Castillo Peraza, periodista y político, titulada: “Octavio Paz, entre La Historia y Dios”, revista “Proyección Mundial 30 Días”, México, mayo de 1988, No. 5, p. 58.

(4) Itinerario, Fondo de Cultura Económica, México, 1993, p. 126.

(5) El Arco y La Lira, op. cit., p. 161.

(6) El Arco y La Lira, ibídem, p. 269.

(7) La Llama Doble, Editorial Seix Barral, México, 1993, p. 130.

(8) Jiménez Cataño, Rafael, Lo Desconocido es Entrañable. Arte y Vida en Octavio Paz, Editorial Jus, México, 2008, p. 175.

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