La sucesión presidencial: ¿Qué quieres para México?

CONVERSACIONES INOLVIDABLES CON MI ABUELO

Cuando en mi natal Navojoa, Sonora, nos enteramos que por vez primera el hombre había llegado a la Luna, mi abuelo no cabía de gozo y contento. Aquel verano de 1969, ante ese trascendental suceso, recuerdo que algunos nietos nos sentamos en la  amplia sala, en animada tertulia, a comentar los detalles de esa hazaña espacial.

Me abuelo presidía aquella reunión y llevaba la voz cantante. Comenzó a hacer memoria que cuando era adolescente (había nacido a fines del siglo XIX) le tocó ser testigo de cuando se trazó la  vía del ferrocarril y se colocaron los postes del telégrafo; cómo comenzó a funcionar una pequeña central telefónica; cuando se instaló la luz eléctrica o aquellos ruidosos coches que arribaron al pueblo levantando polvaredas, por las calles sin asfaltar, seguidos por el bullicio y la algarabía de niños y ladridos de perros, ante la sorprendente novedad.

“Para que se hagan una idea –seguía recordando- para ir a comprar  mercancías y medicinas, había que viajar ocho días a caballo desde el sur del Estado hasta Tucson, Arizona. Las únicas provisiones para el viaje, en las alforjas de cuero, eran granos de café, carne machaca y queso seco. Cualquier otro alimento se descomponía por el intenso calor”.

Con el paso de los años, mi abuelo se convirtió en un próspero agricultor, ganadero y apoyó con inversiones para la fundación del primer banco del pueblo. Les dio trabajo a sus tres hijos y, en algunos casos, costeó los gastos universitarios de sus nietos.

“Estoy asombrado –decía- por lo que me ha tocado vivir y el impresionante desarrollo que ha tenido nuestro país en relativamente poco tiempo. Ahora puedo tomar un avión  y en cuestión de horas  visitar la Ciudad de México,  los Estados Unidos o  cualquier parte del mundo.

“Me pregunto, ¿qué será de México dentro de algunas décadas? Desde luego eso  ya no lo veré. ¡Pero cómo me gustaría tener la edad de ustedes para volver a empezar de nuevo, hacer planes e impulsar el desarrollo de Sonora y de mi país”.

Mi abuelo había sido Presidente Municipal en esa población, había introducido una variedad de semilla para aumentar el número de toneladas de trigo por hectárea. Era un infatigable emprendedor (no obstante que pasaba de los setenta años) y soñaba con que Sonora tuviera un desarrollo industrial semejante al de Monterrey y deseaba impulsar todavía con mayor intensidad el sector agrícola y ganadero en la región.

“Estoy convencido que podemos ser un gran país. Acabo de ir al Japón. En 1945, al término de la Guerra Mundial, era un país derrotado anímica y militarmente, en ruinas y en bancarrota económica. En poco más de dos décadas se ha levantado y ahora comienza a ser una potencia mundial. Si trabajamos duro, México puede ser también otra potencia económica. Pero, ustedes –concluía- por ahora tienen que ser muy buenos estudiantes, para que lleguen a ser profesionistas que ayuden a lograr ese futuro esperanzador”.

VOLVER A LAS RAÍCES: LA  FAMILIA Y LA EDUCACIÓN

Estos recuerdos vienen a colación, con ocasión de que se inicia un nuevo sexenio en la Presidencia de la República. Personalmente estoy convencido, al igual que mi abuelo, que México tiene todas las condiciones –humanas, de profesionistas cualificados, de recursos naturales, etc.- para llegar a ser una gran nación, con un mayor liderazgo e influencia en otras naciones y en los foros internacionales.

¿Pero qué necesitamos? Me parece que en primer lugar volver a nuestras raíces. Es decir, a la familia. En el seno del hogar es donde se transmiten los valores, la fe religiosa, las actitudes vitales, los comportamientos morales; es la cuna del hogar donde se siembran los anhelos de superación y de servicio a los demás.

Por eso se dice que la  “primera escuela” es la familia. Y de los labios de nuestros padres aprendimos la importancia del respeto a la vida humana desde el momento de su concepción, de la unidad entre los hermanos y parientes,  de la comprensión hacia con todos, del perdón y la reconciliación, de la paz y armonía. Porque una familia sólida y estable contribuye a un tejido social sano y con valores permanentes.

Después viene la educación en el centro escolar. Considero que en nuestro país hace falta una educación que brinde no sólo conocimientos o mera información científica sino  que se avoque también a proporcionar formación integral, es decir,  que las personas se superen también en el aspecto individual,   espiritual, cultural…

En forma paralela, se requiere que las universidades, además de elevar su nivel académico, estén conectadas con la realidad socioeconómica del país, con la industria y los empresarios.  De tal forma que se genere un flujo y reflujo entre las ofertas de trabajo y las necesidades prioritarias en la economía nacional, sin dejar de lado el fomento de la cultura, las artes y las humanidades.

LA RESPONSABILIDAD SOCIAL CIUDADANA Y EMPRESARIAL

Una materia pendiente de nuestra sociedad es la pobreza y las lacerantes desigualdades sociales. ¿Hemos perdido la sensibilidad por ayudar a los más necesitados o quienes viven en  la indigencia? Me parece que sería injusto no reconocer la encomiable labor de tantas instituciones y personalidades que han surgido en los últimos tiempos para servir solidariamente en las zonas indígenas, en sectores marginados o entre personas discapacitadas, por sólo citar algunos ejemplos.

Pero es evidente que hay todavía un lar
go itinerario por recorrer. Es urgente que los empresarios y personas con un alto poder adquisitivo  se avoquen más en ayudar con generosidad y determinación,         -quizá en forma institucional para asegurar su permanencia- a quienes menos tienen. Es necesario fomentar una profunda cultura de la solidaridad de tal manera que nadie que conforme, por ejemplo, con ayudar a los de su familia y poco más, y se olvide de auxiliar a su colonia, a su ciudad, a asociaciones filantrópicas, a quienes viven en condiciones dramáticas e inhumanas, en definitiva, a vivir mejor sus compromisos y responsabilidades sociales.

NUESTROS “HÉROES ANÓNIMOS”

Tenemos un rico capital humano: las virtudes y valores de los mexicanos. En cualquier parte del mundo  nuestros connacionales son reconocidos por su espíritu de laboriosidad, su capacidad emprendedora, su responsabilidad y constancia en realizar su trabajo del mejor modo posible.

Algunos de ellos -como se dice-, “nunca serán noticia” pero verdaderamente son “héroes anónimos”, quienes desde un modesto rincón de una populosa ciudad de los Estados Unidos o de Europa, mes tras mes, envían el apoyo económico tan necesario para su familia.

El drama es que, por imperiosa necesidad, no tengan otra opción que abandonar a nuestra nación. Por lo tanto, se requiere generar muchos más empleos tanto en el campo como en la ciudad. Pienso que hay que fortalecer a lo que hasta hace pocas décadas era una de las principales fuentes de riqueza, la agricultura.

LA MADUREZ POLÍTICA Y EL PROGRESO INTEGRAL

En la industria es necesario conseguir mayores niveles de calidad para poder competir con el mercado internacional. Tenemos profesionistas brillantes y bien preparados, directivos diligentes y eficaces, pero quizá esté faltando quitar todo ese aparato burocrático corrupto y el sindicalismo inoperante que frenan el avance y el progreso en las empresas para estar a la altura de los países desarrollados.

La misión de la política y de los servidores públicos es, sin duda, una tarea nobilísima en sí misma, si está enfocada al  bien común y atender los intereses de los ciudadanos tanto a corto, mediano como a largo plazo. Los buenos gobernantes, con la activa participación ciudadana, pueden lograr grandes mejorías en su comunidad. Esto lo hemos observado en muchas ocasiones a lo largo de la historia.

 Pero, en mi opinión, urge en nuestro país superar el “cáncer político” de la “partidocracia”, de manera que esté por encima de los intereses individuales o de un grupo determinado para ocuparse realmente del bienestar económico y social de toda la nación, sin discriminaciones ni exclusiones de ningún tipo.

Cuando un turista visita nuestro país, se suele  admirar de nuestro rico patrimonio histórico, de nuestra vasta cultura milenaria, de su próspera vida artística e intelectual, de sus dialectos y lenguas, del folklore, la música, la gastronomía…

Me decía un amigo paraguayo: “Ustedes, quizá no sean muy conscientes, pero en Sudamérica miramos a México como un país ejemplar en muchos aspectos, como un referente por su progreso industrial, económico y cultural”.

SOÑAR CON UN MÉXICO MEJOR AL QUE HEREDAMOS

Me parece que es la hora de llenarnos de optimismo y de soñar en que, si nos lo proponemos, podemos llegar a ser uno de los países más competitivos del mundo. Pero con una premisa necesaria, el cambio comienza por nosotros mismos, por nuestra propia familia, por nuestro entorno laboral o universitario, por dar un cuidadoso seguimiento a las promesas políticas de campaña para  exigir a los gobernantes que las  cumplan, y a la vez, individualmente, tener una mayor participación ciudadana en el cotidiano acontecer de nuestra sociedad.

 

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