Qué solos se quedan los enfermos de VIH

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Mi querido amigo Pablo, que está infectado con el VIH, se encuentra totalmente abandonado por sus familiares y amigos. Vive aislado de la sociedad. Sólo le atiende su madre, la cual en ningún momento le ha abandonado, muy en contra de la opinión de otros familiares cercanos. Su madre está tan llena de amor a su hijo, que no le importa estar continuamente a su lado. Deja su vida privada por atenderle. También le visitan con alguna frecuencia los voluntarios de la Parroquia de su vecindad.

Cuando no estaba infectado, tenía una vida plena de amistades, un buen trabajo, era querido y aceptado por todo el mundo, dada su simpatía, entrega a los demás, enorme humildad y su cercanía con los más desfavorecidos. Esas son algunas de las virtudes que dicen sus familiares y amigos. Hoy, además del dolor que le produce la enfermedad, injustamente, ha perdido el trabajo, la familia, los amigos y un sitio en la sociedad.

Precisamente cuando más necesita el apoyo, el cariño y el cuidado de sus familiares, es cuando se han visto claramente mermadas su salud, su fuerza mental y sus facultades físicas, aunque mantiene a trompicones su Fe.

Ahora, esos mismos familiares y amigos le tienen estigmatizado, porque le achacan que se juntó a otras personas irresponsables, dedicándose a una vida loca, relacionada con las drogas y el sexo. Nadie quiere reconocer que su situación, pudo ser producto de una desgraciada transfusión de sangre, que le hicieron después de un accidente de moto. Eso nadie lo sabrá con certeza.

Para los familiares y amigos es mucho más fácil echarle la culpa de su infección, a la supuestamente mala vida que dicen que llevó, y por lo tanto, descartarle del trato familiar y amistoso, que podría ayudarle a sobrellevar su enfermedad. Incluso le impiden que vea a sus sobrinos pequeños, a los que él quería y mimaba con locura.

Le han aislado de tal manera, que incluso sus mejores amigos, le han eliminado de las redes sociales, donde anteriormente se comunicaba, pues le han hecho como un juicio social condenándole por su comportamiento, e incluso sin darle ni el beneficio de la duda.

Además de los dolores físicos de su enfermedad, tiene que soportar los dolores psicológicos del desprecio familiar y social. Sólo le queda refugiarse en su religión y pedirle ayuda a Dios, para que pueda soportar esas dolencias. El dolor de la soledad y de la indiferencia, es mucho más profundo y desgarrador que el físico.

Allí se ha quedado sólo, sin que nadie le invite a nada, olvidado, esperando una palabra de aliento, que alguien le ofrezca su compañía, aunque nada más sea para compartir un ratito. Un tiempo para poder sincerarse o para disfrutar de una sana diversión, ver una película, oír música acompañado, leerle un libro, etc. Algo que le haga la vida más llevadera, algo que él necesita, que no tenga, y que a los demás nos sobra.

Los infectados, la enfermedad del VIH en español, y HIV en inglés, se quedan totalmente solos. Sus familiares y amigos desaparecen y nadie quiere ni pasar un minuto con ellos. La sociedad los estigmatiza, como si fueran los leprosos de la antigüedad. Ignorando que el VIH tiene cura a través de las actuales pero complicadas medicinas, que si bien ayudan a que no prospere, hacen muy difícil llevar la enfermedad.

Invita al que está solo, al olvidado, al que espera una palabra de aliento, y ofrécele tu compañía. Comparte con él un rato de descanso, de sana diversión, entretenimiento para hacerle la vida más llevadera. Intenta dar parte de tu tiempo a esa persona que sabes que te necesita.

Los amigos no quieren reconocer, que un día estuvieron llevando la misma vida que ellos, buena o mala, y que por cuestiones del destino en un momento determinado se infectaron. Posiblemente incluso haciendo las mismas cosas que ellos.

Tampoco quieren considerar, que no siempre la infección es por culpa de los enfermos, pues una maldita transfusión de sangre, motivada por accidente o una trasmisión hereditaria, puede infectarles y arruinarles la vida que les queda.

La sociedad en general tiene temores injustificados sobre el posible contagio si van a visitar a los enfermos o si les tocan por algún motivo. Eso no es cierto y si tienen algún amigo o familiar en esa situación, pueden consultarlo con su médico. El VIH se transmite a través de los fluidos corporales. Con estos sí que hay que tener cuidado.

Los infectados del VIH tienen un doble dolor. El propio de la enfermedad, que cada vez les va consumiendo más y más deprisa, y el aislamiento al que le someten sus familiares, amigos y la sociedad.

Nadie les quiere ver ni de lejos. Pierden sus trabajos, sus familias y sus amigos. Es cierto que podrían hacer una vida relativamente normal, si entre todos nos dispusiéramos a ayudarles evitando su marginación. Se sienten frustrados por sus familiares y amigos. La frustración es una célula más del envejecimiento y tan agresiva, que no se detiene hasta sorber la ilusión y la alegría de vivir.

Lo positivo es que la infección por este virus, actualmente ya no es una infección mortal, sino una enfermedad crónica, tratable con una terapia antirretroviral, que pueda ser decisiva para salvarles la vida. Pero nadie quiere oír hablar de que no tienen que tener miedo al contagio, si utilizan las instrucciones que los profesionales les han dado, junto al sentido común, que hay que tener cuando se relaciona con los enfermos.

No soy médico y por lo tanto no puedo opinar profesionalmente. Me han asegurado que si se tiene precaución, con el contacto de los fluidos humanos, no existe el riego de infección. Darle la mano a un enfermo, no lleva ningún riesgo de infección, salvo que haya una herida en las manos. Y desde luego, un abrazo, ropa con ropa, no tiene riesgo. También me han dicho que el virus VIH no se puede curar, pero que aunque los tratamientos que reciben los pacientes, ninguno mata al virus, sí ralentizan su multiplicación, en un punto específico de su ciclo de vida.

Hay cuidados paliativos especializados, humanizados e integrales, para procurar con mucho cariño el mejor trato posible, el que sea adecuado a la nueva situación del familiar enfermo. Con el fin de que su calidad de vida no empeore, controlando los síntomas y dolores que le hacen sufrir.

Los familiares, son parte muy importante del bienestar del enfermo. Deben aprender a adaptarse, asumir y sobrellevar la situación del enfermo y a transmitirle su fuerza. También a los otros familiares y amigos, que no le hayan abandonado. A todos los enfermos graves, hay que inculcarles la sensación de que, como todo el mundo, van a acabar una etapa y que pueden dejar todos sus asuntos cerrados y en paz.

Los voluntarios, familiares, amigos o desconocidos, que cuidan y se interesan por los enfermos, deben prepararse muy bien, para evitar que incluso por su buena voluntad, produzcan un daño irreversible al enfermo, bien con palabras, hechos, alimentos incorrectos, información inadecuada, etc. Su cariño, dedicación, sonrisa y conversación, son unas de las medicinas más apreciadas e imprescindibles.

Los voluntarios, familiares, amigos o desconocidos que ayudan a los enfermos, se entregan a los demás, sacando lo mejor de sí mismos, por la satisfacción del deber cumplido y tratar de que su ejemplo, sea un estímulo para todos los demás. Al final son éstos, los más beneficiados, que pese a la tristeza de ver el sufrimiento, reciben la alegría de ayudar. Son verdaderos héroes, los que se interesan por los enfermos con VIH abandonados, aunque a otros no les importen.

francisco@micumbre.com

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