Rosario Camargo: Adiós a una gran humanista

“-¡Tengo muchos planes! ¡Se los tengo que contar!” –así solía iniciar Rosario Camargo sus amenas conversaciones conmigo y quien falleció en días pasados.

¿Quién fue Rosario Camargo Espriú? Estudió primeramente la carrera de Antropología y, después, Periodismo en la naciente Universidad de Navarra. Llegó a España a principios de los años cincuenta y conservó siempre un gran cariño por esta universidad, por sus profesores y compañeros de estudios.

La conocí hace cuarenta años, cuando ella trabajaba en la  revista “Gente” (ya desaparecida). Se trataba de una publicación que abordaba temas de actualidad: cultura,  arte,  música,  política,  literatura… Yo llevaba a la redacción mis primeros artículos y ella era ya muy conocida como excelente reportera y experimentada entrevistadora de figuras públicas y personajes reconocidos.

Recuerdo bien su sonrisa, su aire intelectual con aquellos lentes gruesos y su inseparable tarro de humeante café, mientras escribía con soltura en su máquina de escribir.

Antes había sido fundadora de la  “Gaceta Universitaria”. Posteriormente fue directora de la revista “Giro”. Le encantaba presentar a los lectores facetas poco conocidas de las maravillas naturales que tiene México: playas, bosques, montañas, pueblos típicos, el mundo submarino…

También la traté con frecuencia cuando trabajó en “Fomento Cultural Banamex”, bajo la dirección de otra gran personalidad, Fernando Cuén. Eran los tiempos de la bonanza económica de nuestro país y había presupuesto suficiente para publicar verdaderas joyas de investigación de nuestro patrimonio histórico y cultural. Recuerdo, por ejemplo, un libro –con fotografías a todo color- sobre iglesias y conventos de la época de la Colonia; otro más, sobre el arte barroco novohispano. Y allí estaba Rosario aprovechando todos sus conocimientos de antropología, arte, cultura y periodismo para publicar libros de colección.

Lo mismo podemos decir,  en los años ochenta, cuando fue contratada en el Área de Comunicación de Banco del Atlántico, bajo la dirección del comunicador Ricardo Pasillas. Entre otras muchas actividades, y con la colaboración de otros periodistas, publicaban con periodicidad una revista y, cada año, un libro para regalar a los clientes del banco. Se me quedó grabado el  título de un libro que me gustó particularmente por su originalidad: “Cimas y simas de México”.  Eran publicaciones artísticas de excelente manufactura.

Por otra parte, cuando llegaban visitantes extranjeros, conocidos suyos, acostumbraba a llevarlos con entusiasmo al Museo de Antropología a mostrarles la grandeza de las diversas  culturas prehispánicas. De igual forma, a veces me la encontraba cerca del Zócalo, con un numeroso grupo de amigas, a las que les iba mostrando y dándoles verdaderas cátedras acerca de lo valioso de nuestro patrimonio en materia de arquitectura, pintura, ornamentación, escultura…

Un día me tocó visitarla en su oficina y me llamó la atención la considerable cantidad de libros que tenía de Antropología, figurillas prehispánicas, objetos de decoración de diversas regiones indígenas, etc. Y es que Rosario amaba profundamente a México, su cultura y todo lo relativo a nuestras tradiciones, costumbres, música y folklore.

Los años pasaban, iba envejeciendo, pero me asombraba su ímpetu y aliento por continuar escribiendo y colaborando en  diversas publicaciones, como: “México Desconocido”; un suplemento del periódico “El Heraldo de México”: “Feminísima” que lo dirigía su amiga, la  periodista Blanca Sevilla; la revista cultural “Istmo” -con Patricia Montelongo como directora-, publicación en la que continuó, hasta hace poco tiempo, escribiendo sus artículos y amenas reseñas de libros.

Cuando ya tenía más de setenta años, un día me la encontré en el jardín central de la Universidad Panamericana. Pensé que ya se había retirado de su actividad profesional. Pero no fue así, me abordó y sin más preámbulos, me dijo animosa con su consabida frase: “-¡Tengo muchos planes! ¡Se los tengo que contar!” Y a continuación me relató que había fundado un grupo de formación permanente para personas de la Tercera Edad y que era apasionante observar cómo se interesaban sus alumnas y alumnos por tantos temas culturales.

Y a continuación me invitó a dar unas conferencias acerca de algunos de mis libros. Por supuesto que con gusto acepté su amable propuesta. Reconozco que me edificó mucho su optimismo, su visión positiva, su ilusión por sus proyectos a desarrollar. Particularmente porque estaba enterado que había estado delicada de salud, pero Rosario no le daba mayor importancia y solía repetir:

-Son achaques propios de la edad y no hay que hacerles demasiado caso. Lo importante es seguir adelante, trabajando por sacar ¡tantas cosas interesantes que se pueden realizar!

Un significativo detalle que me llamaba la atención en su personalidad, era que siempre iba bien vestida, con elegancia y distinción. Hasta en este aspecto manifestaba su ilusión por vivir, no obstante el paso de los años.

Por si fuera poco, era poetisa. Publicó varios libros de poesía. Asistí a la presentación de su último libro, “Estreno sol cada día” (1), que le publicó “Editorial Minos”, y realmente me impresionó su enorme sensibilidad artística y las profundas metáforas que manejaba en sus textos literarios.

¿Cuál es el legado que nos deja esta gran humanista? En primer lugar, su infatigable laboriosidad que la llevó a continuar trabajando con ilusión hasta pasados los ochenta años. Su gran capacidad para innovar, crear y plantearse metas audaces en su quehacer profesional. Su valiosa aportación a la antropología
y al periodismo con sus investigaciones y abundantes escritos.

En el trato humano, supo ganarse a una gran cantidad de amistades. Nos deja su sonrisa, su buen humor, sus detalles amables y cordiales, su preocupación constante por buscar el bienestar de los demás, su permanente ejemplo por aprender cada día algo nuevo.

En definitiva, Rosario Camargo nos heredó una invaluable lección de cómo hay que enfocar la vida con sus retos y desafíos. Parafraseando el título de su último libro, podríamos afirmar que nos dejó una huella imborrable sobre cómo podemos buscar siempre el lado amable y positivo de nuestra existencia y así estrenar cada día la vida con una sonrisa en nuestro trabajo y en la convivencia cotidiana.

(1)Camargo Espriú, Rosario, “Estreno Sol cada día”, Editorial Minos Tercer Milenio, México, 2009, 101 páginas.

 

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