Sinfonía de amor conyugal

En su reciente documento postsinodal del Papa Francisco, titulado: “La Alegría del amor. Sobre el Amor en la Familia”, el Santo Padre redacta un bello texto que es como una sinfonía del amor entre los cónyuges para conseguir su felicidad en el matrimonio y enttre los miembros de la familia.

Tiene como punto de partida ese profundo y elocuente escrito de San Pablo, comúnmente llamado el “Himno de la Caridad (o del Amor)” y dice así: “El amor es paciente,/ es servicial;/ el amor no tiene envidia,/ no hace alarde,/ no es arrogante,/ no obra con dureza,/ no busca su propio interés,/ no se irrita,/ no lleva cuentas del mal,/ no se alegra de la injusticia,/ sino que goza con la verdad./ Todo lo disculpa, / todo lo cree,/ todo lo espera, / todo lo soporta” (Primera Carta a los Colosenses 13, 4-7).

Y a continuación el Romano Pontífice brinda magníficos consejos para los esposos y las familias, desglosando las frases antes citadas. Comenta en que no se puede pretender que las personas sean “perfectas” sino que hay que aprender a quererlas, también, con sus defectos y limitaciones. Hay que tener “una profunda compasión” acerca de cómo son los demas para comprenderlos, perdonarlos y disculparlos, en vez de reaccionar con venganza o agresividad.

Amar, dice el Papa, no sólo significa “querer al otro cónyuge” y a los hijos sino también “procurarles y hacerles el bien”, servirles y llenarles de detalles de cariño y afecto de tal manera que se contribuya a hacer más agradable la convivencia.

El escritor inglés, C. S. Lewis, autor de “Las Crónicas de Narnia” y “Cartas del diablo a su sobrino”, entre otras muchcas obras, señala en ésta última que parte de la acción diabólica -a simple vista imperceptible, pero muy eficaz- es sembrar entre los miembros de una familia: pequeñas envidias, discordias, divisiones, roces, fricciones, antipatías, etc. Así, una familia que podría ser plena y feliz, sus miembros se llenan de amargura, rencor y resentimiento cuando se gira en “la órbita del yo”, esto es, del marcado egoísmo. Por ello, el Papa Francisco propone alegrarse de todo corazón ante los logros y éxitos -pequeños o grandes- de los que convivimos cotidianamente.

Otras recomendaciones del Santo Padre son: ser siempre amables y vivir las finas normas de urbanidad y cortesía en la familia. No hay porqué descuidarlas con el paso del tiempo ni caer en un mal “acostumbramiento” provocado por la rutina o el abandono. También anima a las familias a no dejarse llevar por el mal humor y los reacciones bruscas o ásperas en la convivencia diaria, sino a “meter el lubricante de la caridad” para que el amor y el perdón siempre triunfen.

En todo trato humano indudablemente que existen aspectos que pueden costar o resultar arduos, pero debe imperar la paciencia, la tolerancia y la comprensión hacia los demás porque el verdadero amor “lo soporta todo”.

Concluye el Papa Francisco afirmando que cada familia debe ser un remanso de paz y de alegría. Con ese buen humor y esa mutua comprensión será más fácil que el gozo y la alegría de Dios reine en el centro de los hogares.

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