Tener para ser

Se acercan las fechas en que si no compramos y regalamos nada somos. Los tiempos de dar amor con cosas materiales. Se acercan los momentos en que desesperados nos ponemos a ver de dónde sacamos dinero, créditos, y nos endrogamos con tal de obtener aquello que pensamos nos hará felices, aquello que creemos hará felices a los que amamos o a quienes les debemos un favor o agradecimiento. Empeñamos nuestra alma al diablo, con tal de tener para ser, con tal de cumplir para sentir que hicimos lo correcto. Todo con el pretexto de que ya veremos en enero cómo lo pago, total ya ni los bancos me podrán molestar antes de las ocho de la mañana ni después de las diez de la noche. Damos para que nos den, intercambiamos para quedar bien. Finalmente estas fechas dan valor al tener y restan importancia al ser.

¿¿¿Qué qué??? Así es, valemos por lo que tenemos y mientras más caro, mejor, y olvidamos que somos al unísono cuerpo y espíritu. Sin importar si crees o no crees en religiones, seres superiores, Dios, Alá, Buda o quien tú quieras, el espíritu es parte esencial de la persona humana. Confundir el ser por el tener, es un problema gravísimo de la actualidad, que ya ni nos percatamos que es un contrariedad.

El consumismo es un inconveniente que nos reduce de manera antropológica, es decir, nos convierte en un objeto que vale por lo que tiene, por lo que da, y peor aún mientras más tenemos, más infelices somos. Hoy por hoy comprar más de lo mismo, es algo que vemos normal, pero si nos remontamos a las épocas Platónicas (427 a.C) recordaremos que el apetito insaciable de las cosas materiales, era considerado una enfermedad. Así es, aquel que no tiene suficiente, porque ignora que su espíritu no puede saciarse con las cosas materiales.

Ciertamente vivimos una era en que hemos olvidado tanto esa parte espiritual, por dejar de un lado lo trascendental y buscar el eficientismo en nuestra vida, que hemos arrinconado una realidad que es más que evidente en estos tiempos, y sobre todo en estas épocas que se avecinan; a decir: aquel que tiene que comprar más de lo mismo porque no tiene suficiente, es porque ignora que su espíritu no puede saciarse con las cosas materiales El pleonéxico de Paltón era el enfermo que ignoraba que las necesidades superfluas no se saciaban, y hoy en día ese enfermo, resulta que es muy normal serlo. Nuestra espiritualidad se vacía constantemente, sobre todo cuando hay carencia de amor, cuando hay falta de autoestima, cuando nos sentimos menos por haber tenido padres ausentes, dominantes, matrimonios fracasados, distanciados, sueños destrozados, amores truncados.

Padecemos un vacío espiritual por situaciones cotidianas, pero que por ignorar que precisamente en el espíritu tenemos la solución a nuestras desventuras, suponemos que con lo material llenaremos el agujero sentimental. La televisión en aumento, nos bombardea puesto que el consumismo o gasto innecesario va asociado con una mercadotecnia que crea nuevas necesidades en el consumidor para aumentar las ventas de los productos. Nuevas Barbies, juegos de video, muñecas que comen, lloran, hacen pipí, productos que hacen pensar a los niños que eso es lo que le deben de pedir a sus papás, porque finalmente, Santa Clause/Los Reyes Magos les traerán lo que quieran. Ahí es donde los padres debemos de entrar al ataque y aprender a hacernos y a hacerlos desprendidos de lo material.

Debemos de entender primero nosotros mismos, que el hombre contemporáneo busca comprar, luego existir. Evade sus necesidades reales, satisfaciéndolas por alguna superflua. Y una vez entendido eso, sabremos cómo explicarles a nuestros niños que no podemos comprar todo lo que en la tele se ve. Ya lo decía Juan Pablo II consternado por el reduccionismo antropológico del consumismo, que debíamos de “Modificar nuestros comportamientos para llegar a ser fermento y para hacer crecer en el seno de la familia humana la caridad y la solidaridad, valores esenciales de la vida social y de la vida cristiana».

Puesto que no hay que negar, que este problema que hoy en día no se ve como tal, es un padecimiento que la mayoría de las personas sufren, unos en demasía, otros en menor medida, pero es una situación que debemos de cuidar y no olvidar que en estas épocas navideñas es imprescindible controlar.

No hay que perder de vista cuál es la verdadera razón de estas fiestas, no olvidemos promover lo que en realidad quiere decir la Navidad, porque solo así lograremos vivir una verdadera felicidad en nuestro hogar. Hagamos lo que Juan Pablo II nos recomendaba hiciéramos “Es necesario transformar nuestros comportamientos de consumo con objeto de tomar de lo necesario, conservando sólo lo esencial para que todos puedan vivir con dignidad. Hagamos ayunar nuestro afán de poseer, con el fin de ofrecer a nuestro prójimo aquello que necesita de modo radical» Para este fin de año, haz la prueba, contente, aprende a dar afecto, amor y espiritualidad.

Enseña a tus hijos a desprenderse de los juguetes que tienen, que pueden compartir con los más desfavorecidos y hagan una actividad nueva yendo a regalarlos a niños que no saben ni lo que es jugar.

Porque la generosidad y enseñarlos a vivir al servicio de los demás, será el mejor regalo que les puedas dar.

Nos leemos pronto para no quedarnos atrás y ver hacia delante.

 

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