Al más puro estilo de la mejor serie de suspenso e intriga, las abundantes noticias que han ido apareciendo con motivo del presunto fraude en las elecciones de Estados Unidos, han seguido un curso inquietante y cada vez más asombroso.
En efecto, en ya varios estados en disputa (como Pensilvania, Georgia, Arizona, Wisconsin y Michigan), se han hecho (o están programadas) audiencias públicas en que se han presentado pruebas de todo tipo de lo que parece ser el mayor fraude electoral de la historia de ese país. Desde declaraciones juradas (cuya falsedad es un delito federal castigado con cárcel), hasta relatos de varios testigos, pasando por impactantes videos –algunos de cámaras de seguridad de locales de votación que duran horas–, e incluso peritajes al software encargado del conteo de votos, esta verdadera avalancha de antecedentes, está afectando a la opinión pública estadounidense, generándose una preocupante tensión dentro de ese país.
Al mismo tiempo, se han presentado una multitud de demandas en estos y otros estados, alegando todo tipo de irregularidades. Entre otras cosas, votaciones presenciales en que no se corroboró la identidad de los sufragantes, votos de personas inhabilitadas para hacerlo, de menores de edad, de sujetos de otros estados, e incluso de personas ya fallecidas; o también, diversas situaciones anómalas respecto del voto por correo (boletas llegadas tardíamente, incluso en camiones llenos, en la madrugada del 04 de noviembre, luego que se parara el conteo que se estaba llevando a cabo, la imposibilidad de corroborar a los votantes que usaron este mecanismo, y hasta se ha hablado de boletas falsas); la falta de fiscalización adecuada en los conteos; o momentos en que todos o casi todos los votos contabilizados favorecieron a Biden, y un largo etcétera.
Muchas de las demandas presentadas, tanto por el equipo de Trump como por otras organizaciones independientes, han sido rechazadas y todo hace presagiar que tendrá que ser la Corte Suprema de ese país la que termine de dirimir la cuestión. Igualmente, en algunos estados se ha ordenado más que un reconteo, una auditoría del último proceso electoral, a fin de verificar su idoneidad.
Finalmente, se ha estado indagando en los sistemas informáticos utilizados en el proceso de conteo (siendo el más conocido el denominado “Dominium Voting System”), surgiendo varias denuncias de inexactitudes importantes en dicho proceso, siempre a favor de Biden. Y como si todo lo anterior fuera poco, hay sectores, dentro de los cuales se incluyen altos mandos militares, que acusan directamente una intervención extranjera de más de diez países, vinculados a este proceso informático, con el fin de interferir en estas elecciones. En suma, que se trataría ni más ni menos que de un asunto de seguridad nacional.
Inquietante, sin lugar a dudas todo lo que está ocurriendo en el país del norte, al punto que como dice un refrán, estamos frente a un auténtico “zapato chino”. Y en realidad, la avalancha de noticias es tan colosal, que casi no alcanza a asimilarse la última, cuando llega otra tanto o más impactante que la deja como una más del montón. Es de esperar que todo este embrollo se aclare luego y a fondo, pues está en entredicho, ni más ni menos, que el prestigio y el futuro de una de las democracias más antiguas y respetadas del mundo.
Max Silva Abbott
Doctor en Derecho
Profesor de Filosofía del Derecho
Universidad San Sebastián
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