Un tren que semejaba a un largo túnel sin sentido

En no pocas ocasiones nos encontramos con personas que dan la impresión de que pasan por la vida como por un largo túnel: están sumamente entretenidas en su quehacer cotidiano y olvidan de mirar a su alrededor. ¿Por qué digo esto? Porque no conocen a fondo a los miembros de su familia ni las necesidades de sus semejantes. No se enteran de las carencias sociales ni mucho menos se interesan por resolverlas.

Había un famoso tren, que le llamaban “Bala”. Corría de la Ciudad de México a Nogales, Sonora. De veloz no tenía nada porque marchaba muy lento. Recuerdo que la mayoría de los que viajábamos éramos estudiantes que íbamos de vacaciones a nuestras ciudades de origen. Para matar el tiempo, muchos universitarios decidían irse al “salón-fumador” y algunos se dedicaban a jugar a las cartas o al dominó, mientras bebían cerveza, y podían pasarse horas y horas o la noche entera, haciendo exactamente lo mismo, sin moverse de su sitio.

Lo único que deseaban era entretenerse en el juego, como una forma de evasión. Iban contando con ansiedad el número de ciudades que les faltaban para llegar a su lugar de origen.

No les atraía ni leer un buen libro, admirar el paisaje o entablar conversaciones con otros pasajeros, que habitualmente son enriquecedoras.

Simplemente su mente giraba en torno al número de horas que aproximadamente deberían de transcurrir para llegar a su lugar de destino y, mientras tanto, había que matar el tiempo de cualquier manera: jugando a las cartas, bebiendo o durmiendo.

Algo así me parece que ocurre con las personas que ponen a su trabajo como un fin absoluto. Esa actitud es denominada en psicología como “Workaholic” (manía compulsiva por trabajar), descuidan sus primordiales deberes familiares, no cultivan amistades, tienden a excluirse de la vida social y se pierden toda la maravilla de experiencias que pueden tener en su entorno, en su mundo circundante. ¡A muchos se les escapa de sus manos la vida, sin aprender a vivirla!

Pero también existen muchos otros que se comportan de modo radicalmente opuesto y tienen un desmedido afán por la diversión o lo lúdico y nunca llegan a captar el sentido de su existencia. No se plantean interrogantes fundamentales, como: ¿quién soy? ¿de dónde vengo? ¿hacia dónde voy? ¿qué sentido tiene que realice mi trabajo con un enfoque profesional, bien acabado? ¿qué deberes tengo para con mi cónyuge, para con mis hijos, para con la sociedad o con mi Patria? Algunos piensan que todo en la vida es una broma, un serial de chistes, conductas frívolas o carcajadas huecas.

No es así la realidad. Hay aspectos serios de nuestra vida que hay que atenderlos a conciencia, con esfuerzo diario y responsabilidad personal. La sabiduría de la vida consiste en cumplir con nuestros deberes profesionales, familiares o sociales, saber armonizarlos, y a la vez, no perder nunca de vista el sentido trascendente de todo lo que hacemos ni la estación última de nuestras vidas.

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