El estado real de la economía norteamericana sigue siendo bastante favorable, los datos de crecimiento económico de los primeros tres trimestres indican que podrían tener un año de entre 2.2% y 2.5% anual; para una economía desarrollada este es un magnífico número, ya que el potencial de crecimiento en un país en donde la distribución del ingreso es bastante más pareja y en donde la clase media es la que predomina, el potencial de crecimiento es más acotado que en uno en vías de desarrollo o bien emergente.
Lo anterior es y seguirá siendo una buena noticia para nuestro país porque somos muy dependientes de lo que acontezca en esa nación; el 90% de las exportaciones mexicanas tienen como destino EEUU, y más o menos la mitad del PIB nacional está determinado por esta actividad exportadora.
Este año México va a crecer entre 0 y 0.3%, a pesar de las magníficas cifras del vecino, ¿se imaginan en el contexto actual cómo nos puede ir si nuestro principal socio comercial desacelera o recesiona?, la verdad no quiero ni pensarlo porque adicionalmente a los problemas que ya tenemos, se incorporaría uno que está completamente fuera de nuestro alcance y que podría impactar todavía de manera más negativa a nuestro país.
La buena noticia es que aparentemente no hay una recesión o desaceleración a la vuelta de la esquina, pero es inminente que el ciclo económico en algún momento se va a agotar; en el 2020 hay elecciones en EEUU y como el Presidente Trump se quiere reelegir, hará lo que esté en sus manos para no dejar caer el ritmo económico. Al final el elector decide con el bolsillo, y por ello si la economía llega bien para noviembre, es altamente probable su reelección.
En México las cosas no cambian y aparentemente no se modificarán pronto, yo sigo viendo y leyendo a un Presidente que sigue pensando que las cosas van muy bien; sin embargo los datos duros de fuentes fidedignas que yo tengo me indican que vamos mal, muy mal. Urge detonar un cambio drástico basado en la inversión conjunta entre el gobierno y la iniciativa privada, el problema es que los empresarios no tienen ni confianza ni el más mínimo aliciente para arriesgar capital, y como es esperado, obtener rentabilidad a cambio. El principal problema es la inseguridad y la falta de confianza que se originó con la cancelación del NAIM.
El año entrante me preocupan sobremanera dos cosas: La primera es que ante la ausencia de crecimiento económico la recaudación bajará de forma muy importante, y por lo tanto el dinero será insuficiente sobre lo ya presupuestado, es más, es muy probable que hasta los programas sociales que han sido de la más alta prioridad de esta administración, también se vean recortados; pero no sólo eso, es muy probable que el gobierno tenga que recurrir a medidas extremas como endeudarse o bien buscar recaudar a través de una nueva miscelánea fiscal.
Es cierto que el Presidente prometió que los primeros tres años no habría nuevos impuestos, pero ante una emergencia la promesa queda invalidada. La segunda es que venga una degradación en la calificación de la deuda soberana y además en PEMEX, trayendo como consecuencia un deterioro en las finanzas públicas con un aumento significativo en el tipo de cambio, y quizá hasta la necesidad de volver a subir las tasas de interés para contener una estampida.
@juansmusi Noviembre 20, 2019
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