Y me pasó…

Cuando iba a correr uno de mis primeros triatlones, al llevar la bici a la zona de transición en un autobús, mi compañero y yo nos sentamos al lado de una señora que también llevaba su bici. Al verla pensé que no sabía en lo que se estaba metiendo: era un poco más joven que yo, pero no mucho; pero estaba mucho más “gordita”. Empezamos a conversar con ella y resultó que era su noveno triatlón, y me di cuenta que no era tan “novata”, pero aun así, pensé que quizá no iba a terminar.

Inicio la carrera y cuando ya estaba por llegar a la meta, en el último kilómetro, esta señora me pasó, y lo peor es que no podía hacer nada para alcanzarla. Llegó antes que yo.

Así nos pasa muchas veces en la vida: juzgamos por las apariencias, vemos muchos “gorditos” que pensamos que no tienen tantas cualidades, que les faltan virtudes, que no destacan, que no son tan “valiosos” y sin embargo por dentro son personas llenas de valores, virtudes, de méritos.

No podemos juzgar por las apariencias porque nos podemos equivocar frecuentemente. Es más, debemos aplicar el principio de la caridad: “Piensa bien y acertarás”.

Y, también, debemos aprender que nosotros no somos “tan atléticos” como a veces pensamos, ni en el deporte, ni en la vida espiritual.

Se cumple la máxima del Evangelio: “Muchos primeros serán últimos, y los últimos, primeros.” (Mc. 10, 31).

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