En el siglo XX, los ciudadanos de Estados Unidos habían pasado por dos Guerras Mundiales. En 1945, vino la Guerra Fría contra la U. R. S. S. (Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas), en forma casi simultánea surgió el conflicto de la Guerra de Corea. A fines de la década de los años cincuenta y principios de los años sesenta Estados Unidos decidió potenciar militarmente, en mayor escala, la Guerra de Vietnam (península de Indochina). Eso significaba adquirir mucho mayor armamento e inversión en material de guerra con las consecuentes pérdidas de vidas humanas de norteamericanos (con afroamericanos y “chicanos” por delante).
Ante la opinión pública era ampliamente conocido el hecho de que los llamados “Señores de la Guerra”, dueños de empresas armamentistas e impulsados por ambiciosos políticos, que se enriquecían promoviendo las confrontaciones bélicas. Por otra parte, los economistas saben que al echar a andar la maquinaria bélica se mejora en forma notable la situación financiera de un país.
A raíz de estos hechos, del sector de los jóvenes, profesores universitarios, intelectuales, políticos liberales, comunicadores…sobrevino un verdadero hartazgo ante esta situación socioeconómica. Por toda la nación apareció un movimiento fraterno y pacifista, que reclamaba diálogo, acercamiento y apertura entre las naciones antes que la lucha armada.
En el mundo de la música, de la pintura, del cine, del teatro, de la literatura aparecieron diversas manifestaciones solicitando y reclamando paz y concordia. Se organizaron conciertos de música, como el de 1967 en Monterey, California.
Dos años después, en agosto de 1969 se tuvo lugar en una granja cercana a New York el concierto de Woodstock. Se presentaron grandes luminarias de la música pop (Janis Joplin, Jimi Hendrix, The Who, Carlos Santana, Joe Cocker, Jefferson Airplane, etc.) ante muchos miles de jóvenes. Desde luego, reconociendo el talento de magníficos compositores, melodías muy logradas, excelentes grupos y virtuosos de la música rock y pop.
Se le suele presentar como el ícono del “movimiento pacifista y contracultural” pero lo cierto es que se convirtió en una lamentable y masiva manifestación de consumo de drogas (LSD, heroína, cocaína, marihuana), alcohol, sexo, violencia, saqueos, robos, agresiones sexuales, incendios de coches y, en general, un incontrolable vandalismo.
Los organizadores, como es habitual, lo hicieron por motivos de lucro. ¿Pero cuál es el balance del mítico festival de Woodstock a medio siglo después de distancia? Caos, anarquía, promoción de antivalores; concepción del hombre más como un animal con sólo brutales y degradantes pasiones, que con un destino trascendente.
Desde luego todos queremos la paz, la fraternidad y la concordia entre las personas y los países pero el movimiento “hippie” y festivales como Woodstock, sin duda, fueron el camino equivocado.
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