¿Nuestro país necesita un nuevo modelo educativo?

Hoy que desde la SEP se llama a una consulta para revisar el modelo educativo se impone una reflexión seria sobre el asunto.

Cuando consideramos la necesidad de contar para nuestro país con un sistema educativo que impulse su desarrollo y permita adquirir a quienes pasan por él la formación y preparación necesarias para acceder a niveles de vida mejores, nos preguntamos de forma natural ¿qué es lo que hace falta para superar la calidad de nuestra educación? La respuesta a esta pregunta no es fácil, pues son múltiples los factores que influyen para que nuestra realidad educativa sea así. Sin embargo, un factor esencial es la concepción que le ha dado origen y que ha determinado su forma de ser, y la cual, mientras no se cambie de raíz, difícilmente tendremos la educación que esperamos.

El punto de partida de todo  modelo educativo es su concepción del hombre.

En la concepción de un modelo educativo liberal se buscará la aprobación de los distintos grupos sociales que dan origen a ese sistema educativo, el rigor científico y técnico será muy importante, pero la orientación axiológica del sistema educativo se definirá como neutra, para según esto expresar el respeto a la pluralidad de la sociedad. La realidad es que no puede existir una educación axiológicamente neutra. La consecuencia de un sistema así apuntará hacia el relativismo, la confusión y la preponderancia  de criterios consensuales que pueden degenerar en absurdos muy democráticos y liberales, pero contrarios a la persona humana: individualismo; libertinaje; ambiente favorable al alcoholismo, las drogas y la promiscuidad; debilitamiento de los valores morales y familiares; decaimiento de la disciplina y por consecuencia del rendimiento académico.

En un modelo educativo ideologizado, lo que se quiere promover son objetivos políticos o una visión del ser humano indiscutible, la viabilidad pedagógica del modelo no es muy importante, lo que se busca es eficacia en el adoctrinamiento, por lo que se rechaza la neutralidad axiológica. Este sistema formará ciudadanos bajo un mismo troquel de pensamiento al servicio de una ideología dominante, soldados o militantes para representar, propagar y defender la visión en que se ha imbuido a los sujetos, en donde la persona no importa tanto como el triunfo de los ideales impuestos. La calidad académica es importante en cuanto sirve de propaganda a la ideología que se propugna. La visión del hombre dependerá de la ideología que la inspira, pero generalmente será una visión reduccionista que permite convertir al hombre de sujeto de su destino en objeto sometido y sacrificable al servicio de un determinado fin.

En un modelo educativo que parta de una idea maquiavélica de la política, su objeto será alcanzar el poder o mantenerse en él, admite las modas pedagógicas, pues el rigor científico o técnico no es lo importante (no interesa siempre ni fundamentalmente cumplir con la tarea de educar) y acepta también una diversidad de prácticas  y de cambios, dependiendo si se tiene el poder o si se quiere conseguir. Evidentemente la concepción del hombre no importa, teóricamente puede ser cualquiera, mientras que en forma real lo que se hace es instrumentarlo en beneficio del grupo en el poder o de quien quiere obtenerlo. La entropía en una política educativa de este estilo es mayor, los vaivenes políticos provocan cambios cíclicos, sin llegar al fondo, mientras sean vistosos y provoquen un impacto publicitario al político o grupo político que los promueve. No hay rumbo, los resultados dependerán del azar que lleve  a conjuntar condiciones y personas en las instituciones o en los subsistemas para ofrecer diferentes niveles de calidad, pero lo excelente será la excepción y no la regla. La regla es la mediocridad. Y si en la política ideologizada se da la formación bajo un solo molde, en la política maquiavélica predomina lo amorfo, lo inconsistente, aunque el azar puede originar diversos resultados y los grupos políticos y económicos más privilegiados pueden acceder a una preparación académica de mayor nivel, pero igualmente sin identidad social y que de la misma manera puede adolecer de una visión integral del hombre.

Una modelo educativo humanista tiene un rigor científico y técnico, y su orientación axiológica no puede ser neutra, pues se basa en el desarrollo de la dignidad de la persona. No está dirigida a la adaptación del individuo a un estado político y ofrece una visión del hombre como persona, en una propuesta abierta a revisión y que no se trata de imponer a sangre y fuego. Por lo anterior los cambios e innovaciones se realizan en función de procedimientos establecidos que miran por un lado a la valoración científica y técnica de las propuestas, al diagnóstico de la realidad educativa y a la congruencia de lo que se propone con la filosofía educativa y la visión antropológica que la inspira.

La política educativa humanista promueve la formación del saber que influye en la configuración de la propia vida. Busca suscitar una reflexión en el educando sobre el verdadero bien del ser humano. Genera un ambiente donde se comparten ideales y se pretende practicar lo que se ha descubierto. Se ofrece una luz no un troquel.

Esta política hace su centro de gravedad el lograr que el educando venga a ser cada vez más persona, una contribución al proceso de su personalización. La instrucción es entonces un instrumento, pero no el fin. La sociedad en la que está, será un contexto a tener en cuenta, no un determinante.

Una perspectiva personalizadora sería la que más concuerda con una política educativa humanista. Los objetivos educativos serán determinados por las dimensiones de la persona como unidad bio-psico-social y trascendente buscando el desarrollo integrado y armónico de sus capacidades, para que cada sea más él mismo, más autónomo, más libre.

Los contenidos se seleccionarán, organizarán y presentarán de forma que produzcan la maduración  de la personalidad, no será suficiente la información, se necesitará formar habilidades y destrezas, actitudes y valores.

El profesor no sólo enseña, sino que interactúa con el alumno en los diferentes ámbitos de su personalidad, monitorea,  impulsa, acompaña, etc.

El alumno es sujeto de su propio desarrollo y lo que interesa es el aprendizaje significativo para él.

Los padres necesariamente deben participar en el proceso educativo escolar en colaboración con la escuela como condición indispensable para su realización plena.

Expuestos estos elementos la pregunta que queda es ¿qué tipo de modelo educativo queremos para nuestros hijos en México?

***José Luis Almazán es Lic. en Pedagogía, Mtro. En Educación Familiar y tiene estudios de doctorado en Filosofía.

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