Cómo mantener el equilibrio entre la autoridad y la paz familiar

Los padres para mantener la armonía y paz familiar, deben conservar la autoridad sobre los hijos, pues tienen muchas obligaciones que cumplir, para lograr su buena educación. Esta autoridad también conlleva la gran responsabilidad de realizar sus obligaciones inherentes, entre ellas, mantener los derechos indiscutibles que tienen los hijos. Sin olvidar que la autoridad, las obligaciones y la responsabilidad, van cambiando a medida que los hijos se van haciendo mayores en edad física y mental.

Tiene que haber un equilibrio en las reglas de juego familiar, entre lo que se quiere, lo que se exige, lo que se tiene derecho y lo que se da a cambio. Cada vez los hijos quieren exigir mayores derechos y obtener mayores libertades, aunque muchas veces esas apetencias, sean a cambio de nada, y eso no puede ser.

Todos los hijos pueden dar algo a cambio de lo que piden, cada uno en la medida de sus posibilidades, pero “manitas que no dais, que esperáis”. Cuando los hijos empiezan a entender, que todo derecho conlleva una obligación, es cuando empieza a haber una buena armonía. Cuando solamente exigen “Que me den, que me den” entonces desaparece la concordia y por lo tanto la paz familiar.

La paz familiar no es la ausencia de la guerra. La paz familiar se consigue con negociaciones y consensos, incluso en las cosas más difíciles. Los fundamentos básicos que conforman la familia, no deben ser suprimidos ni olvidados, bajo ningún concepto, pues esos principios básicos, son los que la mantienen fuerte, unida y protectora, para todos los miembros presentes y futuros.

A medida que los hijos van siendo mayores, se va imponiendo la negociación, para llegar a consensos donde ambas partes se sientan cómodos. En una familia no debe permanecer el concepto de divisiones, clanes o equipos diferentes, pues todos tienen que remar en la misma dirección, aunque algunos tengan que alcanzar objetivos distintos y sostengan diferentes formas de hacerlo.

En la familia las negociaciones, acuerdos y consensos, tienen que estar basados en una buena educación, que abarque todos los campos. Es muy difícil, por no decir imposible, negociar algo, si no hay unas previas bases educativas bien asentadas, donde el ejemplo y la práctica de las virtudes y valores humanos, estén introducidos desde pequeños.

Hay obligaciones de los padres, que no son negociables, pero pueden irse adaptando a las circunstancias de la familia, la sociedad y a la madurez de los hijos. Esas adaptaciones también están relacionadas, con la cota de libertad que los hijos quieran o necesiten ir obteniendo.

Es difícil, pero no imposible, armonizar o equilibrar la autoridad de los padres con el bienestar, la paz y la alegría familiar. Para ello hay que tener unas reglas claras y concretas, sobre lo que es negociable y lo que no negociable, en las relaciones familiares.

Los 8 principales derechos y obligaciones no negociables, de los padres:

1.     Los padres tienen el derecho a elegir libremente, el sistema de educación que quieran para sus hijos.

2.     Los padres tienen el derecho a la libre expresión de su religión, a practicarla y a enseñarla, privada y públicamente.

3.     Los padres tienen el derecho a reconocer y a que les reconozcan, que la familia se funda en el compromiso entre un hombre y una mujer, que hacen donación de sí mismos y se comprometen a la procreación y cuidado de los hijos.

4.     Los padres tienen la indiscutible, innegable e intransferible obligación, de educar y mantener bien a sus hijos.

5.     Los padres tienen la obligación de dar ejemplo, para educar a sus hijos en la práctica de las virtudes y valores humanos.

6.     Los padres tienen la obligación de poner reglas de comportamiento y de vida a sus hijos, para formarles el carácter y que estén preparados para afrontar su futuro con equilibrio, entre libertad y disciplina.

7.     Los padres tienen la obligación de promover el bien común, en todas sus formas.

8.     Los padres tienen la obligación de reconocer y el derecho a que les reconozcan, que la vida humana es sagrada e inviolable desde su concepción, hasta su muerte natural.

Los 10 consejos más importantes para mantener el equilibrio, entre la autoridad y la paz familiar

1.     Aceptar la autoridad de los padres, que por su experiencia y amor, sabrán educar a sus hijos, aunque algunas veces les duela a ambos.

2.     Callar, si lo que se va a decir no sirve para mantener la paz y solamente sirve para aumentar la discordia, teniendo mucho cuidado al hacerlo, pues algunas veces, el que calla otorga o consiente.

3.     Comprometerse toda la familia a hablar sin gritar y educadamente, cuando se presente una discusión o un problema.

4.     Escribir muy claramente, cuáles son las principales virtudes y valores humanos, que deben conformar esa familia y cumplirlos y hacerlos cumplir por todos.

5.     Fomentar con el ejemplo la firmeza y la amabilidad, proponiendo reglas íntegras, claras, concretas y respetuosas con cada edad, características y situaciones, para que triunfe la justicia, la libertad y la caridad.

6.     Impulsar a que todos los familiares y amigos, sean queridos y respetados, para que ello repercuta como ejemplo en la sociedad.

7.     Mantener siempre una comunicación abierta, de forma que pueda fluir el dialogo entre todos y sobre todos los temas, pues cada uno de los miembros de la familia, es igual de importante ante los demás.

8.     Permitir que todos puedan expresar su opinión, para que sea escuchada con atención, antes de ser juzgada.

9.     Promover el que todos hablen bien de todos, evitando las murmuraciones, los falsos testimonios, las mentiras y las medias verdades.

10. Respetar a cada uno de la familia y hacerse respetar por ellos, fomentando las demostraciones de cariño y tolerancia, evitando las situaciones de violencia, venganza, odio y rencor.

La familia es el principal lugar donde los hijos, a través del ejemplo de sus padres, aprenden a vivir y a desarrollar las virtudes y valores humanos, dentro de una correlación y equilibrio de autoridad y paz, de disciplina y obediencia, de derechos y deberes, incluso a costa de los sacrificios, que sean necesarios hacer entre todos sus componentes.

Los hijos con sus propios actos, tienen que ser garantes de gestionar su propia libertad, entre el aparente dilema, de cumplir con las normas y obligaciones educativas establecidas por la autoridad de los padres, para el bienestar familiar y sus propios y justificados deseos, de crecimiento personal, físico, mental y social.

Para mantener el equilibrio entre la autoridad y la paz familiar, no debe haber imposiciones educativas arbitrarias, sino las que estén soportadas con la verdad, el bien y la necesidad. La autoridad no debe confundirse con la imposición y la obediencia, a cualquier precio, ya que tiene que estar soportada además, por el conocimiento y la disposición a ayudar.

La autoridad de los padres, siempre que sea coherente con la práctica y enseñanza de las virtudes y valores humanos, debe ser mantenida y ejercitada constantemente, sin altas ni bajas, dentro de las características físicas y mentales de cada hijo en particular. Así aprenderán responsablemente, a distinguir lo que está bien y lo que está mal, incluyendo los motivos que les inducen a obrar de una forma u otra y a descubrir la alegría, que es mejor dar, que recibir.

El equilibrio entre autoridad y paz familiar, aunque suponga un esfuerzo por parte de todos, genera credibilidad en los hijos, dentro del tan necesario contexto de amor, alegría, confianza y seguridad doméstica, originando un clima sano de mutua preocupación y de búsqueda de soluciones a los problemas.

Los padres al ejercer la autoridad, están dando a sus hijos los instrumentos que necesitan, para crecer como personas. La principal herramienta es mostrarles el ejemplo de su propia vida, pues los hijos se fijan en todo lo que hacen los padres y tienden a imitarles.

Los padres deben saber que cuando hay una crisis o un problema importante en la familia, en vez de intentar solucionarlo con gritos, deben darse cuenta, que estas situaciones son oportunidades para sacar a relucir lo mejor que cada uno tiene, dentro de su carácter, tanto para modelarlo a las circunstancias, como para solucionar la crisis. Escucharse mutuamente con respeto y atención, es la mejor arma para resolver el presente y el futuro, de la convivencia familia.

Para mantener el equilibrio entre la autoridad y la paz familiar, la mayoría de las veces, hay que negociar y tener en cuenta los diferentes puntos de vista de alguno o de todos, los componentes de la familia, intentando combinar todas las características, situaciones internas, externas, circunstancias, etc. para que a poder ser, tengan cabida las opiniones de todos.

Mantener ese equilibrio es todo un arte. que comienza con comentar y dialogar, sigue polemizar, alegar y rebatir siempre educadamente. Pero el principal soporte debe ser la tolerancia, el orden, la paciencia y la convivencia entre todos los miembros de la familia. para así poder conseguir una buena negociación, donde no haya vencedores ni vencidos, donde todos ganen y pierdan algo, para que haya paz y no haya imposición. ni desequilibrio familiar.

12 Conceptos para mantener el equilibrio entre la autoridad y la paz familiar

1.     El equilibrio familiar se facilita, cuando para llegar a acuerdos, se elige el momento, el sitio, las circunstancias y la presencia de uno a uno de la familia o todos en grupo.

2.     El equilibrio familiar llega cuando todos quieren la paz y no la guerra, e intentan ponerse cada uno, en la situación del otro.

3.     El equilibrio familiar no puede ser a cualquier precio. Por el bien de todos, hay cosas no negociables.

4.     El equilibrio familiar se alcanza cuando en las negociaciones, escuchando a todos, se intenta llegar a acuerdos razonables, sin imposiciones y centrándose en el tema principal.

5.     El equilibrio familiar se consigue, cuando todos escuchan a todos, hablando cada uno a su debido tiempo, sin interrupciones, ni gritos.

6.     El equilibrio familiar se debe conseguir sin perder, ni la autoridad, ni el prestigio de los padres, ni la libertad, ni los derechos y obligaciones de los hijos.

7.     El equilibrio familiar se gana con respeto, hacia los demás y a sus circunstancias, controlando los modales, las palabras y el tono de voz, pero siempre con firmeza, en las decisiones beneficiosas para todos, no para algunos solamente.

8.     El equilibrio familiar se logra sin riñas, sermones ni reprimendas, utilizando la convicción de lo que se dice y cómo se dice, para que la familia pueda escuchar, sin tener que estar a la defensiva continuamente.

9.     El equilibrio familiar se mantiene, tomando la iniciativa ante los problemas que se intuyen, avecinan o acaban de llegar, sin esperar a que hagan crisis y la solución sea más difícil o ya imposible.

10. El equilibrio familiar se obtiene, cuando no se pierde el control de la situación, frente a los otros familiares.

11. El equilibrio familiar se produce, cuando lo negociado y acordado, se cumple por todos.

12. El equilibrio familiar se puede conseguir, cuando ante la falta de acuerdos en cosas importantes y difíciles de decidir, se considera conveniente pedir la intervención de algún experto: Pariente juicioso, profesional de la materia, médico, maestro, sacerdote, pastor, rabino o imán, según la religión que profesen.

La confianza y la autoridad, son las bases del buen equilibrio, que favorece la paz familiar. Para que exista, los padres tienen que hacer ver a los hijos, los errores que han cometido o los que pueden cometer, si siguen con la actitud que tienen. Así se evitarán las consecuencias, problemas, castigos y enfados  inherentes a los errores.

No es fácil mantener este equilibrio, entre autoridad y paz, ni son fáciles las preguntas, ni las respuestas que se plantearán. Tampoco es fácil recibir y aceptar contestaciones negativas, ni insistir en explicar cómo deberían ser las cosas en la familia. Pero los padres no pueden ignorar estas realidades. Tienen que luchar contra todas las presiones, internas y externas. Hacer como la mayoría de los peces, nadar y nadar, luchar y luchar. Cuando los padres dejan de luchar, por la educación de la familia y pierden el equilibrio, entre autoridad y paz, se pierde la unión familiar.

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